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En busca de una misión: la ciencia en la pospandemia

Investigadoras de la Escuela IDAES relevaron y analizaron el desempeño del sistema científico argentino en el contexto de la pandemia: fue superior al normal, producto de la alineación de múltiples actores detrás de objetivos y de una mayor agilidad burocrática en el sector público. En la UNSAM hubieron 16 proyectos sólo en 2020. Las conclusiones fueron presentadas durante un encuentro virtual entre investigadorxs de diferentes disciplinas y funcionarixs del sistema científico y universitario. 

Por Alejandro Zamponi

“La Universidad de San Martín ha tenido un desempeño superlativo respecto a atender las necesidades de la sociedad en la pandemia. Reflexionar sobre cómo la abordó, por qué, qué capacidades tuvo para hacerlo es muy pertinente pensando en el futuro devenir de la ciencia en Argentina y en la UNSAM en particular”, dijo el rector Carlos Greco durante la apertura del encuentro virtual “Ciencia, Universidad y Estado: Desafíos y capacidades institucionales en contexto de COVID-19”, disponible completo haciendo clic aquí. En la misma línea apuntó: “Venimos de una situación de emergencia y ya es tiempo de trabajar en el plano de la estrategia y en la previsibilidad de procesos que permitan tener más definidas las políticas públicas en relación a la ciencia, a partir de la experiencia que hemos acreditado y pasado”, dijo antes de agradecer a la Escuela IDAES por aportar un espacio de reflexión desde las ciencias sociales.

El encuentro fue organizado por el Círculo de Estudio Ciencia y Periferia, el Centro de Estudios Socioterritoriales, de Identidades y de Ambiente (CESIA) y la Secretaría de investigación de la Escuela IDAES. Fue la actividad de cierre de la segunda edición virtual del Círculo de Estudio Ciencia y Periferia, cuyo programa se puede consultar haciendo clic aquí.

En ese sentido, la investigadora de la Escuela IDAES, María Soledad Córdoba, a cargo de la moderación del encuentro, reconstruyó el trabajo reflexivo que condujo a la actividad. “Apenas iniciada la pandemia nos enfocamos en la intensa movilización de la comunidad científica local que se había generado y en la problematización de lo que se considera como “ciencia periférica”, contó. Efectivamente, a partir del diálogo con investigadorxs y becarixs de diferentes disciplinas percibieron que las características de la ciencia en la “periferia” que se suelen dar por sentadas, como la escasez de recursos, el atraso, la desarticulación de los proyectos o líneas de investigación o una menor “calidad” de sus innovaciones, podían ser puestas en discusión.

“Desde marzo 2020, el Estado argentino erogó 560 millones de pesos para la investigación y el desarrollo de productos relacionados con el covid a través de diferentes convocatorias (Ideas Proyecto Covid 19; Programa de articulación y fortalecimiento federal de las capacidades en CyT; Escalamiento y preparación para la exportación de kits covid; Ensayos in vivo de vacunas argentinas; y las convocatorias específicas para Ciencias Sociales y Humanidades PISAC 1 y 2). Esa inyección de capital público en el sistema científico, reactivó la generación de redes y sinergias. Esto fue haciéndose evidente a medida que avanzaban con los encuentros y cerciorábamos que ningún equipo había trabajado solo, todos habían articulado conocimientos y habilidades con otros grupos e instituciones”, detalló la investigadora de IDAES. 

Córdoba también destacó que lxs científicxs adecuaron sus saberes y trabajos previos a nuevos objetos de investigación, y pudieron hacerlo por la formación y experticia, pero también porque confluyeron en el deseo de “hacer algo” con esos saberes, se sintieron interpelados por la coyuntura social, por una sociedad que los necesitaba. “Un aspecto que recorrió los diferentes testimonios de los protagonistas fue el objetivo de desarrollar localmente insumos, reactivos o productos a los fines de no depender de la importación de los mismos, buscar la autonomía, la independencia científico-tecnológica, nos decían, eso buscaban”, aseguró. 

De acuerdo al relevamiento del Círculo, la UNSAM participó ejemplarmente del proceso con 16 proyectos dedicados a la investigación sobre COVID, por 89 millones de pesos durante 2020, entre las distintas convocatorias.

 

El intercambio

El encuentro contó con las participaciones del Secretario de Planeamiento y Política Científica Nacional del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, Diego Hurtado de Mendoza; la secretaria de Planificación y Evaluación, Ana María Llois; el decano del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB), Juan Ugalde; la decana del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental (3iA), Susana Larrondo; el decano de la Escuela IDAES, Ariel Wilkis; la gerenta de Innovación y Transferencia Tecnológica de la UNSAM, Susana Levy; y la secretaria de Investigación de la Escuela IDAES, Verónica Robert. Además de las participaciones ya mencionadas de Greco y Córdoba.

