LICH - Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas

Trabajo de campo

En la provincia de Buenos Aires funcionan más de treinta Centros Educativos para la Producción Total, una experiencia pedagógica particular que permite a jóvenes de zonas rurales cursar la escuela secundaria sin tener que migrar a centros urbanos. Una de sus particularidades es que se trata de espacios cogestionados entre la comunidad y el gobierno. La doctora Amalia Miano investiga en estas escuelas con el propósito de generar información para el desarrollo de políticas públicas que hagan posible, y también deseable, la vida en esos lugares.

Texto: Verónica Engler

Las grandes metrópolis del mundo parecen a punto de estallar. Esmog en aumento, aglomeraciones de edificios que compiten por una infraestructura de servicios siempre insuficiente, transporte público colapsado, personas amuchadas haciendo fila para casi cualquier cosa, amontonamientos frenéticos por todos lados. Esto empeora si la ciudad en cuestión se encuentra en el sur del mundo. Sin embargo, en el otro extremo demográfico, la vida en el campo no resulta más llevadera y por eso las personas terminan emigrando hacia ciudades sobredimensionadas. En la extensa geografía de Argentina, por caso, sólo se observan unos pocos manchones densos donde se concentra la mayor cantidad de población. Con más de 46 millones de habitantes, se ubica entre las naciones más urbanizadas del mundo. Según datos de la Dirección Nacional de Población del Ministerio del Interior de la Nación, el 92% de la población es urbana, muy por encima de la media mundial (54%) y por encima también de la media de Europa (75%), de Estados Unidos (82,2%) y de Latinoamérica (83%). Es evidente que el nivel de desequilibrio en la distribución demográfica en nuestro país es enorme. El 34% de la población urbana se encuentra localizada en el Aglomerado Gran Buenos Aires (AGBA) -conformado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y treinta y un partidos bonaerenses-, que sólo ocupa el 0,09% de la superficie del país y el 0,89% de la superficie de la provincia. Justamente es en la provincia de Buenos Aires donde desde fines de la década del ochenta del siglo pasado funcionan los Centros Educativos para la Producción Total (CEPT), una experiencia notable que tiene como objetivo contribuir a que la población rural pueda desarrollar las condiciones necesarias para que la vida en el campo sea no sólo posible sino también deseable.

Actualmente existen treinta y cinco CEPT, nucleados en la Federación de Asociaciones de Centros Educativos para la Producción Total (FACEPT), en los que estudian más de cinco mil jóvenes.

“Los CEPT son escuelas de campo para chicos y chicas del campo”, menciona Patricia Sumey, presidenta de FACEPT. “Aquí la educación es la estrategia para organizar las comunidades aportando al desarrollo local, de manera que los jóvenes puedan vivir dignamente en el medio rural”. Estos centros posibilitan que las familias no tengan que trasladarse a la ciudad una vez que sus hijos/as finalizan la primaria, ya que funcionan con la modalidad de alternancia, lo que implica que los/as estudiantes permanecen una semana en la institución educativa y dos semanas en sus hogares. En las dos semanas que están en sus casas, las/os profesoras/es visitan a los/as estudiantes para apoyarles en la realización de tareas escolares, así como en las actividades productivas que tienen las familias. Una de las principales características de las escuelas de alternancia es la articulación entre la educación y el trabajo.

La particularidad de los CEPT es que son escuelas públicas cogestionadas conjuntamente entre la comunidad organizada (en su mayoría trabajadores rurales, peones, caseros, agricultores, productores familiares de alimentos y en una mínima proporción pequeños propietarios rurales) y distintas dependencias gubernamentales, locales y/o provinciales. Esta forma de gobierno implica que las familias de los estudiantes y egresados participan en un Consejo de Administración que se reúne regularmente con docentes, equipos de supervisión, funcionarios locales y/o provinciales para tomar decisiones en relación al Centro Educativo. “La figura de la cogestión permite que generen acciones para afrontar temas relevantes para las familias que quieren seguir permaneciendo en el campo y que, en términos generales, se asocian con la falta de acceso a servicios básicos, la degradación del ambiente y una refuncionalización del espacio que pasa de lo productivo a lo turístico”, explica la doctora en Ciencias Sociales Amalia Miano, investigadora del CONICET con sede en el Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH) de la Escuela de Humanidades de UNSAM. Concretamente las problemáticas a las que se refiere Miano tienen que ver con la posibilidad de contar con agua potable, movilidad, educación y trabajo digno, pero también con un tema candente en zonas rurales como es la fumigación con agro tóxicos.

