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Superbarbijos: La historia detrás del primer producto masivo de la UNSAM, la UBA y el CONICET

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El equipo que desarrolló los superbarbijos se reunió por primera vez hace un año. El objetivo era desarrollar una mascarilla de uso médico para atender las necesidades de los servicios de salud en Argentina. No sospechaban que crearían el barbijo social más popular, ni que sería reconocido como “el barbijo del CONICET”.

Por Alejandro Zamponi. Fotos: Brando.

La OMS había declarado la pandemia de COVID19 y el gobierno argentino, el aislamiento social preventivo y obligatorio. Era el auge de los barbijos caseros y de las noticias sobre faltantes de mascarillas N95 y barbijos quirúrgicos en todo el mundo. En ese contexto, un grupo de investigadores e investigadoras argentinas comenzaron a consultarse para desarrollar mascarillas médicas, aunque esa no era exactamente su área de especialidad. “En marzo de 2020 sabíamos muy poco sobre barbijos”, rememora el doctor en química Roberto Candal, quien estaba abocado por entonces al tratamiento de efluentes contaminados empleando materiales avanzados. Roberto es uno de los investigadores del CONICET con lugar de trabajo en el Instituto de Investigación e Igeniería Ambiental (3iA) de la UNSAM, que ante la irrupción de la pandemia comenzó a buscar la forma de aplicar sus conocimientos para aportar soluciones. “Me llamó Alberto Pochettino, que es presidente de la Fundación FUNINTEC de la UNSAM,  y me planteó si podíamos hacer barbijos.  Entonces me contacté con Silvia Goyanes, una colega de la UBA especializada en polímeros con la que colaboramos hace décadas”, repasa Candal, por videoconferencia, mientras Ana María Llois, otra integrante del equipo ensamblado que desarrolló los superbarbijos repasa la fecha de la primera reunión del equipo completo con el objetivo de desarrollar máscaras para uso médico.  “Fue el sábado 28 de marzo. Yo había contactado inicialmente a Silvia y a Griselda Polla, que es la persona que más experiencia tiene de transferencia al sector privado dentro del grupo. Y a través de ellas Roberto entra en el grupo. Pocos días después apareció la empresa KOVI en escena, interesada en confeccionar barbijos especiales usando las telas tejidas fabricadas por ellos y así comenzó la historia del desarrollo del barbijo ATOM PROTECT conocido como el barbijo del CONICET”,  completa Ana María Llois, quien también es investigadora del CONICET en la Comisión de Energía Atómica (CNEA) y parte de la comunidad UNSAM.

Griselda Polla es la responsable de vinculación del 3iA de la UNSAM. Con Roberto Candal tienen trato cotidiano, ya que Roberto forma parte del mismo Instituto como Secretario de Investigación y corresponsable del Laboratorio de procesos integrados de análisis y remediación ambiental.

“Hace muchos años que trabajamos con empresas con el objetivo de transferir ciencia y tecnología, sobre todo en tratamiento de contaminación y remediación ambiental. El desarrollo que condujo a los barbijos se concretó en medio de una pandemia en menos de dos meses, trabajando desde nuestras casas dirigiendo a becarios e investigadores jóvenes que eran los que iban al laboratorio y después  a la empresa, cuando se hizo el escalado a planta. Ver que en tan poco tiempo se pudo hacer una transferencia y ver hoy el producto en la calle es una satisfacción muy grande”, asegura Polla.  Y añade: “Nunca pensé que íbamos a desarrollar barbijos. Tuvimos que aprender desde el lenguaje asociado con la actividad textil hasta sobre el tema barbijos, ya que no era nuestro métier.  Nosotros sabemos de nuevos materiales, nanotecnología, caracterizaciones. En aquel momento no conocíamos la diferencia entre una máscara y un barbijo, ni la normativa internacional relacionada”.

“Empezamos a estudiar lo que era un barbijo cuando veíamos que se venía el virus y sentimos la necesidad de hacer algo para que la comunidad pudiera protegerse. Para la empresa KOVI también fue un desafío, porque los estándares a los que estaba acostumbrada no tenían la rigurosidad de la ciencia, ni la de las regulaciones en el campo de la salud. Fue un desafío, del que salimos con un diccionario en común y con un conocimiento más profundo sobre el tema”, evalúa Candal.

Consultado sobre la masividad del barbijo ATOM PROTECT, Candal cuenta que además de una alegría es una responsabilidad enorme: “Y por eso todos los días seguimos trabajando verificando, buscando ideas nuevas. No es que se hizo un desarrollo, una transferencia, la empresa lo fabrica y ya está. Siempre estamos buscando mejorar el producto y garantizar su calidad”.   

Un año después de la primera reunión de trabajo es tiempo de balances. Ana María Llois, quien estuvo a cargo de la Dirección de Posgrado de UNSAM durante años y asumió recientemente como Secretaria de Planificación y Evaluación en la misma casa de altos estudios, coincide con Polla en que los barbijos sirvieron para legitimar al sistema científico tecnológico argentino. “Llama la atención que nadie hable de los barbijos ATOM PROTECT: son los barbijos del CONICET. Estos barbijos son apreciados no solo porque no impiden la respiración y son cómodos, sino fundamentalmente porque tienen propiedades viricidas, bactericidas y fungicidas y el respaldo científico del sector público. Eso es un logro enorme”, evalúan.