La dinámica del encuentro consistió en dos rondas de preguntas. La primera se centró en las necesidades específicas de gestión y articulación, y a los esfuerzos institucionales que impuso la pandemia. La segunda, en los aprendizajes y fortalezas que dejó la pandemia en laboratorios, la universidad y el Estado, y como surgió en las respuestas, también en el sector privado. 

 

Diego Hurtado de Mendoza: “La prioridad es avanzar sobre los desequilibrios territoriales”. 

Hurtado destacó la creación de la Unidad Coronavirus, conformada por el Ministerio de Ciencia, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y el CONICET, para centralizar las necesidades de los sectores de salud, desarrollo social, producción y defensa y ver cómo se podía responder. Utilizó la imagen de una central telefónica, por la cantidad de llamadas, grupos de whatsapp y reuniones interministeriales, e interinstitucionales en las que también participaron empresas. También destacó la rapidez de la respuesta, gracias al músculo desarrollado entre 2003 y 2015. “Retomamos experiencias, aprendizajes, instrumentos y estrategias que se habían puesto a prueba y que algunos habían resultado exitosas y otros no tanto hasta 2015”, contó.

Respecto a los desafíos hacia el futuro, aseguró: “Hoy estamos viendo la pospandemia y la moraleja es cómo logramos que muchos de estos aprendizajes queden instalados para llevar adelante otro tipo de políticas”. Y agregó: “Ya plantados en una mirada de mediano y largo plazo, la prioridad es avanzar sobre los desequilibrios territoriales. Nuestras políticas científicas tienen la obligación de acompañar una política de escala nacional. Estamos trabajando en lineamientos provinciales y a mediados de 2022 queremos dar un salto de complejidad y trabajar en la articulación de provincias por regiones”, aseguró.

Además destacó la sanción de la Ley para aumentar gradualmente el presupuesto destinado a Ciencia hasta el 1% en 2032 y la necesidad de articular un Plan Estratégico hasta 2030, con la Ley de Promoción de la Economía del Conocimiento. 

 

Juan Ugalde: una orquesta coordinada y acelerada

El decano e investigador del IIB, Juan Ugalde, señaló el triple desafío que significó la aceleración de los tiempos de trabajo en el Instituto. “Los tiempos de la investigación son lentos. La gestión de fondos públicos también es lenta en tiempos normales. La pandemia aceleró esos dos aspectos, que individualmente presentaron sus desafíos, pero con una dificultad adicional, que creo que fue la mayor: hacerlo de manera coordinada. Fue lo que más nos costó: hacer que esta orquesta funcionara lo más coordinadamente posible, lo más rápidamente posible”, aseguró. “Cada día que pasaba, era un día que nosotros sentíamos que habíamos perdido y eso no ocurre en condiciones normales”, destacó. 

También se refirió a las dificultades para importar insumos, que tradicionalmente son difíciles y que con la pandemia fueron brutales. “Tuvimos que coordinar con diferentes estamentos del gobierno para acelerar procesos de importación, vuelos de aerolíneas. Fueron unas semanas que es preferible olvidar para algunos de nosotros que tuvimos que transitarlas con una especie de adrenalina 24/7”, dijo.

“Esta experiencia nos deja como enseñanza una capacidad instalada en equipos, insumos, pero sobre todo una estructura burocrática más sólida, acelerada de manera coordinada”, aseguró. Además, se refirió a la necesidad de instrumentar cambios en los sistemas de evaluación de lxs investigadorxs: “Nuestro sistema académico es sumamente individual. Hay que admitirlo: los científicos somos seres bastantes individuales, porque se enfatiza la capacidad individual del investigador con el formato de carrera. Hay que cambiar esa cultura. Las construcciones son de comunidades y eso quedó demostrado este año y medio”, definió.

“A futuro vamos a tener que hacer algún tipo de autocrítica sobre qué vamos a priorizar de nuestro sistema, como comunidad científica. Pareciera que todo es prioritario y evidentemente no es así. Argentina tiene desigualdades y hay cuestiones que son más importantes que otras. Tenemos capacidades que son excelentes, pero a veces en áreas que las dejamos a elección del investigador o académico y no de un proyecto de país”, sentenció.

 

Ariel Wilkis: “Sin gestión, no hay ciencia. Sin comunidad, tampoco hay ciencia”.

“El sistema científico argentino reaccionó en el contexto de la pandemia, de una manera diferente que en otros países de la región. Y esto tiene que ver con que el gobierno nacional estableció una forma de gestionar la pandemia que involucró a su sistema científico y a las ciencias sociales”, dijo el decano de la Escuela IDAES.

