A 100 años de la fundación del primer parque nacional argentino, conversamos con el investigador alemán Olaf Kaltmeier sobre su último libro: “Parques nacionales argentinos. Una historia de conservación y colonización de la naturaleza”. Dialogamos sobre la relevancia de estos espacios frente a la crisis ecológica que hoy atravesamos.
Por Nathalie Jarast
Olaf Kaltmeier, director del Centro de Estudios InterAmericanos (CIAS) de la Universidad de Bielefeld y director del Centro Maria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados (CALAS), plantea el aporte de los parques nacionales
frente a la crisis ecológica contemporánea. A 100 años de la creación del primer parque nacional de nuestro país, dialogamos sobre su último libro, en el que realiza un estudio de la historia de estos espacios, analizando las diferentes facetas y contradicciones que implican.
¿Cómo surgió la idea que dio origen a este libro?
Para enfrentar la múltiple crisis ecológica que vivimos me parece importante entender bien la historia de la conservación de la naturaleza en todas sus facetas y contradicciones. Vi que los primeros parques nacionales en América latina fueron
establecidos en Argentina. Y, curiosamente, en el año que sale mi libro, la fundación de los parques en Argentina cumple su centenario. En 1922 fue fundado oficialmente el Parque Nacional del Sur, que ahora es el Parque Nacional Nahuel Huapi. Y, obviamente, me entusiasmé con los parques nacionales en Argentina. Con mi familia realicé varias caminatas en diversos parques y reservas naturales.
¿Qué le llamó en particular la atención de la Argentina para su estudio?
En primer lugar me llamó la atención que la gran mayoría de las y los autores relata la historia de la fundación de los Parques Nacionales desde la perspectiva de Exequiel Bustillo, quien en 1934 promovió la Ley de Parques Nacionales que incluyó la fundación de la Dirección Nacional de Parques Nacionales. Esto fue un hito importante en el desarrollo de los parques nacionales. Sin embargo, es sólo una parte de la historia. Descubrí que antes de Bustillo había diversas iniciativas para promover la idea de los parques nacionales. Eran involucradas organizaciones de la sociedad civil como los Amigos del Árbol asimismo cómo científicos nacionales e internacionales como el estadounidense Bailey Willis, el belga Lucién Hauman, el alemán Carl-Curt Hosseus o el francés Carlos Thays. En segundo lugar, me interesó el vínculo estrecho entre parques nacionales y programas de la colonización interna. De hecho, fue mi intención detectar las huellas casi perdidas de ideas colonizadoras en el concepto del parque nacional. Pero, para mi gran sorpresa, no tuve que buscar mucho. Bustillo definió los parques nacionales literalmente como “verdaderos instrumentos de colonización”.
¿Por qué eligió el Parque Nacional Nahuel Huapi y el Iguazú para su estudio?
De hecho, no había elegido de antemano parques nacionales que quería estudiar. Tampoco fue el punto de partida el actual sistema de áreas protegidas. Si no que traté de dibujar la historia de todas las áreas protegidas; incluso las propuestas de parques nacionales que al final no se realizaron. Este es el caso del Parque Nacional del Centro, ubicado en Córdoba, que debería complementar el Parque Nacional del Norte, Iguazú, y el Parque Nacional del Sud. También hay que mencionar el proyectado Parque Nacional Aconquija en Tucumán, promovido por actores locales. Pero al final, especialmente con la política de la Dirección Nacional de Parques Nacionales bajo la directiva de Bustillo, había una concentración de las obras en el Parque Nacional Nahuel Huapi y, en menor escala, en el Iguazú. Una vez alcanzado un grado de consolidación vemos una notable expansión de parques nacionales en la Patagonia, lo que estaba en línea con la visión geopolítica de Bustillo.
¿Qué implica adoptar una perspectiva translocal?
Tal como el concepto mismo del parque nacional insinúa, se ha pensado el parque muchas veces sólo desde la historia nacional. Esto me parece demasiado reducido ya que esa perspectiva no toma en cuenta las dinámicas transnacionales. Circulan ideas desde EE.UU., Alemania, Francia y, por supuesto, Argentina. Hay un intercambio de expertos y de plantas y animales. También hay grandes congresos internacionales, tal como la Conferencia Internacional para la Protección de la Naturaleza en Berna en 1913. Y estas dinámicas globales se relacionan con constelaciones particulares locales. De tal manera la creación local de un parque nacional o un área protegida está entrelazada de múltiples maneras con discursos, practicas, artefactos de otros lugares.
Si bien su investigación se centra en el surgimiento de los parques y su funcionamiento en la primera mitad del siglo XX, ¿cuál es la relevancia de los Parques Nacionales hoy?
