Escuela de Bio y Nanotecnología (EByN)
El especialista en propiedad intelectual aplicada a la biotecnología vegetal ofrecerá este verano la novena edición del Curso de Posgrado en Patentes de Invención y Transferencia de Tecnología, que dicta desde 2012 a científicxs, tecnólogxs y abogadxs. “Desde la génesis de cualquier idea hay que tener en claro cuáles son los territorios que son propiedad de terceros”.
Quienes hacen investigación científica saben que sus carreras están plagadas de fracasos y que un resultado técnico exitoso es algo muy poco frecuente. Lo que no suelen tener tan claro es que todo ese esfuerzo puede perderse si no se toman recaudos desde el principio, sobre todo si desean llevar un producto al mercado.
El ecosistema biotecnológico argentino crece con fuerza, tal como reflejó el Censo de Empresas Bio y Nano 2023, llevado adelante por especialistas del Centro de Investigaciones para la Transformación (CENIT) de la Escuela de Economía y Negocios (EEyN) de la UNSAM. Parte de ese crecimiento implica la cobertura de áreas de vacancia, el apuntalamiento de puntos débiles y la resolución de cuellos de botella. Son procesos sistémicos que se retroalimentan: si no hay startups que innoven, no tiene sentido que haya especialistas en propiedad intelectual. Si no se protegen las innovaciones, no hay startups capaces de cruzar “el valle de la muerte”, como se conoce en la jerga a ese pasaje que media entre el momento en que se reciben las primeras inversiones hasta que son rentables. Esta es la mirada de Fernando Ardila, uno de los mayores especialistas argentinos en propiedad intelectual de la biotecnología vegetal. Su propia trayectoria corre en paralelo al desarrollo del sector y ejemplifica cómo se forman procesos virtuosos y cada actor encuentra su lugar.
Ardila comenzó su carrera como investigador en el campo de la biotecnología vegetal, pero un incidente con una patente lo llevó a especializarse en propiedad intelectual y transferencia tecnológica. Con experiencia local e internacional (Japón y Estados Unidos), Ardila se desempeña actualmente como investigador del INTA en propiedad intelectual. Cuenta con más de cien publicaciones y presentaciones a congresos nacionales e internacionales y es docente de la UNSAM, donde cada verano dicta un curso de posgrado en propiedad intelectual y patentes.
En esta entrevista, Ardila aborda los desafíos que enfrentan los biotecnólogos a la hora de innovar y analiza la actualidad del sector. También destaca la necesidad de que los biotecnólogos argentinos del sector público y emprendedores incorporen contenidos mínimos de propiedad intelectual.
¿Hay que patentar todo?
En algunos casos es una obligación hacerlo; en otros pocos, no hay otra manera, pero no siempre. De hecho, frecuentemente no lo es, pero cuando se está en un terreno de alta propiedad en cabeza de terceros en el ámbito nacional o internacional es absolutamente necesario conocer esta temática. La biotecnología, por ejemplo, es un ámbito propietario muy relacionado con la apropiación de desarrollos y la propiedad intelectual.
¿Cómo es una caso de mala praxis en términos de propiedad intelectual?
Hay muchos casos. En desarrollos de transgénesis vegetal a veces ocurre que, por desconocimiento, los científicos incorporan materiales en los germoplasmas. Estamos hablando de cosas que son la parte de un todo y que tienen un origen oscuro. Ese origen puede ser algo “me lo pasó tal colega, al que se lo pasó tal otro y anda como piña”. Entonces el investigador responsable que accede a usarlo está mirando solo el plano técnico y avanza y recién cuando los resultados son maravillosos y empieza a pensar en transferir eso al mundo real, ahí descubre que eso que parecía una contribución a su equipo fue una estafa. Es decir: un montón de profesionales invirtieron su tiempo, expectativas, otros actores pusieron dinero y eso hay que quemarlo porque tiene una contaminación de propiedad intelectual. Algunas veces esa contaminación se resuelve yendo con la cabeza gacha a negociar con el propietario. Otras veces la respuesta es negativa y entonces el responsable tiene que ir a su equipo y decirle, “esto que trabajamos cuatro años, bueno, no sirvió para nada” y le tiene que ir a explicar a la fuente de financiación que todo eso que pensaba que era un golazo técnico, no puede llegar a la comunidad en forma de una mejora de calidad de vida. La propiedad intelectual debe ser considerada desde los diseños de investigación.
