Por Eduardo Langer, director de la Licenciatura en Educación y del Profesorado en Ciencias de la Educación de la Escuela de Humanidades de la UNSAM

En términos históricos, la universidad no solo no fue destino ni fin para una gran parte de la población, sino que directamente no había posibilidades ni oportunidades para quienes el límite de la educación era ponerse a trabajar para subsistir. No era de elecciones ni méritos la justificación de los/as estudiantes que habitaban las altas casas de estudios, reservadas siempre para los grupos más poderosos de nuestra sociedad. Es decir, una educación larga solo para una minoría, una corta para la gran mayoría.

Si bien esta división no ha cambiado del todo, vemos que, a lo largo de las últimas décadas, la cantidad de años destinados a la educación de esa gran mayoría aumentó. Al mismo tiempo, las matrículas de todo el sistema educativo, incluso las del superior, tienden a una mayor democratización en términos de acceso y de formas de vinculación. Aún hay grandes desafíos por recorrer: en un mundo en el que las desigualdades, la desocupación y la pobreza se han intensificado, sería insensato decir que en la actualidad hay mayores posibilidades de educarse. Sin embargo, descubrimos ciertos factores que permiten pensar que algo de esas inexorabilidades de los destinos viene resquebrajándose.

El ingreso a los distintos niveles de educación solía organizarse en función de edades teóricas o “normales”, las cuales correspondían a un determinado nivel de conocimiento, como un medio a través del cual organizar y construir las situaciones de éxito o fracaso (repetición, abandono o sobreedad). Hoy el mandato de inclusión educativa tensiona esa histórica selección/eliminación en un mundo en el que, además, no hay lugar/trabajo para todos/as. Por lo tanto, el retraso medido en términos etarios dejó de ser la norma que se construye en nuestros sistemas, sobre todo, en los niveles secundarios y superiores.

En este marco, se observa que hace un decenio en nuestra universidad la matrícula de estudiantes con más de sesenta años no paró de crecer, hasta casi duplicarse de 2022 a 2023. En la UNSAM, este año tenemos 282 estudiantes de más de 60 años. El 77 % cursa carreras de pregrado y grado, y el 23 % restante carreras de posgrado. Así, la universidad deja de ser una ilusión para quienes siempre quisieron estudiar y nunca pudieron porque sus condiciones de vida se lo impidieron. Muchos/as, seguramente, tuvieron que trabajar desde pequeños/as y no tuvieron una familia que pudiera sostenerlos/as. De hecho, el 72 % de ellos/as son primera generación de estudiantes universitarios/as (de sus familias progenitoras). Además, son parte de una generación en la que las mujeres tuvieron que criar/cuidar hijos/as exclusivamente: el hecho de que 6 de cada 10 estudiantes mayores de 60 años sean mujeres es, quizás, uno de los más grandes logros en este proceso de democratización de nuestra educación universitaria. Como dijo una reciente egresada de 75 años, “quedarme en casa no era un plan acorde a mi historia”.

Además, es significativo que el 72 % de los/as que cursan pregrado o grado hacen una licenciatura. Es decir, carreras más largas comparativamente. Entre ellos/as, la mitad está en carreras de los campos de las humanidades o las ciencias sociales tales como historia, ciencia política, antropología, sociología o filosofía. Estos dos datos agregan valor a la cuestión, dado que se trata de carreras que transmiten saberes que no son considerados estrictamente instrumentales/técnicos o con un valor de aplicabilidad directo. Los/as 5 estudiantes más grandes de nuestra universidad, que tienen entre 78 y 83 años, estudian esas carreras (antropología, sociología, ciencia política e historia).

En un mundo en el que todo parece ser fugaz y líquido, y en el que las competencias destrozan los relatos de vida de los sujetos, el incremento de estudiantes con edades más avanzadas en carreras de humanidades y ciencias sociales nos permiten pensar en las capacidades de producir y transmitir saberes más allá de su productividad o eficacia en términos instrumentales. Sin duda, como dice Bifo Berardi en Futurabilidad, las subjetividades que subyacen al proceso de conocimiento son centrales porque los cuerpos buscan afecto y amistad como camino hacia la emancipación del futuro. Así, la universidad deja de ser una ilusión y pasa a ser un camino de ocio, de cuidado de sí, de amistad, de felicidad y de placer. Para todos/as ellos/as, la UNSAM deja huellas profundas en cada una de sus historias.

Ciclo #DatosUNSAM

Ideado por la Secretaría de Planificación y Evaluación, el ciclo #DatosUNSAM se propone alentar a toda la comunidad académica a mirar y analizar sus procesos y experiencias socioeducativas a partir de información que la institución produce en su gestión cotidiana.

Si sos docente, investigador/a, estudiante avanzado/a o no docente de la Universidad, te invitamos a aportar tu análisis/lectura a partir de información estadística procesada y provista por la Secretaría a partir de los registros administrativos que los departamentos de Servicios Académicos de las UUAA gestionan en el SIU Guaraní.

Contacto: secretariapye@unsam.edu.ar

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