LICH - Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas

“La habitabilidad de la Tierra incluye ahora la finitud de los recursos no renovables”

En el marco del lanzamiento del Centro Franco Argentino de la UNSAM, la profesora de La Sorbona Céline Spector estuvo de visita en la Escuela de Humanidades para disertar sobre las tensiones entre ecología y democracia. Una invitación desde la Filosofía Política para pensar la descarbonización de la economía, el respeto de la naturaleza y un nuevo contrato social que nos permita habitar el planeta de otra manera.

Texto: Cintia Mariscal

¿Son compatibles la ecología y la democracia? ¿Qué procedimientos democráticos deberían favorecerse para luchar contra el cambio climático y la erosión de la biodiversidad? ¿Podemos asumir privaciones y regulaciones estrictas en el presente para obtener beneficios futuros inciertos? Estas son algunas de las preguntas que planteó Céline Spector, profesora de Filosofía en la Universidad de la Sorbonne (Paris), en la conferencia “¿Consentir a la finitud? Democracia y ecología”, organizada por el Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH) de la Escuela de Humanidades en el marco de las actividades realizadas por el lanzamiento del Centro Franco Argentino de la UNSAM.

Spector se dedica a la historia de la Filosofía Política del siglo XVIII, particularmente a un estudio genealógico y normativo de la democracia y las soberanías europeas. Sus últimas investigaciones han estado enfocadas en la cuestión de la democracia ecológica y en los vínculos entre justicia social y justicia ambiental.

En oposición con quienes postulan una contradicción intrínseca entre los objetivos ecológicos y el respeto de los procesos democráticos, Spector señaló que la democracia y la ecología se refuerzan mutuamente y enfatizó en la necesidad de  revisar los principios sobre los que se funda el contrato social: la idea de individuo y la noción de representación. En la entrevista que sigue se refirió al concepto de finitud, a la relación entre ecología y capitalismo y a una nueva concepción de la autonomía más a tono con la idea de democracias representativas. “La ecología no debe ponerse ni como decisión científica, ni como dogma teológico, ni tampoco como una vocación ética, sino que debe ser política”, sostuvo.

-¿Por qué hablar de “consentir la finitud” si en realidad la finitud es algo que no se puede decidir sino que se sufre inexorablemente?

Es justamente una paradoja. Es un oxímoron que quería plantear  porque, en realidad, todo nos dice, más bien, que vamos a sufrir esta finitud, que la vamos a soportar. Es algo que se nos impondrá y por tanto que sólo podremos recibir de forma más o menos involuntaria. Pero en mi opinión, la cuestión de la reforma de la Filosofía Política, que debe tener lugar ahora, supone introducir este consentimiento a la finitud, y por tanto debe hacerse de manera reflexiva. Esto quiere decir preguntarse lo que ha sido el consentimiento para la Filosofía Política moderna y si podemos concebir de otra manera el contrato social incluyendo justamente el respeto de la naturaleza, de los limites de la naturaleza y de los limites planetarios. Desde este punto de vista, pienso que esto no implica necesariamente romper completamente con el antropocentrismo, pero si transformarlo en profundidad, de manera de poder crear una nueva filosofía del contrato social, que integre el contrato “natural”,  es decir que integre la deuda que tenemos con la naturaleza y la manera en que el humano se sitúa él mismo en el seno de la naturaleza.

-¿Es esta una manera de hacer de la finitud una cuestión política?

Absolutamente. Yo creo que ahora la cuestión de la finitud es esencial. No es la única en ecología,  lo subrayo porque precisamente la cuestión climática y la cuestión ambiental clásica son un poco diferentes. No es sólo la cuestión de la finitud de los recursos naturales, como hemos dicho durante mucho tiempo, es también la finitud del presupuesto de carbono que la humanidad tiene a su disposición, si no quiere exponerse a condiciones de vida insoportables. Por lo tanto, la cuestión de la habitabilidad de la Tierra incluye ahora esta doble dimensión de la finitud, que es a la vez la finitud de los recursos, sobre todo de recursos no renovables, y la finitud vinculada a la capacidad de carga de la atmósfera y a lo que podemos, entre comillas “emitir todavía” desde el punto de vista de las emisiones de carbono. Y me parece que aún no hemos entendido completamente qué debemos hacer para transformar nuestras instituciones políticas. Ésta es la razón por la que no me interesan los aspectos éticos de la cuestión, que se han tratado extensamente, sino exclusivamente los aspectos políticos que implican intentar repensar realmente la forma en que están diseñadas nuestras instituciones y cómo integran esta cuestión de la finitud.

-¿Cómo podemos pensar el vínculo entre ecología, democracia y capitalismo?

