Expansión y universalización de la matrícula y modos novedosos de enseñar se tensionan con una dinámica de fragmentación y segregación escolar. En esta coyuntura el sistema educativo explica tanto la inclusión de los que consiguen entrar, como la exclusión de aquellos que a pesar del título no logran el ansiado empleo estable. Los autorxs se preguntan: ¿Cómo fortalecer una institución que sigue siendo la más democrática con la que contamos?
Por Silvia Grinberg* y Eduardo Langer**
Sobre la educación depositamos las promesas y reclamos de la vida democrática. Ello esperando que algo de la exclusión que atraviesa a nuestras sociedades revierta en inclusión. Dos dinámicas, tan opuestas como yuxtapuestas, atraviesan a la vida social y escolar en estos últimos cuarenta años. Por un lado, dinámicas centrífugas que tienden a excluir y fragmentar a la población y, por el otro, dinámicas centrípetas que involucran las luchas por la inclusión, el acceso al saber y las credenciales educativas.
Las estadísticas dan cuenta de la expansión de todos los niveles del sistema. En estos cuatro decenios prácticamente se ha universalizado el nivel primario y, expandido el acceso al nivel secundario. Las tasas netas de escolarización para ambos niveles en 2020 eran 101,5% y 91,7%, respectivamente. Ello al calor de la ampliación de la obligatoriedad y la puesta en acto de políticas y programas tendientes a favorecer el acceso y permanencia en todos los niveles incluyendo la educación superior que, también, ha crecido constantemente. La expansión del sistema educativo es un fenómeno tan local como regional y global, que la bibliografía describe como demografización: una democratización demográfica asociada a la inclusión vía la expansión y/o universalización de la matrícula.
Ahora, si en estos años la inclusión se ha vuelto cuestión política es por la creciente exclusión. Expansión y/o masificación, por un lado, y fragmentación/segregación escolar, por el otro, conforman dinámicas de in/exclusión que se tensionan entre ingreso/egreso y los diferenciales de calidad institucional. Ya no se trata del título/credencial que se obtiene, sino de quién la otorga. Es así que el sistema educativo es juez y parte en ambas dinámicas. Explica tanto la inclusión de los que consiguen entrar, como la exclusión de aquellos que a pesar del título y los méritos no logran el ansiado empleo estable. En contextos de desocupación y precarización ocupacional, los logros educacionales, muchas veces, se convierten en frustración producto de los fuertes desajustes con el mercado de trabajo. La investigación educativa ha registrado de modo insistente la escolarización creciente que, para adolescentes y jóvenes, no se relaciona con mayores ni mejores posibilidades de acceso al empleo; de modo tal que la otrora movilidad social ascendente se traduce en detener o aligerar el descenso. Frente a las crisis, más años de instrucción brindan alguna protección laboral que se traduce en más reclamo a las escuelas.
Es en estas dinámicas que tendemos a reclamar a la escuela que no incluye, mientras que la investigación permite dar cuenta que mientras lo hace, no alcanza para revertir las dinámicas excluyentes que tienden a encerrarnos más en el fragmento al que pertenecemos y que cada vez más se vuelve burbuja. Ello más aún en la sociedad postmedia cuando las redes sociales nos hacen encontrarnos con quienes piensan como nosotros.
La democratización vía la escolarización ocurre de modos tan poco visibles como centrales. Las escuelas ya no son aquellas donde el profesor parado al frente habla y los alumno/as toman nota sin chistar. La investigación ha dado cuenta en estos decenios cómo los/las docentes entienden, contienen y procuran modos novedosos de enseñar. Los/las estudiantes participan y preguntan en aulas que se abrieron al diálogo, donde se valoran prácticas y culturas diferentes, donde son invitados/as a hablar, pensar y sentir como nunca antes lo habían hecho. Sin duda, a pesar de estos avances y logros, son muchos los desafíos asociados a mejorar los términos de la escolarización frente a las tensiones que las sucesivas reformas conllevan y se traducen, muchas veces, en superposiciones normativas, formas desorganizadas y yuxtaposiciones de programas y políticas que desorientan y sobrecargan la tarea diaria y no hacen más que intensificar la tarea de las aulas.
Así, cabe preguntarse si no será necesario invertir los términos de lo que reclamamos que, a lo largo de estos cuarenta años, se tradujeron en que la escuela no tiene prensa o solo tiene mala prensa. En el siglo XXI, la escuela es, quizás, la única institución privilegiada con la que contamos para encontrarnos y convivir con quienes piensan, sienten y hablan de modos que no coindicen con los nuestros, para acceder a los saberes que ninguna plataforma puede y nos va a enseñar. En sociedades cada vez más fragmentadas, la escuela se vuelve uno de los únicos espacios privilegiados en el que estamos obligados a encontrarnos y convivir con otros cuerpos, voces, olores y sentimientos. Como lo/as estudiantes suelen manifestar, la escuela sigue siendo la institución que todavía podemos seguir imaginando y prometiéndonos la máxima del enseñar todo a todos. Una promesa que funciona como brújula cuando estamos a punto de perder el rumbo. Probablemente, si esperamos y deseamos que el sistema educativo siga dando la pelea por la inclusión, el desafío de los próximos cuarenta años es hacernos la pregunta de cómo vamos a fortalecer una institución que entre las dinámicas de la in/exclusión sigue siendo la más democrática con la que contamos.
*Doctora en Educación. Directora del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas de la Escuela de Humanidades (LICH-EH-UNSAM/CONICET), subsecretaria de Investigación de la UNSAM y directora del doctorado en Ciencias Humanas de la EH.
**Doctor en Ciencias Humanas. Director de las carreras de Educación de la Escuela de Humanidades de UNSAM e investigador del LICH.
40 años de Democracia y las Humanidades
Esta nota forma parte de una serie de reflexiones impulsadas desde la Escuela de Humanidades con motivo de los 40 años de democracia.
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