Escuela de Humanidades, Sin categoría
Antonio Duplá Ansuátegui, especialista en historia del mundo antiguo de la Universidad del País Vasco, visitó la UNSAM para brindar la conferencia “La idea de Roma en el mundo moderno: del clasicismo de elites a la cultura de masas”. Reflexionó en la Escuela de Humanidades acerca de los modos en los que la cultura de masas de los siglos XX y XXI se apropia de la antigüedad clásica y de los cambios en el abordaje historiográfico que tuvieron lugar en las últimas décadas.
Texto y Foto: Karin Miller
Antonio Duplá Ansuátegui es Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza y catedrático de Historia Antigua en la Facultad de Letras de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (Vitoria-Gasteiz). Visitó la Escuela de Humanidades de la UNSAM para brindar la conferencia “La idea de Roma en el mundo moderno: del clasicismo de elites a la cultura de masas”, organizada por la Licenciatura en Historia.
Duplá Ansuátegui posee una reconocida trayectoria como especialista en Historia del Mundo Antiguo. Realizó numerosas publicaciones acerca de los problemas políticos, sociales y constitucionales de la República romana tardía; la recepción del mundo clásico en la modernidad occidental y la historiografía moderna sobre el mundo antiguo.
Desde 2012, es investigador principal del proyecto ANIHO (Antigüedad, nacionalismos e identidades complejas en la historiografía occidental), en donde coordina un equipo internacional que estudia la apropiación política de la antigüedad clásica en los procesos de construcción nacional de Europa y América Latina. En esta entrevista, habla acerca del giro hacia la historia social en la historiografía del mundo antiguo y analiza de qué modo está presente la antigüedad clásica en la cultura de masas.
¿Cómo fue recibida e integrada la Antigüedad clásica en la cultura de masas del siglo XX?
Si pensamos en el cine, vemos cómo la antigüedad clásica, y el mundo antiguo en general porque podríamos hablar también de Egipto, es un elemento de referencia que tiene cierta centralidad, o por lo menos una presencia permanente, desde el surgimiento de este arte. Por otra parte, los referentes clásicos han estado presentes en el mundo del arte, la arquitectura, las referencias políticas. Y lo que vamos viendo en las últimas décadas del siglo XX y en el siglo XXI, es que ese mundo antiguo llega a nuevos sectores, como por ejemplo los videojuegos.
Con respecto al cine, ¿hay algún cambió en el siglo XXI con respecto a la forma de narrar la antigüedad, en relación al siglo XX?
En el siglo XXI, y a partir del fenómeno que supone el film Gladiador del año 2000, aparecen una serie de películas con ciertos rasgos nuevos que se distinguen del cine más clásico de los años 50 y 60. Algunos especialistas hablan de un péplum, de un cine de romanos, provincial: el escenario son las provincias, Britania tiene un particular protagonismo, y aparece un mensaje vagamente antiimperialista, en el sentido de cuestionamiento del imperio y de una perspectiva un tanto más crítica, e incluso vagamente pacifista, no glorificando tanto la guerra sino subrayando sus elementos negativos y sus consecuencias trágicas y la brutalidad.
¿Qué aportan los estudios de recepción de la Antigüedad Clásica en la cultura de masas?
Nos presentan una imagen del mundo antiguo, y de Roma en particular, distinta de la imagen arquetípica del clasicismo tradicional. Si Roma en ese clasicismo era el paradigma de un imperio civilizador y la creadora del derecho, la cultura de masas nos da una imagen de una Roma asociada a la guerra, a la violencia, a la brutalidad, que es también una imagen histórica. La otra imagen de Roma era parcial, y es interesante complementarla con esta otra. También interesa analizar por qué un director o un productor se decide por un personaje, un episodio del mundo antiguo, en un momento determinado. Lo que ya no aparece es esa idea de preservación de un legado clásico inmaculado y cerrado, que hubiera que defender y preservar como si esa fuera la tarea fundamental de la civilización occidental.
¿De qué manera se puede rescatar o reconstruir la historia de los sectores oprimidos en la Historia Antigua?
El gran giro que tiene lugar quizás desde los años 60 o 70 es la irrupción de la Historia Social en la Antigüedad, que atiende al mundo de los esclavos, al de los bárbaros, que otorga un protagonismo nuevo a los estudios sobre la mujer. El problema es el de la falta o la limitación de las fuentes que tenemos disponibles, más allá de las referencias que pueda haber. Por ejemplo, nos resulta difícil reconstruir la vida general de las mujeres porque las fuentes antiguas no consideran que sean un tema importante como para escribir sobre ellas. Esto obliga a releer las fuentes de siempre y a leer entre líneas, a prestar mayor atención a personajes secundarios, a episodios que no afectan estrictamente a los protagonistas clásicos. Por otro lado, en la Historia Social está imbricada una historia cultural, que por ejemplo reconoce una cultura política autónoma en la plebe romana, siempre en posiciones subordinadas, frente a una idea más tradicional de una plebe como juguete de las grandes familias aristocráticas.
¿De qué forma se continúa utilizando políticamente a la Antigüedad Clásica?
Posiblemente haya un menor protagonismo de la Antigüedad Clásica en el discurso de la clase política, en buena medida porque en general, no puedo hablar del caso argentino pero sí del europeo, hay una clase política mucho menos culta que la de épocas anteriores. No se utilizan esos referentes en los discursos. Sí ha habido en el mundo académico, de la politología o la polemología, una reflexión desde finales del siglo XX en clave de ejercicio comparativo entre el Imperio Romano y el juego de gran potencia de Estados Unidos.
¿De qué modo se usan estas reflexiones?
Hoy la idea de la imitación del mundo antiguo no se pone sobre la mesa como pudo hacerse en otras épocas. En todo caso, es un mundo de referencia en nuestra cultura occidental, que sirve no tanto como modelo sino como ejercicio de referencia comparativa. Además, no sé muy bien qué modelos podríamos encontrar. Sí podría haber algunos, pero lo que sucede también es que la cultura progresista, socialista, obrera, del siglo XIX y de parte del siglo XX era más elevada que la actual. Se podía hablar de Espartaco o de los hermanos Graco como líderes sociales reformadores, y tener un eco que hoy probablemente no existiría. En este sentido, es interesante la comparación que podríamos hacer entre una pelicula como Espartaco en 1960, en el contexto de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, con la serie mas reciente Espartaco de televisión, donde lo fundamental es la violencia y el sexo, y el mensaje supuestamente emancipatorio de la película de 1970 no aparece.