#8M en la UNSAM, Escuela de Arte y Patrimonio, Escuela de Economía y Negocios, Escuela de Humanidades, Secretaría de Planificación y Evaluación

Desigualdad de género en el ámbito científico: “No hay doctorado que te salve del patriarcado”

En el marco del 8M, Día y Paro Internacional de Mujeres, conversamos con investigadoras y autoridades de la UNSAM y del ámbito científico nacional sobre las formas de discriminación que persisten en el sector científico y académico. Qué logros han impulsado en sus campos de estudio, quiénes son las mujeres que las inspiran y cuáles son las formas de discriminación que más cuesta eliminar para lograr un mundo laboral más equitativo.

Por Nadia Luna. Fotos: Archivo UNSAM

“¿Preparás un cafecito?”, solían decirles a Élida Hermida (UNSAM) y a otras físicas en reuniones científicas con colegas varones. El pedido a veces venía también de otras mujeres, pero el destinatario nunca era una persona de género masculino.

En tanto, una frase que la astrónoma Beatriz García (UTN-FRN) se cansó de escuchar desde que empezó a estudiar en la universidad era que la carrera que había elegido “no es para mujeres”. Algo parecido le pasó a María Florencia Gottardi, licenciada en Gestión y Tecnología, mientras trabajaba en el sector ferroviario, en el que, además de lidiar con ese prejuicio, tuvo que bancarse acosos y violencia verbal por parte de pasajeros.

La bióloga Natalia Morandeira (UNSAM), que hace trabajos de campo de manera frecuente, tuvo que acostumbrarse a una pregunta habitual de sus pares varones: “¿Y el hombre del grupo dónde está?”

Como dijo una vez la antropóloga Soledad Cutuli (UBA), “no hay doctorado que te salve del patriarcado”. Las desigualdades de género se expresan de forma transversal en todos los ámbitos laborales y el sector científico y académico no es la excepción.

Por eso, en el marco del 8M, día en que se realizarán numerosas movilizaciones y un Paro Internacional de Mujeres, conversamos con investigadoras y profesionales que forman parte de la comunidad UNSAM sobre las desigualdades que han enfrentado a lo largo de sus carreras, las conquistas de los últimos años y las cuestiones que aún quedan por resolver para lograr que el mundo laboral sea más equitativo.

Parir o publicar

En Argentina, las mujeres que hacen ciencia son mayoría: representan alrededor de un 60 % del total de investigadorxs en el ámbito del CONICET, el principal organismo científico del país. Sin embargo, en las categorías más altas, solo 1 de cada 3 es mujer (aunque esto ha mejorado un poco ya que, hasta hace unos unos años, las estadísticas arrojaban apenas 1 de cada 4 en el escalafón superior).

En lo que respecta a la UNSAM*, las estudiantes mujeres son mayoría (61 %) y el porcentaje se mantiene similar en las nuevas inscriptas (62 %) y en la cantidad de egresadas (66 %). Además, a diferencia de lo que ocurre en el CONICET, las mujeres que ocupan cargos superiores son la mitad del total de las autoridades (53 %). Sin embargo, a nivel país, a las mujeres todavía les cuesta llegar al cargo más alto dentro de la universidad: solo el 20 % de las rectoras son mujeres.

Los factores que influyen en estas brechas de género son numerosos, pero uno de los principales en la carrera de una científica es la coincidencia entre el comienzo y auge de un período altamente productivo en sus vidas profesionales con el reloj biológico o etapa fértil de la mujer, para aquellas que desean ser madres. A su vez, en el ámbito científico hay una frase muy conocida que resume la exigencia de producir gran cantidad de papers o trabajos científicos: “publish or perish” (publicar o perecer).

Lucía Vincent

“Cuando estás arrancando tu carrera como investigadora y, al mismo tiempo, decidís ser mamá, la diferencia con colegas varones es enorme, más allá de lo involucrados que estén con la crianza. Si estás a punto de parir o amamantando, pensar en escribir un paper parece algo de otro planeta”, dice la doctora en Ciencia Política Lucía Vincent, secretaria de Investigación de la Escuela de Economía y Negocios (EEyN) de la UNSAM.

Esta diferencia entre varones y mujeres o personas LGBTIQ+ que hacen ciencia se puede ver de forma gráfica en la “carrera de obstáculos” que organizó el año pasado el entonces Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en el predio de Tecnópolis. Allí, las y los científicos avanzaban postas ante consignas como “si durante tu infancia te regalaron libros o juguetes de ciencia” y se estancaban en el lugar si les habían pasado cosas como que “un profesor te dijo algo sobre tu aspecto físico”. Al finalizar la carrera, se pudo ver claramente que quienes llegaban más lejos eran los varones mientras que las mujeres se iban quedando en el camino.