Desde hace casi una década Miano, especialista en el análisis de las culturas escolares y la formación en contextos rurales, trabaja junto a su equipo en los CEPT N°2 de San Andrés de Giles, y N°4 de Mercedes. Actualmente lleva adelante una investigación titulada “La cogestión en la educación rural. Un análisis etnográfico y sociolingüístico de los procesos de tomas de decisión en escuelas de alternancia”, que cuenta con financiamiento PICT (Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica) del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT). Este proyecto se realiza en el contexto del Programa “Aprendizaje de y en autogestión”, con sede mixta entre el Instituto para la Inclusión Social y la UNSAM, en el cual hay otras líneas de trabajo vinculadas a salud mental, cooperativismo, agricultura familiar, arte y cultura. El propósito general de este Programa es generar información para poder incidir en el desarrollo de políticas públicas que atiendan los derechos de poblaciones vulneradas.

“Los Centros se crearon para para que las familias rurales puedan mandar a sus hijos a estudiar sin tener que desarraigarse”, cuenta Anyi Carvallo, presidenta del Consejo de Administración en el CEPT de San Andrés de Giles y también egresada de ese mismo centro. “Lo que se hace aquí consiste en que nuestros alumnos y familias puedan llevar, junto con los profesores, una mejoría a los lugares donde ellos viven. Por ejemplo, si hay familias interesadas en formar una huerta comunitaria pero no saben cómo hacerlo, la comunidad educativa del CEPT tiene que poder ayudar a esas personas a lograr su cometido”. Su formación en la escuela de alternancia incluyó las materias que se dictan en cualquier secundaria y además otras relacionadas con las producciones familiares, como la cría de gallinas y cerdos, o el desarrollo y mantenimiento de las huertas. “En el CEPT preparaban para investigar, para exponer, y poder pararse frente a las personas para manifestarse y desarrollarse”, acota Carvallo en relación a su situación laboral actual como delegada municipal del pueblo.

“En términos académicos creemos que, ante el sostenido despoblamiento de los territorios rurales, comprender las formas de autodeterminación de las familias que deciden seguir viviendo en el campo adquiere relevancia -observa Miano-. A esta operación la trabajamos a través de la categoría de ‘arraigo’, que la conceptualizamos como la construcción de lazos afectivos con el territorio que se habita y la generación de redes para llevar a cabo acciones para mejorar la calidad de vida. Muchas de estas acciones vinculan prácticas de cuidado al entorno y se dan en un contexto en el cual se quieren imponer formas productivas completamente destructivas de los espacios que habitan”.

Metodológicamente la investigación que realiza Miano junto a su equipo se enmarca en el enfoque etnográfico y la sociolingüística de la interacción, para realizar un análisis de discurso contextualizado de los intercambios que tienen lugar en las reuniones del Consejo de Administración. Se trata de un estudio cualitativo que hace factible indagar acerca de lo que los participantes de los encuentros transmiten en la práctica comunicativa diaria. Observar, tomar notas, realizar entrevistas, audiograbar, transcribir, interpretar dentro de un marco teórico específico que ayuda a entender, intercambiar reflexiones con los propios integrantes de la comunidad. Éstas son algunas de las actividades que realiza Miano. “La etnografía nos permite desplegar sentidos en relación con un contexto más amplio. La participación en estos espacios nos permite comprender la complejidad de la vida de las familias que eligen seguir viviendo en el campo. Analizar la comunicación en esos ámbitos puede resultar fructífero para ponderar distintos posicionamientos, como así también para identificar y evaluar los saberes e instrumentos pedagógicos concretos que permiten el arraigo de las familias rurales”.

