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En un contexto de aceleración inflacionaria y alta incertidumbre, el objetivo de máxima de la mayoría de la población ha quedado reducido a sostener el empate.
El desafío no es fácil de afrontar. La actividad económica ofrece síntomas de resiliencia, aún en un frágil escenario cambiario y de aceleración de precios. El empleo toca picos históricos, pero el ritmo de crecimiento del sector informal duplica al del formal. Adicionalmente, la fuerza de trabajo se descalificó durante el último año: se crearon puestos de trabajo de baja calificación y se destruyeron puestos profesionales y técnicos.
En ese escenario, ¿quiénes consiguieron sostener el empate?
Los sectores más acomodados de la población y algunos segmentos de trabajadores lograron preservar sus ingresos durante el último año y, en los mejores casos, obtener un diferencial. Entre ellos se cuentan empleadores, trabajadores independientes de alta calificación (médicos, abogados, programadores, etc.) y ciertos grupos de asalariados formales que, a fuerza de negociaciones salariales casi permanentes, desarrollaron la capacidad de acompañar la suba de precios y lograron que sus salarios quedaran prácticamente indexados.
En el otro extremo, los hogares más vulnerables del país también sostuvieron sus ingresos, pero a través de mecanismos diferentes. Entre ellos, el crecimiento de los ingresos percibidos vía políticas sociales y jubilaciones (sobre todo jubilación mínima, que tuvo incrementos adicionales) compensó la importante caída que tuvieron sus ingresos laborales, que provienen generalmente de trabajos precarios e inestables.
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