Este fenómeno se conoce como “techo de cristal”: son barreras que no se ven a simple vista, pero terminan impidiendo o retrasando el ascenso a cargos jerárquicos (y por ende, mejor remunerados). Hermida señala que hay trabajos científicos que dan cuenta de este tipo de segregación y evidencian, por ejemplo, la relación entre el valor del “índice h” y el género. “El índice h es un indicador de la calidad de trabajos científicos publicados, que contempla no solo la cantidad de publicaciones sino también la cantidad de citas que recibe cada trabajo. Algunos organismos consideran este indicador al momento de evaluar promociones de personas que se desempeñan en ámbitos científico-tecnológicos”.

De izq. a der.: Ana María Vara y Silvia Bernatené

Por su parte, la doctora en Estudios Hispánicos Ana María Vara, directora de las carreras de Comunicación Audiovisual y de Estudios de la Comunicación de la Escuela de Humanidades (EH), cuenta que ella no notó discriminación por cuestiones de género hasta que le llegó el momento de querer ascender a cargos más altos. “Lo que yo veía es que los hombres con capacidades semejantes a las mías y que tenían mi edad seguían escalando hacia arriba, mientras que yo me quedaba en cargos de responsabilidades intermedias”.

Para la doctora en Ciencias Sociales Luciana Ghiotto, investigadora de la Escuela de Política y Gobierno (EPyG), el techo de cristal se volvió de cemento cuando quiso acceder a una beca posdoctoral del CONICET. “Yo estaba cursando un embarazo de riesgo y tuve que hacer reposo seis meses. Tenía todos los certificados médicos. Sin embargo, el CONICET me exigía que tuviera defendida la tesis de doctorado, cosa que no pude hacer por el reposo. Pedí una prórroga de tres meses, no me la dieron y perdí la beca”, cuenta, y remarca que un investigador varón a punto de ser padre no hubiera tenido ese problema. También llama la atención sobre otro aspecto que puede echar más leña al fuego: el sentimiento de culpa que aparece a veces, alimentado por roles sociales impuestos, “que tiene que ver con creer que por estar trabajando, te convertís en mala madre”.

Luciana Ghiotto

 

Paredes de cristal

Al techo de cristal se le suma la segregación horizontal o “paredes de cristal”. Esto tiene que ver con que, para las mujeres, hay disciplinas más difíciles de acceder, como ingeniería, programación y matemática, entre otras, porque son relacionadas con aptitudes que se consideran “más masculinas”. En Argentina, las estudiantes mujeres de ingeniería son solo el 20 % y, en especialidades como mecánica y electrónica, apenas llegan al 4 %.

En la UNSAM*, el porcentaje de mujeres dentro de las ingenierías varía según la especialidad. Así, hay una amplia mayoría de estudiantes mujeres en Ingeniería Ambiental (71 %) e Ingeniería en Alimentos (70 %), pero una minoría contundente en Ingeniería Industrial (22 %), en Materiales (18 %), Espacial (18 %), en Telecomunicaciones (15 %) y Electrónica (13 %).

Los techos y paredes de cristal son alimentados por otro factor fundamental a la hora de perpetuar la desigualdad: los estereotipos de género. Hace unos años, la revista Science publicó un estudio en el que concluía que las nenas tienden a considerarse menos inteligentes que los varones desde los 6 años. Por otra parte, una investigación de la Cátedra UNESCO Mujer, Ciencia y Tecnología en América Latina llegó a la conclusión de que el 90 % de las niñas entre de 6 y 8 años asocian la ingeniería con destrezas masculinas.

“Muchas veces, para evitar problemas, las mujeres se autoexcluyen y hasta se convencen de que los hombres son más inteligentes o más hábiles para determinado trabajo. Para muchas de nosotras, que ya estamos cerca de la jubilación, hubo dificultades inclusive con las familias por elegir determinadas carreras”, comenta García, doctora en Astronomía e investigadora del CONICET en el ITEDA (CNEA/CONICET/UNSAM).

Pero la segregación se produce incluso en disciplinas que no están tan “masculinizadas”. La doctora en Historia del Arte Laura Malosetti Costa, decana de la Escuela de Arte y Patrimonio (EAyP), cuenta: “Mi generación fue una generación de cambios, de posdictadura, pero cuando empecé a cursar Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras casi todos los profesores eran hombres y casi todas las estudiantes éramos mujeres. Pese a ser mayoría, las que podían dedicarse profesionalmente a esto se contaban con los dedos de las manos”.

