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El deslumbramiento que produce la antigua cultura egipcia suele conducir a la pregunta por sus orígenes, pero el docente e investigador de nuestro Centro de Estudios sobre Patrimonios y Ambiente sabe que las paredes hablan y tienen mucho para decir sobre los siglos posteriores. Tras su primer viaje a la tumba del faraón Tutmosis III en 2019, el arqueólogo volvió a Lúxor para continuar con la misión, que busca aportar una nueva mirada sobre el pasado y el presente de este patrimonio arquitectónico desde una perspectiva antropológica.
Tierra de pirámides, faraones y misterios, Egipto fue hogar de una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Al sur de su territorio se encuentra la ciudad de Lúxor, el lugar que supo ser centro del gran imperio faraónico y que hoy cuenta con el mayor número de sitios patrimoniales del planeta. Clave para su desarrollo, el río Nilo divide la ciudad en dos escenarios impactantes: en una de sus orillas, los grandes templos; en la otra, la necrópolis. En términos del Antiguo Egipto, el lado de los vivos y el lado de los muertos.
“En Lúxor todo es faraónico en el sentido de la grandeza. Hay templos que ocupan hectáreas y hay tumbas con habitaciones de más de 100 metros decoradas desde las paredes hasta los techos. Todo es descomunalmente grande, es muy impresionante”, cuenta Lucas Gheco, docente e investigador del Centro de Estudios sobre Patrimonios y Ambiente (CEPyA) de la Escuela de Arte y Patrimonio (EAyP) de la UNSAM y del Instituto Regional de Estudios Socioculturales (IRES) de la Universidad Nacional de Catamarcar (UNCA) y el CONICET, que ya había participado de una misión arqueológica en 2019.
Para estudiar la función de las pinturas y grabados de las tumbas de la dinastía XVIII desde su confección hasta la actualidad, Gheco adopta una perspectiva arqueológica y antropológica que le permite indagar las distintas funciones que esas paredes fueron prestando hasta el presente. Especializado en arqueología argentina, este año Gheco tuvo la oportunidad de viajar a Egipto por segunda vez junto con su colega Bernarda Marconetto (CONICET-UNC), en una misión que define como “todo un descubrimiento y un nuevo aprendizaje”.
¿Qué están investigando en Lúxor?
Las paredes de las tumbas de Lúxor están totalmente pintadas y grabadas, desde el piso hasta el techo, incluso el techo. Ahí se cuentan distintas cosas: desde relatos sobre la vida del difunto y su familia hasta representaciones y ofrendas de alabanza a los dioses, entre otros aspectos. Lo que nosotros sostenemos es que estas paredes fueron mucho más que objetos o superficies para ser mirados: formaron parte de un artefacto en movimiento y cumplieron roles muy específicos. Para los antiguos egipcios, la vida continuaba después de la muerte. Por eso es que entendemos que la tumba estaba constantemente funcionando, como una máquina: para generar ese dinamismo, vemos que se utilizan algunos recursos gráficos que ponen en movimiento a los personajes y otras figuras pintadas. Eso es lo que estamos estudiando en el marco de un proyecto mayor que explora las historias de estas paredes desde su confección hasta la actualidad.
¿Cómo se evidencia ese movimiento y esa acción constante?
A través de los jeroglíficos y la cantidad de documentación que se registró en Egipto, se sabe que las figuras y escritos que aparecen en las paredes buscan asegurar la vida eterna: personajes ofrendando a los dioses, bailando, llorando. Lo que nosotros nos preguntamos ahora es ¿será que también hay estrategias gráficas para que eso esté moviéndose? Sostenemos que sí, que hay distintos recursos que impulsan ese dinamismo. Se utilizan figuras que aparentan movimiento, repeticiones de acciones y ciclos. El caso del loto, por ejemplo: su flor se abre de día y se cierra a la noche. Y eso puede observarse pintado en las paredes, flores abiertas que se alternan con cerradas. Muchas veces aparece el mismo personaje con un loto cerrado en una mano y uno abierto en la otra: eso está indicando la alternancia entre el día y la noche, una acción cíclica que se hace una y otra vez, eternamente.
¿Y qué otras historias cuentan esas paredes?
Estamos investigando otras líneas de evidencias en las paredes que cuentan historias menos conocidas. La perspectiva arqueológica biográfica utilizada da cuenta de los usos que se hicieron en estos espacios durante el período faraónico pero también más adelante, hasta nuestros días. Por lo general, los indicios de estas historias son marcas que se eliminan como si se tratase de suciedad o de daños. Para nosotros, ahí hay una gran fuente de información. Hay huellas de hollín, por ejemplo, de las antorchas que iluminaban artificialmente los interiores, o restos de adobe de camas o estructuras apoyadas sobre las paredes. Eso da cuenta de cómo fueron usados y reutilizados estos espacios hasta hoy. Encontramos rastros de otras ocupaciones más recientes al período faraónico, de grupos que comenzaron a vivir directamente en las tumbas, usándolas como casas y graneros. Son huellas que perduran en el tiempo: del adobe de las construcciones que adicionaron, del fuego, de las heces de sus animales, de nuevas inscripciones en otros idiomas. Es un fenómeno muy interesante, y la egiptología clásica casi no se pregunta por estas cosas.
En comparación con la campaña anterior, ¿cómo resultó esta experiencia de trabajo?
El primer viaje en 2019 fue una experiencia que me impactó mucho. Este viaje fue deslumbrante también, pero en otro sentido. Fui casi como otra persona, con más de conocimientos de la historia egipcia, y pude observar con atención lo que aquella vez me dejó totalmente aturdido. Comencé a ver el detalle y, sobre todo, a captar la parte social del Egipto actual, la forma en que las personas se vinculan con estos sitios, que son también experiencias antropológicas muy particulares.
Lucas Gheco, joven investigador UNSAM
Licenciado en Arqueología (UNCa) y doctor en Ciencias Antropológicas (UNC), sus investigaciones se focalizan en la comprensión de los procesos históricos de pintado de los sitios con arte rupestre y en las distintas estrategias metodológico-técnicas para acceder a ellas. Actualmente se desempeña como investigador del CONICET (IRES) y como profesor adjunto en la Licenciatura en Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural de la EAyP-UNSAM.
Este año obtuvo la adjudicación de un PICT para su proyecto “Devenir cuevas pintadas: Un abordaje arqueométrico y arqueológico de los procesos históricos de los abrigos con arte rupestre del este catamarqueño”.
En su segunda visita a Egipto, Gheco también fue invitado a colaborar en una misión de excavación estratigráfica en la tumba tebana del príncipe Amenmose, TT318, en el Valle de los Nobles. Dirigido por la doctora Andrea Zingarelli, este proyecto radicado en la Universidad Nacional de La Plata contó con el aval institucional de la Universidad Nacional de Tucumán, el Instituto de Investigaciones de Arte y Cultura del Oriente Antiguo (IACOA) y las embajadas de la República Argentina en Egipto y de la República Árabe de Egipto en Argentina.
Si querés conocer más sobre sus viajes, te recomendamos leer “Diario de un argentino en Egipto”.
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LUCAS: es maravilloso leer tu diario un argentino en Egipto, es tan apasionante que hace que uno se transporte en el tiempo y conocer estas maravillas que un día el hombre dejo plasmada en el tiempo.felicitaciones