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El investigador de la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad de la UNSAM y vicedirector del Centro de Estudios sobre Patrimonios y Ambiente de la Escuela de Arte y Patrimonio explica cómo se trabaja en la conservación del patrimonio cultural «in situ» mediante la aplicación de nuevas tecnologías.
¿Cómo se relacionan el ambiente, la conservación del patrimonio cultural y la tecnología? ¿Es posible aportar a la conservación del patrimonio desde los estudios ambientales? Marcos Tascón, doctor en Química por la UNLP e investigador del CONICET en la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad (EHyS) de la UNSAM, señala que el termino “patrimonio” abarca tanto al patrimonio natural como al cultural. “Es interesante pensar el ambiente como el entorno que rodea al patrimonio cultural. No se puede estudiar el patrimonio cultural sin estudiar el ambiente, el cual determinará cómo se va a degradar ese patrimonio, se trate de una especie de árbol nativa o de una obra de arte. Por eso es tan importante no solo conocer las variables ambientales, sino también saber cómo variaron en el pasado y cómo el entorno interactúa con estos materiales”, explica el especialista.
Tascón es vicedirector del Centro de Estudios sobre Patrimonios y Ambiente (CEPyA), que también depende de la Escuela de Arte y Patrimonio (EAyP) de la UNSAM. Junto con su director, Fernando Marte, y su equipo, realiza un abordaje holístico del estudio del patrimonio. “La idea no solo es estudiar el patrimonio desde el punto de vista material, sino también brindar soluciones más abarcativas que permitan su conservación”, amplía Tascón. “En primer lugar, apuntamos a la conservación preventiva, que son las condiciones ideales en las que el proceso de degradación puede disminuirse a su máxima expresión. Cuando esto no es posible, hay que pasar a estrategias más intervencionistas, que incluyen acciones de restauración. Después, para no tener que volver a intervenir, esas acciones tienen que estar sí o sí conectadas con estrategias de conservación”.
Especializado en química analítica, Tascón afirma que siempre le interesaron los sistemas complejos, es decir, los que presentan desafíos importantes en esa disciplina. “De hecho, el ambiente forma parte de un sistema muy complejo en el que la cuantificación y la determinación de nuevos compuestos implica no solo el uso de instrumental o técnicas novedosas sino también el desarrollo de tecnologías”.
En relación al patrimonio cultural, el objetivo es desarrollar tecnologías que reduzcan la invasividad y aumenten la portabilidad, de manera que permitan no solo tomar una muestra y llevarla al laboratorio sino además acortar esa brecha entre el evento de muestreo y el análisis. “La idea es poder contar con análisis más rápidos, que idealmente puedan realizarse in situ. Esto permitirá tomar decisiones en el lugar de muestreo y profundizar en preguntas más complejas sin necesidad de concurrir al sitio varias veces”.
Al tratarse de objetos de alto valor patrimonial, la muestra tiene que ser muy pequeña e, incluso, nula, lo que reduce la invasividad a la mínima expresión. Por otro lado, muchos de esos objetos no pueden ser transportados, ya sea por razones obvias —cuevas con arte rupestre o murales— o bien por cuestiones logísticas —muchas veces, los seguros exceden cualquier presupuesto de estudio—. “Muy pocas obras son las que se pueden llegar a transportar a un laboratorio o taller de restauración”, señala Tascón.
Pero, ¿en qué consiste la toma de una muestra? “Por un lado, trabajamos con metodologías no invasivas de análisis, como la fluorescencia de rayos X y el análisis de compuestos volátiles emitidos por las muestras. Uno de los objetivos principales es evitar la toma de muestras. Por otro lado, la investigación se orienta al análisis de muestras mediante técnicas de microextracción en fase sólida acopladas a técnicas cromatográficas con detección por espectrometría de masas”, explica Tascón. Según el especialista, estas técnicas permiten separar, identificar y cuantificar en el lugar los compuestos presentes en muestras complejas. “Además, junto con el equipo de investigación, desarrollamos técnicas de análisis químico sobre microestratigrafías, tanto para el estudio de los materiales y técnicas pictóricas como para la determinación de depósitos ambientales”, detalla.
“Desde el CEPyA estamos trabajando en proyectos tecnológicos locales pensando en el desarrollo de instrumental de bajo costo y de código abierto. La idea es generar el monitoreo in situ de variables ambientales a gran escala y en tiempo real. Esto nos permite tener los datos en vivo y con alta resolución temporal y, a la vez, contar con diagnósticos más precisos”, explica Tascón. Entre sus proyectos, el CEPyA aborda el estudio material y los mecanismos de degradación del arte rupestre en varios sitios de la Argentina. “Todas estas tecnologías se suelen aplicar en una gran cantidad de museos en la provincia y en CABA, así como en muchos sitios arqueológicos en el interior del país. Estamos colaborando con sitios en Catamarca, Jujuy, Ushuaia, Santiago del Estero, entre otros”.
Por otro lado, se lleva adelante un proyecto bilateral entre el Consiglio Nazionale delle Ricerche (CNR) de Italia, el Istituto Nazionale di Fisica Nucleare (INFN) y el CONICET para el desarrollo de tecnologías no invasivas orientadas al estudio del patrimonio. Además, existe una colaboración con la Universidad de Bamberg de Alemania, financiada por el Centro Universitario de Baviera para América Latina (BAYLAT), para el estudio del impacto del cambio climático en el patrimonio cultural y natural. Finalmente, el Centro trabaja y colabora de forma continua en una gran variedad de proyectos financiados por la Fundación Getty, la ANPCyT y el CONICET.