 

 

El desarrollo

El desarrollo del proceso para la incorporación de activos químicos que inactiven agentes  patógenos en telas tejidas de algodón poliéster se hizo en dos meses. Esto no habría sido posible sin el conocimiento, la experiencia y las décadas de investigación acumuladas por el grupo ensamblado, así como sin las inversiones en laboratorios y equipamientos donde se hicieron el desarrollo y los controles: en UBA, UNSAM, INTI e INTA. También fue fundamental la articulación con la empresa KOVI, la pyme textil de La Matanza en el conurbano bonaerense, que confió en este desarrollo y financió el proyecto.

La historia es así: a partir de la primera reunión virtual del 28 de marzo de 2020, el grupo ensamblado avanzó con un proyecto para desarrollar mascarillas de uso médico y presentarlo a la convocatoria COVID 19 del MINCyT. Por entonces,  el empresario Alan Gontmaher, dueño de Kovi SRL, se contactó con Silvia Goyanes para que colaborara en el desarrollo de barbijos de uso social empleando nanotecnología. Alan tenía desde hacía años la idea de incorporar nanotecnología en la fabricación de  toallas para eliminar malos olores, pero las pruebas que había hecho sin asistencia del sistema científico tecnológico no habían prosperado. Ya con la pandemia instalándose en el país, Alan retomó la idea innovadora.

A partir de allí se firmó un convenio  de investigación y desarrollo entre la empresa, el CONICET, la UNSAM y la UBA. Se probaron en el  laboratorio de Silvia Goyanes en la UBA distintos procedimientos para impregnar las telas tejidas provistas por la empresa. Las muestras obtenidas fueron analizadas por microscopía electrónica de barrido y se verificaron  propiedades antibacterianas  en laboratorios de la UNSAM. “Evaluamos cuáles eran los límites en las concentraciones de activos para que fueran eficientes y el tratamiento para que no se desprendieran al lavar las telas”, explican los investigadores.

El nuevo barbijo de UNSAM-UBA-CONICET y el dilema de cuál usar

La irrupción del virus supuso para la ciencia el desafío de responder numerosos interrogantes contrarreloj: desde cómo se contagia el virus, cuál es su período de incubación y porqué afecta de diferentes maneras a las personas. Muchas incógnitas continúan, pero después de un año se sabe que la vía principal  de transmisión del SARS-CoV-2 son los aerosoles acuosos producidos por las personas infectadas al hablar y respirar, sobre todo en ambientes cerrados o con mala ventilación.  De allí que la capacidad filtrante  de los barbijos sea una cuestión importante.  

A raíz de esto último y de la nueva normativa internacional, el grupo de investigadores y la empresa KOVI SRL presentaron una nueva versión del barbijo,  llamado N95 Plus, que incorpora una tercera capa de tela no tejida, con mayor capacidad de filtrado y un ajuste nasal.   

“Cuando hablamos generamos gotitas de diferentes tamaños. Las más grandes tienen más de un micrón y decantan al cabo de unos minutos. Hay otras más pequeñas, de menos de un micrón, de entre 300 y 400 nanómetros, que pueden permanecer en el aire durante horas. Ese tipo de gotitas son más peligrosas para la transmisión del virus. Los barbijos convencionales no las filtran”, acotó Roberto Candal.

El nuevo modelo encuentra su mejor aplicación en ambientes cerrados o con concentración de personas tales como oficinas de atención al público o transporte público. Llois por su parte añade que el nuevo modelo de superbarbijo obtuvo una certificación de la Unión  Europea  como barbijo FFP2, que es el tipo de barbijo que indican las nuevas normativas en varios países europeos para usar en espacios públicos cerrados y transporte público.

“El nuevo barbijo no solo tiene la química del barbijo original sino que además tiene una barrera física que le otorga una eficiencia del 99,9% para filtrar aerosoles acuosos, eficiencia medida en el 3iA con un instrumento diseñado y desarrollado especialmente en la UNSAM por el investigador Patricio Carnelli”, explica Griselda Polla. Además el barbijo tiene una eficiencia del 97,1% para filtrado de aerosoles sólidos. 

 

El proyecto original continúa

El proyecto de las máscaras  de uso médico que dio lugar a la formación del grupo de trabajo  obtuvo financiamiento del  Ministerio de Ciencia y Tecnología y actualmente está en la fase de transferencia.

Polla comenta: “La respuesta de la UNSAM frente a la pandemia le dio mucha visibilidad al sistema científico tecnológico y en particular a la  Universidad. No solo debido a  los barbijos, sino por el suero equino, los test diagnósticos, la vacuna y otros en curso.  

 

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Nota actualizada el 1 de abril de 2021

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