El investigador destacó que hubieron tres desafíos para la gestión: decidir en poco tiempo qué investigar, cómo distribuir recursos y cómo organizarse. En ese sentido, se preguntó si la forma extraordinaria en que se funcionó en pandemia debería ser la forma normal o no.

“Tuvimos que gestionar que nos escuchen y reconozcan, en un contexto de posibilidad para la escucha. Era nuestra responsabilidad encontrar esas interlocuciones y poder conectar temas, recursos humanos y materiales con agendas de política públicas urgentes”, dijo.

“La palabra autorizada estuvo más del lado de los virólogos y los epidemiólogos, cuando la circulación del virus es un hecho social, que tiene que ver con cómo nos movemos, cómo interactuamos cara a cara, etc. A pesar de esa densidad social de la pandemia, nos vimos obligados a exigir el reconocimiento de la utilidad de las ciencias sociales en el espacio público y en la comunidad científica. A veces lo logramos y a veces no”, analizó. 

Wilkis planteó que no hay ciencia sin gestión, pero tampoco hay ciencia sin comunidad, profundizando el argumento planteado por Juan Ugalde: “Cuando se anunciaban los desarrollos del IIB y del 3iA como comunidad celebrábamos, aplaudíamos, nos emocionábamos. Eran momentos sumamente importantes en mi memoria de lo que fue la pandemia. Ese momento en el que mis colegas, mis compañeros, algunos con los cuales tengo relaciones de amistad, descubrían cosas en contextos sumamente críticos y de emergencia. Nuestra universidad tenía una comunidad para abrazarlos, festejarlos, aplaudirlos. No hay ciencia sin gestión, y no hay ciencia sin comunidad. Eso es un gran incentivo de la vida académica y creo que eso ha sido claro”, dijo.

Wilkis se refirió a las jerarquías y prioridades. “Como científicos tenemos que reconocer un sistema que nos discipline. Hay valores y misiones que son trascendentes y no las definimos los individuos, sino que lo define la política y las instituciones y eso tiene que ser parte de la cultura científica”, dijo.

 

Susana Larrondo: la agilidad de la virtualidad

“Hubo que reorganizar las actividades de docencia, investigación y transferencia y agilizar la toma de decisiones del Instituto, con sensibilidad para contener”, contó Susana Larrondo, decana del 3iA. En ese sentido, vinculó la agilización en la toma de decisiones con una mayor disponibilidad para participar de reuniones virtuales, que casi no se utilizaban antes de la pandemia.

Larrondo destacó además como un aprendizaje que “la sociedad se dio cuenta de la importancia de tener médicos y científicos para desarrollar tecnologías” y la cooperación científica. “Los científicos a veces estamos muy encerrados en el laboratorio, pero ante esta coyuntura, el mundo científico se abrió a la cooperación, a publicar rápidamente los resultados en pre-prints, antes de que salieran publicados en las revistas, a compartir la información y ese es un aprendizaje que deberíamos sostener a nivel local de la universidad, que demostró capacidad por haber invertido durante muchos años en tener un perfil científico en equipamiento y recursos”, destacó.

 

Susana Levy: la UNSAM un equipo listo para hacer goles

“En UNSAM venía funcionando el vicerrectorado de Investigación, Innovación y Transferencia, con 20 personas. Esto nos ayudó a dar respuesta a los investigadores de UNSAM que se presentaron a una avalancha de convocatorias para proyectos de investigación y que fueron muy exitosos en obtener financiamiento nacional e internacional. Detrás de eso hay una articulación y gestión de las presentaciones, de las compras. También hicimos un acompañamiento para la firma de acuerdos con empresas, que hubo que buscarlas o que se acercaron”, dijo Susana Levy, Gerenta de Innovación del Vicerrectorado. 

Levy destacó que además de contar con una estructura con recursos en funcionamiento, fue clave la costumbre de trabajar de manera interdisciplinaria, entrenada a partir de instrumentos y convocatorias específicas de la UNSAM. “Se me ocurre una analogía deportiva: si hay un equipo que ya está entrenando, corriendo y mirando un objetivo es más fácil hacer un gol”, argumentó sobre el desempeño destacado de la UNSAM. En ese sentido también destacó las articulaciones con el Municipio de San Martín, que fue un demandante primario de soluciones.

 

Ana María Llois: canales de burocracia más cortos

La investigadora contó la historia de cómo se desarrollaron los superbarbijos, disponible en la nota disponible haciendo clic aquí. En la reconstrucción destacó que los trámites que antes demandaban meses, se gestionaron en días o semanas. 

“Se necesitaban insumos y laboratorios que funcionaran en una época en la que estaba todo cerrado. Los doctorandos o posdoctorandos pudiesen deambular, permisos especiales para que pudieran entrar en las universidades, que pudieran ingresar a la fábrica a hacer la transferencia”, contó.

