El día del transporte representa un hito crucial no sólo como un factor de desarrollo social y económico, sino también como una manifestación completa de este desarrollo y, aún más, como un efecto derivado del sector, afirma Álvarez. Entre mediados del siglo XIX y finales del siglo XX, el crecimiento del tráfico de personas y mercancías es asombroso. Se estima que entre 1850 y 2010, estos flujos, medidos a escala global y expresados en pasajeros-kilómetro y toneladas-kilómetro, tuvieron una tasa de crecimiento seis veces mayor que el aumento de la población (Barbero, 2019).

Para Daniel Álvarez “esta demanda extraordinaria de movilidad ha requerido la organización de sistemas de transporte específicos para satisfacer de manera eficaz, eficiente y sostenible esta necesidad. Los cambios en el transporte que hicieron posible estos niveles de movilidad fueron sumamente notables: hasta 1850, la mayoría de los desplazamientos se realizaban mediante tracción animal o energía eólica” señala.

El desarrollo del ferrocarril y de los barcos de vapor en el siglo XIX, así como el transporte automotor, aéreo, por tuberías y el multimodalismo en el siglo XX, fueron parte de la aceleración profunda de los cambios experimentados a nivel mundial. Esto permitió una reducción sustancial de los costos y tiempos de viaje.

La importancia del transporte trasciende su influencia en el producto interno bruto de la economía, incluso en los cálculos más precisos. Su papel como promotor y facilitador de proyectos sociales y económicos lo convierte en un sector clave que requiere políticas estratégicas y acciones de gestión diarias que guíen de manera efectiva su rendimiento.

Sin embargo, señala el docente-investigador, al igual que los beneficios económicos y sociales de estos niveles sin precedentes de movilidad sustanciales para la sociedad, también son muy significativos los impactos negativos que genera y los recursos que consume.

De acuerdo a su mirada, el sector público juega un rol fundamental en el proceso de circulación del conocimiento. Por un lado, señala el docente, debe desarrollar sus propios equipos y sistemas de generación de evidencia sobre el sector. Por el otro, debe asegurar que en determinados ámbitos académicos están dadas las condiciones para la acumulación de información y conocimiento. Finalmente, debe promover las instancias de intercambio, favoreciendo el debate y la circulación de saberes.

Para concluir su reflexión, Daniel Álvarez destaca que el Instituto del Transporte (IT) de la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad de la UNSAM ha desarrollado una vasta actividad de formación de recursos humanos en distintos planos, de cooperación técnica con gobiernos, empresas, ONGs, sindicatos, y de investigación. Dichas actividades cuentan principalmente con el aporte de sus docentes e investigadores, que integran el IT-EHyS desarrollando acciones de enseñanza, vinculación e investigación.

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