Esta es una cuestión enorme. El capitalismo está en vías de transformarse, aprovechando las nuevas oportunidades para el capital que se abrieron con lo que llamamos “la revolución del capitalismo verde”. Es decir que, en efecto, el capital se dio cuenta que habían oportunidades de ganancias ligadas a las energías renovables, a la conversión de los autos térmicos en eléctricos, a la descarbonización de la economía y que, por lo tanto, desde este punto de vista, el capitalismo ya está en vías de reformarse a sí mismo.  Con lo cual, no creo que vayamos a romper con el modo de producción capitalista y crear un modo de vida descarbonizado, fundado en la sobriedad integral. Desde este punto de vista, no vamos a producir el decrecimiento, incluso si fuera deseable, me parece poco probable. Creo que no deberíamos recurrir a las teorías del decrecimiento, que también corren el riesgo de llevarnos a ilusiones. Más bien me parece que deberíamos concentrarnos en estas vías de reforma del capitalismo y de regulación del mercado que, de hecho, nos permiten avanzar hacia la descarbonización. Esta es la razón por la cual defiendo lo que la Unión Europea propone actualmente, aunque todavía sea muy imperfecto, el Green Deal, el nuevo Pacto Verde, que comprende desde la restauración de la biodiversidad hasta la cuestión de saber realmente cómo implementamos la economía circular, cómo descarbonizamos seriamente nuestras economías, cómo acompañamos socialmente lo que será catastrófico para todas las regiones que dependían del carbón. Este documento se limita particularmente a países de Europa central y oriental. Creo que es una pista interesante, sabiendo que hoy nos enfrentamos a resistencias de soberanías estatalesante lo que se percibe como una especie de activismo medioambiental por parte de la Unión Europea. Por lo tanto, estamos lejos de estar seguros de que el Pacto Verde tendrá éxito, pero en cualquier caso, creo que es una idea muy interesante, y que en el momento en que Joe Biden lanzó el IRA (NdR: son las siglas en inglés de la Ley de reducción de la inflación, lanzada por Biden en agosto de 2022. El IRA tiene entre sus objetivos acelerar la transición energética a partir de un conjunto de facilidades fiscales para la producción y desarrollo de energías limpias.) en los Estados Unidos, tenemos una coyuntura histórica que idealmente deberíamos aprovechar para que el capitalismo se reforme.

Entre los desafíos que ha mencionado, usted se refiere a repensar los límites del demos y a la invención de una nueva concepción de la autonomía. ¿Qué tradiciones de Filosofía Política cree que pueden contribuir a estas tareas?

Es una cuestión delicada. La autora que me parece más interesante para responder esta pregunta es Robyn Eckersle, una filosofa australiana que ha publicado una obra que me parece excelente llamada The Green State y que intenta justamente teorizar las nuevas fronteras del demos a partir de una reforma de la teoría habermasiana de la deliberación, y a partir también del “principio de todos los afectados”, el all-affected principle.La cuestión radica  en saber cómo extender  especialmente, temporalmente y diría a nivel de las especies, las fronteras del demos. Se requiere una triple extensión : desde el punto de vista temporal, porque debemos incluir los intereses y los derechos de las generaciones futuras, desde el punto de vista espacial porque la comunidad del riesgo, la comunidad de la vulnerabilidad frente al riesgo ecológico, supone ir más allá del Estado nación y en tercer lugar, la cuestión de la comunidad de justicia debe ser replanteada a  partir de la cuestión del viviente, y no solo exclusivamente a partir de la cuestión del individuo, que ha estado en el fundamento del contrato social en la filosofía política moderna.  La cuestión es saber cuál es el estatus preciso que le queremos otorgar a los derechos de la naturaleza y a la reforma del sujeto de derecho, desde este enfoque. ¿Pueden ser sujetos de derecho un río o una montaña? ¿Pueden los no humanos devenir titulares de sujeto de derecho? Personalmente creo que esta idea es interesante pero que todavía no lograremos una reforma total del orden político y jurídico sobre este principio y por eso, forzosamente, permanecerá marginal. Entonces creo que debemos explorar vías más políticas y menos legales de la representación  de los intereses de entidades no humanas, de los seres vivos en general, que pasan por la mediación de tutores, fideicomisarios, apoderados, es decir, encontrar buenos representantes para estos intereses. A veces se dice que estos pueden surgir de las comunidades autóctonas, puesto que tienen una relación más cercana con las entidades naturales. Creo que esto no es absolutamente indispensable Hay que verlo histórica y geográficamente, según el caso,  pero de todas formas, hay que encontrar una nueva figura de la representación. En contra de la vía más extendida, que es la vía deliberativa integral, yo defiendo la vía de la democracia representativa, pero a partir de una reforma de la representación.

 

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Nota actualizada el 22 de noviembre de 2023

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