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Alejandro Montero y Jonathan Andrés, egresadxs de la universidad pública: “Defendamos la UNSAM, porque es nuestra y todavía está con nosotros”

Los flamantes graduados de Arquitectura y Educación celebraron su paso por la universidad pública durante el 42.° Acto de Colación, en el que más de 400 egresadxs recibieron sus títulos. “Para cualquier institución educativa, el camino más fácil es eyectar a los estudiantes que no se adaptan o no responden a lo esperado. La UNSAM optó por el camino más difícil, que implica interesarse por el bienestar y las trayectorias educativas de sus alumnos. Gracias a eso, hoy estamos acá compartiendo estas palabras”. A continuación, los discursos completos de Jonathan y Alejandro, que hoy son parte de nuestro gran #OrgulloUNSAM.

Alejandro Montero, arquitecto (Escuela de Hábitat y Sostenibilidad)

Buenas tardes a todos y todas. Para quienes no me conocen, les resumo: yo soy un joven que viene de una clase social que, lamentablemente, hoy no para de crecer. Soy Alejandro Montero y vengo de la pobreza.

Hace unos meses, desde la Gerencia de Comunicación de la UNSAM, se viralizó en redes sociales un video que sintetiza mi historia con las palabras de mi madre. Este suceso me permitió tener voz en distintos medios de comunicación televisados y de radio de distintas provincias, pero además me permitió en mi ciudad de Güemes hablar y conocer compañeros de secundaria y nivel terciario. Estas experiencias expandieron mi panorama y me llenaron de reflexiones.

Soy el resultado, la espera, el fruto, de aquellos que supieron pensar en el otro. Aquellos que han dedicado tiempo e intelecto para que personas como yo podamos ser educadas.

Gracias educación pública por hacerlo posible. Y gracias a las bases, a los cimientos en los cuales me he apoyado para ser la persona que soy. Para nosotros muchas veces no solo es un anhelo, sino un sueño poder darle este tipo de regalos a nuestros padres, porque nada está dado. Me siento orgulloso de la UNSAM y de las personas que la sostienen.

En esta casa conocí personas que me miraron de manera horizontal, ni de arriba ni de abajo, de igual a igual, de ser humano a ser humano, y me lo han enseñado. Gracias a Fabián de la Fuente, a Sebastián Cerri, a Paz Castillo, a Susana Larrondo y a tantos que hay en cada instituto, en cada escuela, en cada universidad de la Argentina sosteniendo la educación pública. Esa educación que hoy me permite darle un título a mi madre, darle una vida de sentimientos que seguramente jamás imaginó tener, porque hay algunos que así nos quieren: cobardes hasta para imaginarnos momentos bellos.

Pero ¡ya está! Ya lo logré, ya estoy educado, ya estoy formado y listo para volver a volar, esta vez, como arquitecto. Pero quisiera decirles a mis compañeros, a ellos y ellas que vienen detrás mío, a mis colegas: nosotros somos la parte más valiosa de la universidad, los y las estudiantes. Quién más que yo, que transité este camino lleno de dificultades, para decirles que hay momentos difíciles, momentos en los que nos equivocamos y erramos porque nadie aprende de la experiencia ajena, y de todo eso también se aprende.

Aun así, la carrera en algún momento se termina, la vida no es larga, no es eterna. Es por eso que ahora es el momento, ahora es cuando la universidad más nos necesita. Por eso ¡digan! ¡hablen! ¡expresen! Defendamos la universidad pública, esa que nos está educando.

Demostrémosle a la sociedad que somos una generación de hijos de trabajadores, de obreros, de campesinos. Una generación educada, formada, que respeta, profesionales comprometidos que piensan en el de al lado, que piensan en el otro, que tienen valores, que tienen convicciones. Defendamos la universidad pública, porque es nuestra y todavía está con nosotros.

Gracias Instituto de Arquitectura, gracias Escuela de Hábitat y Sostenibilidad, gracias Universidad Nacional de San Martín, gracias educación pública de calidad y gratuita.

 

Jonathan Andrés, licenciado en Educación (Escuela de Humanidades)

Estimadas y estimados, es un honor poder compartir estas breves palabras con ustedes. Mi nombre es Jonathan y tengo la alegría de ser la primera generación de universitarios en mi familia. Mi madre, con la cual tengo una deuda impagable por todo el amor y apoyo que me ha dado siempre, se insertó en el mundo del trabajo sin finalizar sus estudios secundarios.

Luego, más adelante, pudo terminarlos para poder avanzar en su espacio laboral. Cuando inicié mi camino universitario en la licenciatura en Educación ya había realizado una carrera previamente en el nivel superior, un profesorado de educación primaria. Si bien tenía conocimientos teórico-conceptuales propios del campo de la educación, así como herramientas inherentes a las labores estudiantiles, hubo otros aprendizajes necesarios para transitar la universidad que fueron en parte un proceso de descubrimiento personal, y en parte instancias institucionalizadas dirigidas a acompañar a las y los estudiantes. Al respecto dirijo un especial agradecimiento a la Escuela de Humanidades en general, y en especial a mis docentes, quienes siempre han estado dispuestas y dispuestos a acompañar la difícil tarea de convertirse en un estudiante universitario.

Ya estando en las instancias finales del profesorado de educación primaria sabía que quería seguir formándome en el campo de la educación, pero hasta ese momento yo solo conocía que en la Universidad de Buenos Aires se dictaba la carrera. Para mí que vivo en el partido de San Martín desde hace 17 años, esta opción implicaba aplazar mis estudios universitarios algunos años, hasta que al menos pudiera ahorrar para comprar un auto y facilitar mi transporte luego de trabajar todo el día. Yo trabajo desde los 15 años y estudiar debía ser un hecho que necesariamente se pudiera conjugar con el mundo laboral. Las universidades no sobran, contar con una universidad cercana a donde vivo convertía al estudio universitario en algo viable.