Las reuniones del Consejo de Administración de cada CEPT se realizan cada quince días de forma rotatoria en las casas de los/as consejeros/as cuando el clima lo permite, porque cuando llueve es imposible transitar por los caminos rurales. En general, los consejeros/as son caseros/as que cuidan grandes predios cuyos “patrones” sólo van los fines de semana. Es por eso que las reuniones se suelen hacer los días lunes, generalmente el día de franco de la mayor parte de las familias. En las reuniones se toman decisiones sobre una gran variedad de temas, desde arreglar alguna puerta del establecimiento hasta elaborar una estrategia para defender la propuesta de estas escuelas que cada tanto tienen amenaza de cierre. Siempre los encuentros finalizan con una comida compartida. “Tardé un tiempo en entender lo que podría implicar para estas familias recibir a muchas personas en su casa, cuando empecé a detenerme en sus frecuentes relatos en torno al despoblamiento de los lugares que habitan”, reflexiona Miano. Ella conoce el territorio y sus habitantes no sólo por su interés académico, sino por su propia historia. Es oriunda de San Andrés de Giles, allí vivió hasta los dieciocho años, cuando se mudó a Buenos Aires para estudiar. “Creo que desde ahí me quedó la pregunta por las posibilidades que brindan los contextos en los cuales crecemos, las dificultades del desarraigo, la potencia de crear algo a partir de una o varias necesidades”, rememora.

A fines del año pasado se realizó un encuentro provincial en el cual los estudiantes de los CEPT se sentaron frente a varios funcionarios de distintos ministerios de la provincia de Buenos Aires para contarles las demandas que habían elaborado luego de varios meses de trabajo en diversos encuentros regionales. “Junto a Ayelén Moleón, becaria del PICT, estuvimos registrando, sistematizando y compartiendo con FACEPT los encuentros previos -señala Miano-. Creemos que nuestro trabajo fue aportando para llegar a esta instancia final de encuentro entre estudiantes y funcionarios”. También colaboraron en la redacción de un proyecto por el cual el CEPT de San Andrés de Giles consiguió financiamiento para construir un invernáculo, que es un espacio pedagógico muy importante ya que allí aprenden pero también producen las verduras que consumen en el comedor y además ofrecen cursos sobre aromáticas y plantines a la comunidad. Estas instancias forman parte del enfoque colaborativo de investigación con el cual trabaja el Programa. “En términos de investigación educativa, creemos que es relevante generar conocimiento sobre propuestas que han desarrollado e implementado instrumentos pedagógicos concretos para favorecer el arraigo de las familias rurales”, concluye Miano.

 

ESCUELAS DE ALTERNANCIA

Las escuelas de alternancia son una propuesta que permite que los estudiantes de zonas rurales permanezcan una semana en la escuela y dos en sus hogares, para poder seguir participando de las tareas productivas. Una de sus principales características es la articulación entre la educación y el trabajo. Surgieron en Francia en la década de 1930 a partir de las demandas de una comunidad rural en la que los chicos y chicas querían seguir estudiando luego de terminar la primaria, pero no había opciones educativas.

A partir de la década de 1960 este tipo de escuelas comenzaron a expandirse por todo el mundo. Actualmente existen aproximadamente mil trescientas distribuidas en cuarenta países. En Argentina existen tres tipos de escuela de alternancia: las Escuelas de la Familia Agrícola (EFA), fundamentalmente en Santa Fe, Corrientes, Misiones y Córdoba; los Centros de Formación Rural (CFR) en Buenos Aires, Santa Fe, Mendoza y Corrientes; y los Centros Educativos para la Producción Total (CEPT) en la provincia de Buenos Aires. La particularidad de los CEPT es que son públicos y cogestionados entre la comunidad y el Estado.

“En 1969 se abrió la primera escuela de alternancia en Argentina, en Reconquista, provincia de Santa Fe. Es una EFA que continúa funcionando. Los CEPT se abrieron en la provincia de Buenos Aires a fines de la década del ochenta -repasa Miano-. Brasil tiene un desarrollo impresionante de escuelas de alternancia, es uno de los países del mundo que mayor cantidad tiene”.

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Nota actualizada el 1 de noviembre de 2023

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