Vivimos en la era del Antropoceno. Llegamos a los límites planetarios de los sistemas terrestres. Y somos testigo de la sexta extinción, o sea la desaparición de la flora y fauna por la acción del hombre. Obviamente, no es el ser humano genéricamente responsable por esta situación, sino tal como Lucién Hauman ya lo dijo en 1922, el “hombre civilizado” y, añadimos, sus proyectos de colonización y mercantilización. Vemos una expansión de la tecnosfera de tal manera que ya cada metro cuadrado de la superficie de la tierra está contaminado por promedio con más de 50 kilogramos de material artificial. Al otro lado, vemos una pérdida de las zonas salvajes. Por lo tanto, ambientalistas exigen que hasta el año 2030 se duplicara el porcentaje de áreas protegidas de 15 % en 2021 a 30 %. A mí me parece indispensable sacar grandes áreas del circuito de la explotación capitalista.
¿Por qué considera que la comprensión de esta ambivalencia entre colonización y conservación de la naturaleza es esencial para la política actual de parques nacionales?
Me parece importante aprender del pasado y no entender los parques como instrumentos de una nueva colonización verde. Históricamente la fundación de parques nacionales era muchas veces relacionada con el despojo de poblaciones empobrecidas, sobre todo indígenas. Prácticas como la caza o la búsqueda de leña fueron criminalizadas. Y en el caso de los pueblos indígenas los estados nacionales ignoraron sus derechos territoriales, así como su relación espiritual y cultural con su tierra. Tampoco hay que olvidar que los objetivos de la fundación de parques nacionales antes de la década de 1960 muchas veces no era en función de la conservación de la naturaleza, sino para el desarrollo regional y el fomento del turismo de clase alta o media. Si queremos ampliar las áreas protegidas para la preservación de la biodiversidad y las funciones ecosistémicas y terrestres, no podemos olvidar que no se trata de “tierras vacías”. Pero la protección de la biodiversidad y el uso sustentable de ecosistemas no son contradicciones. Todo lo contrario. Recientemente científicos naturales han podido comprobar que la biodiversidad está más alta en áreas cohabitadas por pueblos indígenas que en áreas deshabitadas. Es un mito del pensamiento moderno que la preservación sólo funciona en “parques sin gente”.
En relación a lo anterior, el despojo de las comunidades mapuches, un tema que aún hoy genera conflictos sociales en la zona, ¿con qué se encontró a lo largo de su investigación respecto a este tema?
Hay una deuda histórica de los parques nacionales con los pueblos indígenas, y especialmente con las comunidades mapuches. Está deuda ya tiene su inicio en la raíz de la fundación del parque nacional alrededor del Nahuel Huapi tras una donación del Francisco Pascasio Moreno. El terreno donado era mapuche, y el llamado padre de los parques nacionales un declarado racista y coleccionador de cráneos mapuches. Pero volvemos a la política de los parques nacionales. En términos generales hay, de parte de las diversas administraciones de los parques nacionales, una tendencia hasta el despojo, que se realizó más drásticamente en los sesenta, cuando también pobladores no-indígenas eran desplazados del Parque Nacional Nahuel Huapi. Sin embargo, dentro de la administración de parques nacionales también había voces disidentes – por ejemplo, la de Alexis Christensen en 1937 – que se expresaron claramente contra el desalojo de familias mapuches. Aquí me parece interesante que Christensen, en plena Segunda Guerra Mundial, consideró que la minoría de los colonos alemanes era menos integrado en la nación argentina y mucho más peligrosa que las familias mapuche-chilenas. Pero aún no sabemos todos los detalles del despojo. Hay varios metros de cajas de actas en el archivo de los parques nacionales que contienen seguramente mucha más información sobre la relación entre los parques nacionales y las comunidades mapuches. Yo me tuve que limitar en este libro a la presentación de algunos casos emblemáticos.
Usted propone que el “parque nacional sea entendido como una cabeza de puente”, brevemente, ¿a qué se refiere con eso?
He reflexionado mucho, cómo conceptualizar el parque nacional. Pues, por las diversas expresiones concretas no podemos definir claramente, qué es un parque nacional. Sólo en los años sesenta hubo una homogenización de los parques nacionales y la definición de criterios globales. Entonces observé cómo los parques nacionales funcionan. Y en términos generales me parece que podemos entender los parques nacionales como cabezas de puente, como una extensión del poder estatal en áreas periféricas. Presté el concepto de la teoría de la dependencia, que lo ha usado también de manera dinámica para describir la extensión violenta, colonizadora. Creo que este modo de operación, incluso la construcción de vías de conexión con el centro, describe bien el vínculo de los parques en las regiones con la Dirección General de Parques Nacionales en la capital de Buenos Aires.