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El investigador y docente del 3iA analiza las posibles consecuencias del reciente desprendimiento de la barrera Larsen, ahora convertida en un iceberg de 5800 kilómetros cuadrados de superficie.
Por Mariana Lanfranco
Para Claudio Parica, geólogo especialista en investigaciones de geoquímica isotópica y geología de la Antártida del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental (3iA) de la UNSAM, el continente blanco es parte de su vida: con 20 campañas en su haber, viajar en un buque rompehielos, vivir en una base militar o acampar en el paisaje helado son experiencias que le resultan familiares. En la actualidad, la Antártida no solo sigue siendo objeto de sus investigaciones, sino que lo encuentra comprometido desde la gestión. Parica es, además, doctor en Ciencia y Tecnología mención Química (UNSAM), posgrado que finalizó con la tesis Variables ambientales en el territorio antártico.
Sobre la reciente noticia del desprendimiento de la barrera Larsen —cuya base estaba pegada a la plataforma continental y ahora se encuentra flotando en el mar bajo la forma de un iceberg de 5800 kilómetros cuadrados de superficie— el especialista explicó: “La formación de barreras es un fenómeno cíclico: cada bloque se forma a partir del hielo que desciende del continente hacia el mar pero también del hielo marino. En ese proceso, la barrera Larsen se mantuvo unida a la plataforma rígida continental. Una vez que alcanzó una extensión de entre 80 y 90 kilómetros, comenzó a tener un brazo de palanca muy grande, con lo cual, el esfuerzo que hizo frente a las mareas, el viento y los cambios en la salinidad produjo movimientos que llevaron a la fractura en la unión con el continente”.
Según informaron algunos medios meses atrás, el desprendimiento de la barrera Larsen podría tener consecuencias graves. Pero, contrariamente al carácter alarmista de muchas publicaciones, Parica sostiene que “la barrera quedará navegando por el océano Antártico. Si bien algunos bloques a veces llegan al Atlántico Sur o al Pacífico Sur, no es lo más común (en general, terminan derritiéndose por diferencia de temperatura). En este caso, la barrera Larsen flotará como hielo marino, por lo que el nivel del mar no subirá. Por otro lado, como parte del ciclo hidrológico, también habrá evaporación: el agua se evaporará, se formarán nubes que volverán al continente, habbrá precipitaciones y así sucesivamente. Es decir, el fenómeno está en equilibrio”.
Asimismo, según su estudio de la evolución climática de la Antártida, “hay zonas que se están calentando, pero también hay otras que están enfriándose”. En este sentido, Parica no atribuye la formación de la grieta que ocasionó el desprendimiento al calentamiento global, sino a una cuestión puramente física. Lo único que el desprendimiento de la barrera Larsen podría llegar a provocar es un cambio en la salinidad del agua, algo que no afectará la fauna marina. “La barrera comenzará a formarse nuevamente, mediante el proceso del hielo que desciende hacia el mar. Se trata de un ciclo naturalmente equilibrado que tarda más de cien años en cumplirse”, concluyó Parica.