“Además de la supresión de horarios, la agilización de trámites se basó en implementar canales de gestión burocrática más cortos. Hemos aprendido que no pueden haber muchas etapas. Eso implicó que los investigadores aprendamos cosas que antes no hacíamos”, aseguró.

La secretaria de Planificación y Evaluación de la UNSAM rescató también que muchas empresas Pymes tomaron nota de la existencia del sistema científico tecnológico y que los investigadores se dieron cuenta que pueden ser más flexibles de lo que pensaban. “La experiencia nos dejó conocer nuestra capacidad de respuesta como investigadores y que no podemos separar nunca al sistema científico tecnológico de las universidades, por que sin ellas no hubiese sido posible nada de todo esto”, dijo.

 

Carlos Greco: generar más capacidades, alineadas a un plan estratégico

“Las condiciones que se dieron en la UNSAM no son muy frecuentes en el sistema universitario argentino, por el tamaño de la Universidad, la orientación a la investigación y el desarrollo, y la capacidad de gestión. El principal aprendizaje es que tenemos que nivelar para arriba el sistema universitario y el sistema científico tecnológico. Significa fortalecer recursos humanos: de 22 mil docentes con dedicación exclusiva de todo el sistema universitario, solo 6 mil son doctores. De todo el plantel docente solo el 12% son doctores. En nuestro caso es el doble, pero en cualquier caso es un déficit. Hay que generar más capacidad y alinearlo a un plan estratégico de desarrollo de la ciencia y la técnica para generar soluciones para la gente”, dijo el rector. 

 

Verónica Robert: La importancia de “las misiones”

La secretaria de Investigación de la Escuela IDAES, Verónica Robert, estuvo a cargo del cierre de la actividad. Durante las exposiciones surgió la incógnita sobre la sostenibilidad del modelo de trabajo pandémico, sin pandemia. En ese sentido, Robert destacó la importancia que tienen “las misiones” para establecer modelos de trabajos con múltiples actores alineados y disponibilidad de recursos.

“En el mundo hacen aproximadamente unos 10 años, que se viene hablando de implementar políticas de investigación y desarrollo a través de “misiones”. Las misiones tienen esa función clave de traccionar y alinear agendas heterogéneas. En los países desarrollados se las piensa en relación a grandes desafíos sociales y en mover fronteras tecnológicas, como el cambio climático, el envejecimiento poblacional, la gestión de las grandes ciudades”, apuntó. “Para los países en desarrollo las misiones adquieren un sentido diferente, porque están en tensión los múltiples desafíos: las desigualdades sociales, las carencias, los desarrollos industriales incompletos. Las misiones necesitan reconocimiento y compromiso social. La pandemia nos ha puesto una misión”, aseguró.

También fue clave durante la pandemia la visualización de una demanda. “A veces la vinculación universidad-empresa no pasa el valle de la muerte porque no existe una demanda efectiva para esos desarrollos. En parte porque las capacidades productivas no logran visualizar la necesidad de esos desarrollos. En países como los nuestros donde gran parte de la población no puede efectivizar su demanda, porque no tiene recursos, la demanda pública pasa a ser un instrumento clave para esta tracción”, analizó. 

“Si esta misión de la pandemia cayó de sorpresa ingrata para todos, pero logró alinear objetivos, qué hacemos ahora sin una misión. ¿Cómo logramos construir una misión? El diseño de una nueva misión desde el sector público sin acompañamiento social y del sector privado no puede tener éxito. Si logramos encontrar esas misiones, creo que la flexibilidad, la visibilidad que ganó el sistema de ciencia y tecnología, los aprendizajes institucionales que hemos tenido, van a ser claves para poder continuar por esta senda. Ojalá así sea y gracias al Círculo de Estudio por construir una memoria de todo esto”, cerró.

 

Sobre el Círculo Centro y Periferia

Es un grupo horizontal e interdisciplinario de investigación de la Escuela IDAES de la UNSAM enfocado en el desarrollo tecnocientífico local, y está coordinado por cuatro antropólogas, investigadoras, docentes o graduadas de la Escuela IDAES: María Soledad Córdoba, Karen Azcurra, Luana Ferroni, Sol Hurtado. Además, cuenta con la participación activa de un equipo colaborador conformado por: Clara Smal (Física, investigadora Adjunta CONICET), Gisele Bilañski (socióloga, becaria doctoral CONICET), Michay Diez (ingeniero en agrobiotecnología, doctorando en biología en el Stowers Institute for Medical Research), Mariana Smulski (antropóloga, becaria postdoctoral CONICET) y Pedro Munaretto (politólogo, becario doctoral CONICET). 

 

 

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Nota actualizada el 28 de septiembre de 2021

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