Sos biólogo, doctor en Química e hiciste un doctorado en Japón. ¿Cómo te especializaste en propiedad intelectual?
Después del doctorado en Química hice otro en Biología Molecular en el exterior y volví. Trabajé en biotecnología muchos años, en particular, en desarrollos de cultivos transgénicos en el INTA. Y tuvimos un resultado maravilloso, un éxito técnico enorme. Fue muy lindo hasta que nos dimos cuenta que había un problema de propiedad intelectual. Así que me fui a leer los convenios que otros habían firmado y ver si había solución y preguntarle a abogados especialistas. Cuando los abogados me mandaban la norma, me ponía a estudiar: no podía seguir haciendo desarrollos sin conocer las normas. La institución me apoyó y me formé acá, y en el extranjero. Cuando volví a la investigación puse el foco propiedad intelectual que es lo que hago ahora junto a la docencia.
Esa experiencia te marcó…
La carrera del investigador está plagada de fracasos. Un resultado técnico exitoso no es la norma ni muchísimo menos. Es una rara avis. Es una pena que se pierda por cuestiones relacionadas con lo normativo. Es un despropósito que todo el esfuerzo no se transforme en una contribución real por factores críticos, como son los temas jurídicos, que tratamos en esta materia.
¿Qué importancia se le otorga hoy a la propiedad intelectual en empresas y en el sector público?
En la Argentina hay un desfasaje entre el manejo de la propiedad intelectual en empresas y en instituciones públicas. Las empresas están al día porque operan con la lógica del lucro económico y les saldría carísimo no ocuparse. En cambio, las instituciones públicas contribuyen en el ámbito del conocimiento de otra manera, no necesariamente vía apropiación. Pero hay diferencias a escala global.
Estados Unidos fue el país que desarrolló la profesión de transferencia de tecnología. Fue algo sistémico: el concepto de propiedad estaba muy imbricado en la industria y en la sociedad, y las universidades se pusieron de ese lado rápidamente y se formaron y participaron de un fenómeno de monetización o de la aspiración de la monetización de una manera más agresiva que en Europa.
Trabajé en el área de transferencia de tecnología de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, el NIH, y recibía expertos en transferencia de tecnología de países de Europa. Aún cuando venían de universidades relevantes de Europa, observaba que estaban retrasados.
La situación de Argentina es mejor que la de la mayoría de países de la región en este ámbito. A pesar de las críticas que podríamos formular, la mayoría del mundo no está atendiendo esta temática.
¿Cómo ves al ecosistema biotech en Argentina?
Estamos empobrecidos como país, pero detecto señales que me llevan a decirte que muy bien. En el ámbito de la biotecnología veo muchas iniciativas. Todo eso sumado a las raíces que históricamente viene echando el sistema público de educación en cuanto a la formación de recursos humanos. Sin esa condición necesaria, no tendríamos chance de innovar. La UNSAM es un ejemplo que forma parte de esta dinámica. Participé como voluntario de la vacuna ARVAC. Yo había participado como voluntario de la Sinopharm, pero con ARVAC tuve menos síntomas y la misma o mejor protección. Además, se produce en la Ciudad de Buenos Aires. Estas cosas forman parte de por qué soy tan optimista. Además veo una cantidad de profesionales interesados en desarrollar y llevar un producto hasta la puerta de la casa del cliente que no veía años atrás.
¿Y con respecto a la demanda de perfiles especializados en propiedad intelectual?
No es un área de vacancia, pero la necesidad de especialistas en propiedad intelectual va a aumentar si continúa la tendencia. En la biotecnología menos sofisticada nos podemos copiar de pasos dados por otros en situaciones análogas. Pero conforme vayamos ganando sofisticación en los desarrollos, como en algunos casos ya ganamos, vamos a necesitar una apoyatura profesional más sofisticada. Y eso lo va a dar la experiencia. En la medida en que más gente se vaya incorporando a esto, dentro de diez años vamos a contar además de con la cantidad, con la calidad necesaria de profesionales en propiedad intelectual para participar en las grandes ligas.
