#TalentoUNSAM, Instituto Sabato, Notas de tapa
Martín Alurralde y Silvio Terlisky, docentes e investigadores del Instituto Sabato y de la Comisión Nacional de Energía Atómica, trabajaron en el diseño y la fabricación de los paneles solares y la antena radar del satélite argentino que fue lanzado en octubre de este año para observar la Tierra.
El Satélite Argentino de Observación por Microondas (SAOCOM 1A) se lanzó al espacio el domingo 7 de octubre en el cohete Falcon 9 Block 5 de la empresa SpaceX desde la base Vandenberg en California (Estados Unidos). Horas después del despegue, el dispositivo de 3 toneladas logró ingresar a su órbita polar de manera exitosa.
Diseñado en 2004 y desarrollado y fabricado por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y las empresas estatales INVAP y VENG, el satélite argentino permite medir eventos climáticos extremos —inundaciones, incendios o erupciones volcánicas— y determinar la humedad del suelo con una precisión sin precedentes —pudiendo medir hasta 2 metros de profundidad—.
Investigadores/as, tecnólogos/as y estudiantes del Instituto de Tecnología Sabato (ITS) de la UNSAM y la CNEA diseñaron y desarrollaron dos de los componentes principales del satélite argentino: los paneles solares, encargados de proveer energía a los circuitos electrónicos, y la antena radar de apertura sintética, con la cual se obtiene información de la Tierra.
Al respecto, el docente e investigador de la Ingeniería y de la Maestría en Materiales Silvio Terlisky, a cargo del cálculo y verificación estructural de la antena, cuenta cómo funciona el dispositivo: “La antena es el instrumento principal del satélite. Envía señales electromagnéticas a la Tierra en frecuencia de microondas y recibe el eco del terreno con información de amplitud y fase. Una vez comparada la onda emitida con el eco recibido y procesada esa información en base al tiempo y la posición del satélite se puede obtener una gran cantidad de información sobre la superficie del terreno. El uso de frecuencias de microonda permite recibir información relevante en cualquier condición meteorológica, incluso de noche y con cenizas volcánicas, humo o fuego en el aire”. Esa información luego es analizada por especialistas e ingenieros informáticos del Centro Espacial Teófilo Tabanera, que la CONAE posee en Falda del Cañete (Córdoba).
La estructura y los mecanismos de la antena radar de apertura sintética fueron desarrollados íntegramente en la CNEA. Se trata de un dispositivo plegable de fibra de carbono de 35 metros cuadrados, la superficie de antena radar más grande construida para un satélite. Para fabricarla, los técnicos y tecnólogos tuvieron que diseñar todos los sistemas y procedimientos desde cero, dado que no había antecedentes de fabricación de componentes estructurales de fibra de carbono. “Se eligió ese material por su bajo peso, debido a que los costos de lanzamiento dependen de la masa y la órbita del satélite”, explica Terlisky.
Para poder soportar las vibraciones mecánicas y acústicas así como las condiciones extremas de carga al momento del lanzamiento la antena debió ser plegada. Una vez en órbita, el dispositivo se desplegó y acomodó para luego comenzar a funcionar. Cabe destacar que todos los mecanismos (bisagras, trabas, sistemas de retención y liberación) y las estructuras de soporte y transporte en tierra fueron diseñados y desarrollados por la CNEA.
En cuanto a los paneles solares del SAOCOM, Martín Alurralde —docente e investigador de la Ingeniería en Materiales que integró el equipo encargado del diseño y la fabricación— cuenta: “Se trata de tres paneles solares de fibra de carbono y aluminio de 4,32 metros cuadrados compuestos por celdas solares de aproximadamente 32 centímetros cuadrados. Las celdas son de alta eficiencia para uso espacial y costaron unos 300 dólares cada una. Toda la estructura de los paneles fue desarrollada por nosotros en la CNEA”.
Industria nacional
Jorge Sabato, uno de los investigadores argentinos más reconocidos del campo de la ciencia y la tecnología, definía la energía nuclear como una “industria industrializante”, es decir, una industria que requiere de otras especialidades como la ingeniería en materiales, la metalmecánica, la metalurgia y la informática para desarrollarse. Dado su nivel de complejidad, la industria satelital podría ser caracterizada con el mismo criterio. “Estamos convencidos de que la industria satelital es un recurso estratégico fundamental para el desarrollo del país”, coinciden Terlisky y Alurralde.
El SAOCOM 1A forma parte de una constelación de 6 satélites (4 italianos y 2 argentinos) denominado Sistema Ítalo-Argentino para la Gestión de Emergencias (SIASGE) y su objetivo principal es el manejo y control de emergencias ambientales. La información generada por el satélite podrá ser vendida a empresas privadas y a estados nacionales. Si bien el satélite irradia fundamentalmente sobre América del Sur e Italia, podrá obtener información de todo el mundo.
“Una de las grandes ventajas del SAOCOM es que mide la humedad del suelo: las microondas penetran en la tierra y permiten calcular cuánta humedad hay en un determinado sector. Esa información es de mucha utilidad y puede venderse a productores agrícolas interesados en informarse sobre las condiciones del suelo”, detalla Terlisky sobre una de las tantas potencialidades del satélite.
El próximo paso será la puesta en órbita del Satélite SAOCOM 1B —proyecto que fue aprobado por el Gobierno nacional—, el cual funcionará como complemento del 1A ubicándose en una posición diametralmente opuesta de su órbita polar. Pero, según los investigadores, en el contexto económico actual se dificulta y posterga la continuidad de los proyectos del sector.
“Conrado Varotto —exdirector de la CONAE y fundador de INVAP— siempre dijo que, por su gran tamaño, la Argentina debía apostar a su industria satelital. Lo que ahora vemos es que algunos de los proyectos que venían gestándose están siendo postergados. Por el momento, el SAOCOM 1B continua vigente”, concluye Alurralde.