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Dos informes publicados por el Instituto de Altos Estudios Sociales y la Escuela de Economía Negocios de la UNSAM analizan la realidad de las cooperativas del distrito y la situación económica local. De lxs casi mil cooperativistas que hay en San Martín el 58 % son mujeres. Avances y derechos pendientes del tercer sector en tiempos de crisis.
“Bueno chicas… tenemos que laburar, porque si nosotras no aprendemos los varones nos pasan por encima y después nos cagan matando”, dijo Paola en 2011 cuando decidió conformar la Cooperativa 9 de Julio en José León Suárez. Ocho años después, la cooperativa que cuenta con 35 trabajadorxs con mayoría de mujeres, ya construyó las veredas de todo el barrio, realizó reparaciones en diferentes zonas de San Martín y levantó obras completas en varios colegios del distrito.
Daniela prepara la mezcla en el piso. Mariana coloca una hilera de ladrillos en la medianera. “Cosita” corta baldosas con una amoladora. Todxs trabajan en el centro comunitario que Paola abrió con su familia hace 15 años y da de comer a más de 130 chicxs por día (Ver recuadro). “Yo desde los ocho años sé lo que es la construcción porque mi papá y mis hermanos siempre fueron albañiles y aprendí trabajando con ellos desde chiquita. Cuando armamos la cooperativa mi papá capacitó a todxs”, cuenta la presidenta de la cooperativa.
La 9 de Julio es una de las 22 cooperativas que relevaron los investigadorxs del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) en la primera etapa del proyecto Situación actual de la economía popular, social y autogestiva de San Martín. El trabajo coordinado por la docente e investigadora Paula Abal Medina contó con la participación de la Subsecretaría de Desarrollo Territorial del Municipio de San Martín y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).
“La economía popular es una economía política popular que combinando gremialidad y territorialidad logró instalarse a contrapelo como uno de los desafíos más evidentes de los años que vendrán”, dice el documento.
Los rubros en los que trabajan las cooperativas de San Martín son diversos, tanto en las fábricas recuperadas como en el asociativismo. Según el relevamiento, el 21,7% se desempeña en construcción y obras, un 10,8% en el sector educación —incluyendo los espacios de primera infancia— un 8,7% en la industria textil y un 8,7 en la metalurgia. El resto está compuesto por trabajo en curtiembres, alimentación, audiovisual, gráfica, calzado, y limpieza de arroyos, entre otros rubros.
Paola, quien además es militante del Movimiento Evita, cuenta que decidieron conformar la cooperativa luego de que el Municipio de San Martín realice las obras de entubado y soterramiento del Arroyo Medrano. “Nosotros trabajábamos en la limpieza del arroyo y cuando lo entubaron nos quedamos sin trabajo. Yo empecé con la cooperativa porque me separé y no tenía cómo darle de comer a mi hijo. En esa época cobraba el plan, pero con eso solo no alcanza”, dice.
Machismo y desigualdad
De lxs casi mil cooperativistas que hay en San Martín el 58 % son mujeres, las cuales ocupan el 70% de los puestos en cooperativas en el asociativismo y solo un 31 % en fábricas recuperadas. Los datos se condicen con el estudio Características del empleo en las industrias del partido de San Martín recientemente publicado por el Centro de Economía Regional (CERE) de la Escuela de Economía y Negocios (EEyN) de la UNSAM y el Municipio de San Martín, que relevó la situación de 250 empresas PYME.
Según el estudio de la EEyN, la industria local solo emplea a una mujer por cada cinco varones, las cuales en su mayoría desempeñan tareas administrativas y, aunque generalmente cuentan con un mayor nivel educativo que sus pares hombres, solo el 8 % son presentadas como personal calificado y el 14 % llega a ser socia empresarial. “En los rangos jerárquicos la proporción de mujeres es baja, pero tienen un nivel educativo superior al de los hombres. Es como que si son mujer necesitás un mayor nivel educativo que los hombres para llegar a los puestos altos”, dice Agustina Ciancio, investigadora del CERE.