¿Cómo viene China?
Lo de China es una metamorfosis. Desde hace dos años es el lugar del mundo donde se presentan más solicitudes de patentes, superando al que históricamente ocupaba ese lugar, que es Estados Unidos. Y va a seguir ampliando su diferencia. La atmósfera de innovación en China es destacadísima, las inversiones adecuadas en muchos ámbitos están dando sus frutos. El desarrollo no pasa necesariamente por la apropiación, pero es un marcador.
¿Cómo surgió este curso pionero de propiedad intelectual en Argentina?
En 2012, con la UNSAM y el INTA creamos la Ingeniería en Agrobiotecnología. Desde ese momento definimos que el plan de la carrera tenía que tener una materia obligatoria dedicada a la propiedad intelectual en agrobiotecnología. Dos años después, por iniciativa de la secretaria académica de la EByN, Susana Giambiggi, creamos este curso que es optativo para los estudiantes de la Licenciatura en Biotecnología y también se ofrece como curso de posgrado. Esta será la novena edición y está abierta también a investigadores y estudiantes de otras áreas, como las Escuelas de Ciencia y Tecnología (ECyT) y Hábitat y Sostenibilidad (EHyS). Es decir que adaptamos el programa para que la formación que se ofrece no sea solo en biotecnología, sino que sirva para invenciones tecnológicas.
¿Qué ofrece el curso?
El objetivo es ofrecer conocimientos mínimos de propiedad intelectual. No busca que quienes lo tomen estén en condiciones de gestionar una solicitud de patentes, pero sí que adquieran herramientas para interactuar con profesionales que se encarguen de eso. Y además, más crítico que esto, es que al momento de diseñar, de pergeñar los proyectos de investigación, tengan en cuenta que se trata de un ámbito propietario, lo cual implica que no pueden se puede hacer cualquier cosa en los proyectos de investigación porque hay derechos de propiedad vigente en cabeza de terceros. O sea, ni siquiera un desarrollo, sino un proyecto de investigación. Desde la génesis de cualquier idea hay que tener en claro cuáles son los territorios que son propiedad de terceros, para esquivarlos o para conversar y acordar en condiciones de neutralidad con los titulares de esos territorios.
Los contenidos están estructurados en tres corpus con dos ejes: protección y transferencia. La idea es buscar el equilibrio. Una amenaza en el proceso de innovación es que, al primar la búsqueda de protección, no haya margen para comunicar y subir a otros al barco. Y eso se gana con el estudio de las herramientas que otros han desarrollado para nosotros.
Lo normativo tiene que ver con el derecho de patente y el secreto empresarial, que son dos corpus de normas, de leyes y resoluciones y disposiciones que tienen que ver con esas dos temáticas. Este concepto de protección incluye no solo la protección propia, sino la protección de los terceros que rigen con el conocimiento de esa norma.
Queremos, en primer lugar, que los estudiantes consulten la norma. Si es posible, que conozcan derecho comparado. Además del derecho de patente argentino, veremos los derechos de patente de Estados Unidos y de Europa, porque son territorios donde nuestros innovadores eventualmente podrían tener interés en solicitar derechos. En definitiva, el objetivo es que el alumno, el investigador y el tecnólogo puedan interpretar un documento de patente. Aprenderán que solo interpretando a qué responde ese documento, van a ser capaces de calcular en qué medida su desarrollo se está superponiendo, cómo lo pueden esquivar, si necesitan negociar con el propietario, etc.
Toda la info sobre el Curso de Patentes de Invención y Transferencia de Tecnología 2023, acá.
biotecnología, biotecnología vegetal, ciencia, Desarrollo, ecosistema, empresas, especialista, experto, Fernando Ardila, Innovación, INTA, invención, patente, patentes, pionero, privado, propiedad intelectual, Sector Público, startups, Tecnología, transferencia, UNSAM