Mi experiencia creo que resulta un ejemplo para pensar acerca de la necesidad de que haya universidades accesibles tanto en el conurbano bonaerense como en otros puntos del país alejados de las grandes urbes. Yo sabía de la existencia de la UNSAM, lo que no sabía es que esa carrera que quería hacer se dictaba aquí de forma gratuita y nocturna, y fue gracias a mis docentes en el profesorado que tuve la oportunidad de acercarme. Lo que me encontré fue una experiencia muy diferente a la de mis amistades que tantearon la posibilidad de continuar sus estudios en una universidad más grande y con una historia de larga data. Aquí las personas respondían a mis dudas y me sentí acompañado desde un primer momento en cuestiones simples como hacer una inscripción a la universidad y anotarse en las primeras materias.

Estudiar y trabajar no es algo sencillo, me tomó 8 años poder finalizar mi carrera, la cual se hubiera extendido más si no hubiera contado con el apoyo del actual director de la carrera, Eduardo Langer, quien siempre ha estado dispuesto a recibir a los estudiantes. Él me ayudó, entre otras cosas, en algo tan cotidiano y a la vez tan difícil para un recién llegado al mundo universitario como lo es organizar qué materias cursar y poder proyectar dicha organización por varios años.

Además de cursar materias y matear en el Tornavías, tuve la oportunidad de transitar por diferentes espacios de la universidad como estudiante. Participé de las primeras ediciones de las Jornadas de Estudiantes de Humanidades, primero como expositor y luego como parte de la organización; estuve presente cuando nos ha tocado salir a la calle para defender nuestros terrenos y organizarnos para defender a la educación pública y gratuita; obtuve una Beca de Estímulo a las Vocaciones Científicas por parte del Consejo Interuniversitario Nacional; me integré, aun siendo estudiante, a un centro de investigación a cargo de la Dra. Silvia Grinberg, quien junto a su equipo me invitaron a recorrer el mundo de la investigación.

Recientemente se me otorgó una beca doctoral por parte de CONICET, siendo mi directora la Dra. Julieta Armella y mi co-director el Dr. Eduardo Langer, ambos docentes e investigadores en nuestra universidad, lo cual creo que destaca nuestra identidad como una institución fuertemente interesada en la producción de conocimiento. Al respecto, y en relación con lo ya dicho, quiero señalar algo. Cuando a los 22 años me inscribí en la carrera jamás me hubiera imaginado intentar el camino de la investigación académica, incluso la posibilidad misma de recibirme se me hacía muy lejana, y hoy me llena de orgullo participar en la producción pública de conocimiento en una institución tan importante como lo es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

Ser un investigador para mí estaba en el orden de lo inimaginable porque desconocía completamente las labores de la investigación. Esta universidad no solo me brindó conocimientos valiosísimos para poder desempeñarme como profesional de la educación, sino que también me abrió las puertas hacia lo desconocido, incluso situando ese desconocimiento en un terreno de posibilidad.

Esta metáfora de puertas abiertas creo que es lo que más representa a nuestra institución; la disposición y el interés por que las y los estudiantes aprendan y se desarrollen como personas, brindando posibilidades materiales e institucionales para ello. El azar que involucra la amalgama de voluntades individuales produce que la diferenciación social devenida en mérito sea la vara para medir los logros, lo cual estoy seguro de que como premisa para pensar lo público es sencillamente inservible.

En este punto comparto una breve reflexión. Tener presente que la mayoría de las y los estudiantes de esta universidad son primera generación de universitarios demanda contar con personas que estén realmente dispuestas e interesadas en hacer de la permanencia y el egreso de cada una y de cada uno de nosotros una realidad, y son esa clase de personas con las que tuve la suerte de encontrarme en este espacio. Pero también es necesario para ello contar con instituciones públicas suficientemente financiadas para llevar adelante sus funciones.

Por todo esto, lo que puedo decirles a quienes están dando sus primeros pasos en la universidad o están pensando en hacerlo, es que no están solas, no están solos. Esta es una universidad a la que le interesan sus estudiantes, es un lugar en el que a cada rostro se le puede dar un nombre, lo cual favorece sin lugar a duda un sentimiento de comunidad y familiaridad.

Por último, quiero dar las gracias por el apoyo y compromiso sostenido para nuestra formación. Invocando algunos nombres propios como el de Carlos Greco, rector de estar universidad, quien desempeñando dicha función, siempre estuvo presente para brindarnos sus clases con gran entusiasmo. O como Silvia Bernatené quien, siendo decana de la Escuela de Humanidades, decididamente sostuvo su rol de formadora.

En un contexto de desfinanciamiento y vaciamiento de lo público, hoy me propongo como desafío devolverle a esta maravillosa universidad algo de lo que me ha brindado, sosteniendo como banderas el carácter de bien público de la educación superior y su gratuidad. Para cualquier institución educativa el camino más fácil que puede tomar es eyectar aquellos estudiantes que no
se adaptan o no responden a lo esperado. La UNSAM no eligió para sí misma dicho camino, por el contrario, optó por el camino más difícil, que implica interesarse por el bienestar y las trayectorias educativas de sus estudiantes, y es gracias a esto que hoy estoy aquí compartiendo estas palabras.

Mi historia no es un acontecimiento individual, sino que es expresión de las posibilidades reales que brinda la universidad pública. Valorarla, cuidarla y defenderla constituyen hoy nuestra obligación.

Muchas gracias

Nota actualizada el 22 de abril de 2024

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