No existen datos actualizados, pero según el Censo Nacional Económico del año 2005, en San Martín las PYMEs y Mini PYMEs emplean al 98 % de la población ocupada y solo el 2 % trabaja en grandes empresas. “Desde 2016 La tendencia es de pérdidas de puestos de trabajo en todos los trimestres. Alrededor del 5 % interanual con un 2018 incluso más grave. El acumulativo da una cifra del 10 % de pérdida de puestos de trabajo en San Martín. Son datos muy similares del empleo industrial nacional”, cuenta Adrián Gutiérrez Cabello, director del CERE.
Paula Abal Medina destaca en el informe del IDAES que las formas de “economía popular” que se manifiestan en el trabajo de las cooperativas “producen el tejido de protecciones y de movilización social que le salva la vida a lxs trabajadorxs desde hace décadas”, pero reconoce que se trata de “un sinfín de trabajos sin contrapartida de derechos”. El informe muestra que el 34 % de los cooperativistas tiene más de un trabajo, el 40 % no tienen ningún tipo de cobertura médica y el 70 % se encuentra por debajo de la línea de pobreza, del cual el 58 % no llega a cubrir lo mínimo e indispensable para sus hogares.
Una de las mayores dificultades que perciben las cooperativas es lograr la habilitación necesaria para ser reconocidas como unidades productivas. “Es llamativo que corporaciones como Rappi y Glovo, tras la sanción en 2017 de La Ley 27.349 de Apoyo al Capital Emprendedor hayan podido constituirse como empresas con un capital social irrisorio (dos salarios mínimos) en apenas 24 horas, a través de una nueva forma legal: la Sociedad por Acciones Simplificada (SAS). Y del otro lado, unidades productivas como las relevadas aquí, encuentren prácticamente imposible ‘estar en regla’ para poder garantizarse la posibilidad de trabajar”, plantea el informe.
El comedor de Paola
Además de la cooperativa 9 de Julio, Paola dirige el centro comunitario del barrio que le da de comer a 130 personas todas las noches. El espacio abre sus puertas de 8:00 a 20:00 y ofrece talleres de gastronomía, oficios, dibujo, clases de apoyo escolar y funciona como sede del Plan Finalización de Estudios Primarios y Secundarios (FINES).
Paola abrió el comedor en su propia casa y lo gestiona hace 15 años. Junto con sus compañerxs, no dejan de mejorarlo, agrandarlo y repararlo. “Nosotros antes les dábamos solo de comer a chicos, ahora viene también gente grande y abuelos. Hacemos 14 paquetes de fideos por noche y a veces nosotros cenamos mate y galletitas porque no alcanza para todos”, describe.
El equipo de trabajo consigue la comida por donaciones del Movimiento Evita y particulares y los materiales para construcción mediante colectas y rifas en el barrio. Aunque al auge de los costos dificulta la tarea comunitaria. “Nos la rebuscamos”, afirman.
“Yo del centro comunitario no gano nada. Pero el cariño de los pibes hace que todo valga la pena. Ver a las pibas como Mariana, Dani y Tamara que antes venían a comer y ahora están trabajando en la cooperativa es un orgullo. Las veo trabajar y me acuerdo que ellas venían a tomar la leche. Ahora tienen un oficio y estoy peleando para que terminen el secundario las que no lo terminaron”, concluye Paola.
Muy buen trabajo!
excelente trabajo de transferencia universitaria, facilita mucho en proyecto el intercambio profesional y las bases comunitaria, ademas de consolidar roles ocupacionales y promover la inclusión en DDHH, FELICITACIONES!!! dejamos abierto el espacio por si podemos sumarnos a la red desde mi cátedra en dinámicas ocupacionales en la comunidad y por la comunidad ICRyM -UNSAM