Desigualdades que no se ven

Uno de los reclamos centrales de los movimientos feministas tiene que ver con que la mayor carga de las tareas de cuidado sigue recayendo principalmente en mujeres y personas LGTBIQ+. Según un informe publicado este jueves por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), mientras las mujeres destinan en promedio seis horas y media (6:31) por día al trabajo no remunerado, los varones dedican solo tres horas y cuarenta minutos (3:40). Es decir: apenas la mitad. Esto tiene, a su vez, implicancias en la inserción en el mercado de trabajo remunerado, donde los varones dedican en promedio una hora y media diaria más que las mujeres. “La desigualdad que más he notado a lo largo de mi carrera ha sido la automática asociación de la mujer con las tareas de cuidado, higiene y orden. Y lo digo no solo pensando en lo que he visto en quienes me rodean sino incluyéndome, ya que crecí en una sociedad que enseñaba, practicaba y asociaba esas tareas con las mujeres”, sostiene Hermida.

Esta es una problemática transversal a todos los ámbitos laborales, pero en el sector científico se manifiesta por ejemplo en la dificultad para asistir a congresos internacionales a exponer trabajos, realizar posgrados en el exterior, publicar papers, formar recursos humanos y otras tareas que requieren de muchas horas de disponibilidad que permitan sumar puntos a la hora de ser evaluadas.

Más allá de las desigualdades que se pueden cuantificar con estadísticas y porcentajes, hay otras formas de discriminación más difíciles de medir como los micromachismos cotidianos. Se trata de chistes misóginos, opiniones sobre la apariencia física y otro tipo de comentarios despectivos que terminan expulsando a mujeres y disidencias del sistema científico. “Los micromachismos cotidianos son difíciles de detectar, por eso está bueno armar redes con compañeras para tratar de desarticularlos. Otra cosa que pasa mucho es el mansplaining”, comenta Morandeira, investigadora de la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad (EHyS), en referencia a la práctica realizada por varones que pretenden explicar a una mujer algo —que habitualmente ella ya sabe o conoce mejor— en tono condescendiente o paternalista.

La experiencia en este sentido es diversa. Mientras que Hermida percibe menos chistes machistas en comparación a algunos años atrás, García asegura que sigue padeciendo ese tipo de prácticas hasta el día de hoy, pese a ser investigadora principal del CONICET (uno de los escalafones más altos).

Gottardi, estudiante de una maestría en el Instituto de Transporte (IT), también cuenta su experiencia: “Al entrar al ferrocarril, constantemente nuestra intimidad estaba en boca de todos. Se decía que si habías ascendido era porque habías estado con alguien importante, nunca era por mérito propio. Hoy por hoy, a mi entender, esto cambió, pero aún hay personas que siguen pensado de esa forma. Es difícil desaprender si no hay empatía y sensibilización”.

Élida Hermida

Redes de compromiso y militancia

En las décadas más recientes, y sobre todo en los últimos años, las mujeres y disidencias han logrado visibilizar muchas desigualdades y violencias que existen en el mundo laboral y académico. Dentro de cada disciplina, instituto, universidad o grupo se fueron produciendo microrrevoluciones que acompañaron y fueron parte de movimientos más grandes, como el Ni Una Menos o las masivas marchas por la legalización del aborto. Estas conquistas han sido el resultado de la organización y el armado de redes que permitieron aunar los reclamos y convertirlos en fuerza colectiva.

“Ha habido una gran revolución estos años respecto a cuestiones vinculadas con los cupos de género y la visibilidad de las mujeres. La historia del arte también se está reescribiendo. Cuando nosotras estudiábamos, el arte era considerado un entretenimiento para señoras, algo que las mantenía ocupadas para que no se pusieran histéricas. Nuestra generación permitió entender que las mujeres que escribimos sobre arte, escribimos también sobre política, economía y cultura”, remarca Malosetti Costa.

Vicent cuenta que forma parte de la Red de Politólogas, que busca promover y potenciar el trabajo de las mujeres dedicadas a la Ciencia Política en América Latina. “Muchas veces, cuando llaman desde los medios a referentes para hablar de política, todas las voces son de colegas varones. Sucede también en eventos académicos, donde hay paneles exclusivamente conformados por hombres. Eso lo estamos revirtiendo de a poco, pero implica mucho compromiso y militancia”, señala la investigadora.

