El sábado 30 de julio falleció el prestigioso filósofo, que fue decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Lo despedimos con palabras del docente e investigador de Escuela IDAES Sebastián Pereyra.
A los 61 años murió el último sábado Federico L. Schuster, filósofo. Uno de los grandes profesores y hacedores de las ciencias sociales en el país. Fue un potente armador e inspirador de espacios intelectuales académicos dotado de una amplia generosidad, de un humor ácido y refinado, de una creatividad y un vuelo inigualables y de un trato cálido y afable.
Federico fue un auténtico apasionado por la tarea docente, a la que se consagró de modo ininterrumpido. Al hacerlo produjo y consolidó un modo muy particular y original de pensamiento y formación en epistemología de las ciencias sociales. En el pasaje de Puán a FSOC, en el armado de la materia “Filosofía y métodos de las ciencias sociales” junto a José Fernando García fue el autor de una alquimia muy especial, que honró la estirpe y el legado de la filosofía de la ciencia de Félix Schuster y de Gregorio Klimovsky a la vez que la subvirtió de modo radical poniéndola en discusión con la teoría social. Encontró allí una fuente inagotable de diálogo entre los dos registros y de renovación de la reflexión sobre los modos de hacer de las ciencias sociales. El programa de una materia era para él similar al armado de un escenario de debates y querellas con invitados cuidadosamente seleccionados que provenían de sus inagotables itinerarios de lectura y estudio. Su concepción de la filosofía de las ciencias sociales le dio un lugar de privilegio a personajes como A. Schütz, A. Giddens o J. Habermas cuando las perspectivas tradicionales, naturalistas, eran todavía dominantes a inicios de los años ’90. Del mismo modo que propició volver a leer a K. Popper o a R. Merton cuando el giro interpretativo se volvía omnipresente. Quienes tuvimos la suerte de ser sus alumnos pudimos ser testigos de
clases estructuradas como conferencias, como un tiempo dedicado a ensañar filosofando, con una capacidad pocas veces vista para explicar, interesar y entusiasmar. Su estilo lúcido de curar programas y clases recorrió aulas de grado y posgrado de todo el país, incluyendo a la Escuela IDAES en varias oportunidades.
Fede fue además un gran impulsor del crecimiento del instituto de investigaciones de Sociales, el Instituto Gino Germani que dirigió de 1997 a 2001. Allí generó junto con Francisco Naishtat un espacio de trabajo e intercambio que cobijó y formó a decenas de jóvenes investigadores interesados por el estudio de la protesta y los movimientos sociales. Nació así el Grupo de Estudios sobre Protesta y Acción Colectiva (GEPSAC) que fue el marco en el que se generaron proyectos renovadores en el campo de investigación sobre la movilización social. Infatigable mentor de estudiantes cultivó el entrelazamiento entre investigación y teoría social. Fue un lúcido lector e introductor en el país de la literatura sobre acción colectiva, a la que siempre pensó en diálogo con las tradiciones y autores de nuestro medio.
La política fue otra de sus grandes pasiones. Gran polemista involucrado desde siempre en la búsqueda de una izquierda nacional comprometida con la democracia y la igualdad. Abrazó con responsabilidad y enorme dedicación la política universitaria como defensor inclaudicable de la universidad pública. Fue decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA de 2002 a 2010 y se consagró con empeño a la tarea de reconstruir una facultad golpeada por las tensiones internas y los embates de los años ’90.
Su originalidad y creatividad en la docencia y en la investigación produjeron textos ineludibles y muy valiosos como “Del naturalismo al escenario posempirista”, incluido en el libro Filosofía y Métodos de las Ciencias Sociales (2002) y “Las protestas sociales y el estudio de la acción colectiva”, incluido en Tomar la palabra (2005).
Tuve el enorme privilegio y el placer de compartir durante muchos años los espacios colectivos de trabajo que creó y pude aprovechar y nutrirme de toda su inteligencia, su generosidad y su cálida manera de combinar la labor intelectual y la amistad. Tengo incontables huellas suyas que atesoro y la sensación de que su partida prematura nos privó de otras tantas cosas importantes.
Sebastián Pereyra
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