La investigadora del nuevo Programa de Estudios sobre China Global de la Escuela IDAES estudia la migración china en el país desde hace más de diez años y mantiene vínculos estrechos con lxs migrantes. En esta entrevista, cuenta cómo lograron asentarse en nuestra sociedad y destaca la importancia de las políticas bilaterales entre ambos países.
Son tres cuadras sobre la calle Arribeños, en el barrio porteño de Belgrano, que condensan todo el color de una cultura milenaria entrelazada con bares modernos, regalerías y casas de comida. En el barrio Chino, entre dragones, leones, arcos y banderas, Luciana Denardi, investigadora del nuevo Programa de Estudios sobre China Global de la Escuela IDAES-, cuenta cómo llegaron y se establecieron las comunidades chinas y taiwanesas, cómo fueron recibidas por los argentinos y cuál es el impacto de sus ciudadanos en el país.
Hoy, se estima que hay entre 100 mil y 120 mil migrantes chinxs en el país y que la gran mayoría está asentada en el AMBA, según la información brindada por la Embajada de la República Popular China en la Argentina y por algunas asociaciones de migrantes chinos. Al mismo tiempo, se calcula que existen alrededor de 9 mil supermercados chinos en las principales ciudades argentinas, lo que redunda en aproximadamente un supermercado cada tres cuadras en esas zonas.
¿Cómo se produjeron las oleadas migratorias chinas en la Argentina?
Migración china hubo siempre y en relación con América Latina en Argentina es bastante tardía, a diferencia de lo que pasó en Perú, donde llegaron muchos años antes. Los primeros chinos que llegan a Argentina son hombres solos que vienen bajando del Perú en la década de 1930. Hacia fines de los ‘70 llegan las primeras familias taiwanesas con niños de 10 años y eso genera otro tipo de inserción en la sociedad, porque hay buscar escuelas para los chicos y hacer trámites en hospitales y otras instituciones, lo que produjo una inserción más completa.
¿Cómo impactaron en la comunidad china en la Argentina los avances y retrocesos económicos de nuestro país?
En las crisis de 2001 muchos taiwaneses se van a Estados Unidos o a su país de origen y a partir de 2003 empiezan a llegar los chinos de la China continental con la recuperación económica del país. Nuestra sociedad, que está tranquila y mejorando económicamente su situación, los recibe bien. Los recién llegados son más jóvenes que vienen a formar familia acá y vienen en su mayoría de la región de Fujian, porque se van prestando dinero para poder viajar. En China se hace muy presente el boca en boca con alguien que vino primero y les contó que conviene venir a la Argentina.
Después de 2012 llegan los trabajadores de las empresas trasnacionales, muchos profesionales, banqueros y los migrantes que habían llegado desde 2003 empiezan a diversificar sus actividades. Ya no son solo supermercadistas, sino que muchos empiezan a establecer bazares, se vuelcan a las exportaciones y llegan muchos estudiantes por medio de vinculaciones entre universidades y empresas argentinas y chinas.
¿Por qué la mayoría se establece en supermercados?
Muchas de las personas que entrevisté me dijeron que hay una tendencia a dedicarse a las actividades comerciales. También está la cuestión del idioma, porque no se necesita hablar mucho con los clientes para manejar un supermercado o montar un pequeño almacén. Al principio, las familias taiwanesas los montaban en las casas donde vivían, donde un cuarto era la verdulería, el otro el almacén. Pero lo importante es que se puede resolver fácilmente sin conocer tanto el idioma. Con el tiempo se fue construyendo una red de apoyo a los que iban llegando y los esperaban con los supermercados ya listos y los recién llegados compraban el fondo de comercio. Ese mecanismo se fue aceitando con el tiempo.
Hace unos años, varias notas en medios de comunicación hablaban de la “mafia de los supermercados chinos”. ¿Existe algo así?
Estudié bastante esos casos cuando surgieron esas denuncias, pero las veces que quise hablar con los migrantes chinos sobre eso, ellos no quisieron responder. La realidad es que los migrantes no tienen el mismo espacio para derecho a réplica en los medios. Hay vecinos de Belgrano que se opusieron al Barrio Chino cuando se empezó a conformar y una manera de declararles la guerra fue con estas denuncias de las mafias, de que venden pescado podrido, de que apagan las heladeras; todo eso tiene un espacio en los noticieros que los migrantes no tienen. Recién ahora con las segundas generaciones están pudiendo responder. Debería haber más espacios para que puedan hablar ellos, por ellos mismos.
¿Cómo se producen las dinámicas y tensiones hacia dentro de las comunidades?
Esas dinámicas van de la mano del devenir de las relaciones entre China y Argentina. Los migrantes se van acomodando a la coyuntura, a lo que la situación de ese momento necesita o les interesa. Toda esta presencia más fuerte de China de los últimos 10 años ha cambiado la imagen que tenemos los argentinos de China y de los migrantes chinos. Ha generado algunas aperturas que los inmigrantes han aprovechado. Por ejemplo, hay más festejos del Año Nuevo Chino porque se vio que era una forma de dar otra imagen de China.