María Florencia Gottardi

El compromiso y la militancia pueden tomar diversas formas: Hermida cuenta que ella ha participado en la definición de criterios de evaluación con perspectiva de género dentro de las comisiones asesoras del CONICET; García integra el grupo de Mujeres en Astronomía de la Unión Astronómica Internacional y la Comisión de Género del Observatorio Pierre Auger, desde donde generan actividades relacionadas con la concientización y visibilización de las mujeres en astronomía; Gottardi explica que su militancia va por la construcción de redes con otras colegas del ámbito del transporte con el objetivo de “permear, cada una en su espacio, la perspectiva de género e inclusión”; Ghiotto trabaja junto con sus colegas en visibilizar desde una perspectiva de economía feminista el modo en que los procesos vinculados a la globalización neoliberal impactan especialmente sobre las mujeres; Morandeira cuenta que una iniciativa positiva que se ha venido viendo en universidades e institutos de investigación es la creación de más espacios para el cuidado de las infancias, lo cual facilita la inserción laboral de mujeres que son madres. En la UNSAM, el año pasado se inauguraron dos lactarios: uno en la Torre de Desarrollo Académico (TDA) y otro en la EHyS. “El lactario de la EHyS fue una conquista de compañeras que estaban por ser madres o lo habían sido hacía poco y fue muy bien acompañado por la decana de la Escuela y la UNSAM. Ojalá en el futuro se haga un jardín maternal. También me parece muy positiva la existencia de la Dirección de Género y Diversidad Sexual (DGyDS), que tiene una consejería que brinda acompañamiento ante situaciones de violencia. Sería bueno que todas las trabajadoras y estudiantes de la universidad la conozcan”, remarcó. Ver nota relacionada.

Mujeres que inspiran

Más allá de celebrar las conquistas, el 8M es una fecha que busca visibilizar las deudas que todavía falta saldar con mujeres y disidencias. En este punto, Vincent alerta que si bien la situación ha cambiado y hay muchas actitudes machistas que hoy ya no son toleradas en el ámbito laboral, no hay que dar por sentado que se lograron revertir todos los actos de discriminación. “El contexto que estamos viviendo en Argentina y en el mundo muestra que mucho de lo que avanzamos hacia sociedades más igualitarias no fue bien recibido por una parte de la sociedad, que ahora busca desandar esos caminos”, advierte.

Para Gottardi, una de las necesidades principales es “que se termine la desacreditación de la mujer en ambientes técnicos”, ya que sigue habiendo un estereotipo que relaciona lo técnico con lo masculino, por lo cual mujeres y diversidades deben hacer un mayor esfuerzo para demostrar que son igual de capaces como los varones en dichas tareas.

Malosetti Costa, que ha roto varios techos de cristal a lo largo de su carrera, considera que un obstáculo que persiste con mucho peso es que las tareas de cuidado siguen recayendo en las mujeres, aún en generaciones más jóvenes. “Otra cosa que sigue pendiente entre las mujeres feministas es no replicar los esquemas competitivos tradicionales entre sí. Hay que fomentar más la sororidad”, señala. En esa línea, destacada las luchas de la socióloga Dora Barrancos, quien contribuyó a gestar diversas políticas con perspectiva de género dentro del CONICET. “La vi enfrentar uno de los ámbitos más conservadores, el de los científicos, con argumentos fantásticos y una claridad que siempre me generó admiración. ‘Dora, la luchadora’ le decimos”, apunta. Por su parte, Ghiotto dice que una mujer-faro para ella es Nora Cortiñas, a quien considera “la madre de muchas luchas, un foco de coherencia y de ternura”.

A García, en tanto, las mujeres que más la inspiran son “las anónimas, esas que cada día luchan y se plantan frente a la sociedad patriarcal”. En el mismo sentido, Vara destaca a las mujeres de su familia (madre, tías, abuelas), que además de encargarse de las tareas de cuidado nunca dejaron de trabajar.

Finalmente, Gottardi expresa: “Son muchas las mujeres que me inspiran y reconozco lo que han logrado para que muchas podamos tener voz y conquistas en la lucha de género. Pero hoy me gustaría rescatar a mis pares, con las que vamos formando redes para resistir y seguir consiguiendo derechos”.

 

*Fuente de datos UNSAM: Dirección General de Información, Evaluación y Planificación de la Secretaría de Planificación y Evaluación en base a datos del SiU Guaraní y procesamientos de la Secretaría Administrativa y Legal

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Nota actualizada el 13 de marzo de 2024

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