¿Cómo es la relación del gobierno chino con su diáspora en el mundo?
Los trabajos que analizaron las olas migratorias previas a los ‘80 dicen que hay una preeminencia del confucionismo, de valores que tienen que ver con la piedad filial y con estar pendiente y cuidar a los antepasados. Si vos te ibas del país y no cuidabas a tus padres estabas faltando a un valor confuciano bastante nodal. Algunas de las revoluciones que se dieron a principios del siglo XX fueron organizadas desde el extranjero y entonces se montó un marco de sospecha y se los trataba como traidores. Todo eso se tuvo que desarmar. China no es el único país que tiene relación con sus diásporas, pero la manera, el lugar tan importante que le dio a las diásporas en este proceso de reforma y apertura y la fuerza con la que lo ha hecho, es inédito. La manera en que los incluye China en este proceso de reforma y apertura no tiene un ejemplo comparable.
Estos migrantes despliegan en los lugares donde están políticas que van de la mano con las políticas estatales chinas, entonces esto genera que los migrantes sean actores clave tanto para la Argentina como para China.
Entonces, ¿se puede pensar en las relaciones entre China y sus diásporas como una política de Estado?
Por supuesto. Las políticas con la diáspora son amplísimas. Existe todo un programa para que los hijos de los migrantes vayan a China, conozcan China, estén en contacto con sus raíces; hasta el fomento de las asociaciones de migrantes chinos en Argentina, que son esos espacios que están en el medio entre los dos países, conocen las dinámicas de ambos países y eso los convierte en actores clave.
¿Qué incidencia tiene la migración china en la Argentina sobre las políticas bilaterales entre Argentina y China?
Tienen mucho peso pero todavía no hemos llegado a ver todo lo que tienen para dar. Falta un trabajo de reconocimiento de ese rol de los migrantes y las posibilidades que estos migrantes pueden ofrecer. Hay que escarbar un poquito más y entender cómo son estas lógicas. Seguimos esperando al gran empresario o que el presidente vaya para allá. Por lo general el migrante es esa persona enigmática o esa persona que menospreciamos. Si bien en la Argentina ellos dicen que se los recibe bien, también hay tensiones, discriminación y xenofobia. Falta esta idea de ver al migrante chino como persona que nos puede dar una mano y del que podemos aprender mucho.
¿Cuál es la importancia y el rol de las asociaciones de migrantes chinos?
Tienen una gran importancia para los recién llegados. Las primeras asociaciones tenían un interés más cultural y educativo. En 2014, cuando se firma la Asociación Estratégica Integral Argentina-China, las asociaciones empiezan a tener objetivos económicos: hacer de puente para hacer negocios, exportar, importar, se van acomodando a la coyuntura. Primero necesitaban establecerse acá y poder lograr que los descendientes no pierdan el contacto con ciertas prácticas culturales. Después se fueron acomodando al rol que baja desde el Estado chino y a ellos también les conviene. Así y todo, siempre desde las asociaciones se pregonan los principios del confucianismo: el bien común, la solidaridad, el cuidado a los adultos mayores.
¿Cómo fue cambiando la percepción de los argentinos sobre los migrantes chinos y sobre China?
Hace 10 años se veía a los migrantes chinos con cierta distancia, como personas a las que no se las llegaba a entender, pero que eran un personaje simpático de la cuadra. Con todo el crecimiento de China y el vínculo con Argentina esa percepción cambió: “este migrante que veo en el supermercado puede ser algo más que una persona que viene de una zona empobrecida, sino que es parte de la primera potencia del mundo”.
Ahí se empezó a cambiar la percepción y también todo el crecimiento de China y el contacto de China en la Argentina generó un impacto en los propios migrantes. Se ve cómo se empezaron a sentir orgullosos de ser chinos y que se reflejaba en actos tan simples como sostener el nombre chino. Muchos se suelen cambiar el nombre para que sea más fácil, pero los más pibes se hacen llamar por su nombre chino. Hay un espacio que se abrió y que ellos lo sienten muy fuerte.
A contramano de eso, cuando arrancó la pandemia recibieron muchas agresiones en la vía pública y por redes sociales. Eso fue muy doloroso para ellos, pero al mismo tiempo fue el momento en que por primera vez muchos de ellos se animaron a responder. Eso no había pasado nunca. Empezaron a explicar ciertas cuestiones, a romper con algunos mitos, a escrachar medios de comunicación cuando advertían titulares racistas y xenófobos. Eso es maravilloso.
El presidente Alberto Fernández viajó hace pocas semanas a China y el Gobierno argentino anunció la incorporación a la nueva Ruta de la Seda, ¿Qué te parece esta noticia?
China es un aliado fundamental de la Argentina. Hay que analizar cómo y en qué condiciones, porque China nos lleva muchísima ventaja en términos de cuánto saben de Argentina en relación a lo que nosotros sabemos de China. Hay que hacer un estudio serio, pero yo creo que es un aliado fundamental frente a todo lo que se viene y eso quedó demostrado en la pandemia. Es una oportunidad de demostrar si realmente funciona esta lógica del win-win, que es la base del soft power chino en sus relaciones económicas.