Tras los dichos de la vicepresidenta sobre el músico que inició su carrera con una notebook del programa Conectar Igualdad, se activó una polémica sobre las formas en que se interpreta y juzga al arte popular y sobre la manera en que las políticas públicas impactan en los sectores más vulnerables. “El desafío es poder señalar el potencial de un artista como L-Gante también como modelo moral”, dice Malvina Silba, especialista en juventudes, música y cultura popular de la Escuela IDAES.
En el último tramo de los noventa fue la cumbia villera, un fenómeno que, según Malvina Silba, “puso en discusión qué pasaba con los cambios en la escena cultural cotidiana de las mujeres”. Esos cambios, “implicaban empoderamiento en un montón de aspectos y sumisión en otros, pero la puesta en palabras de una sexualización más activa”, señala la investigadora de la Escuela IDAES. Hoy, el foco está puesto en el ascenso de L-Gante, el joven creador de un género al que define como “cumbia 420”, cuya música abarca las más diversas definiciones: violenta, machista y apóloga del delito para algunxs; contestataria, liberadora y disruptiva para otrxs.
“A mí me parece interesante el cruce de lo que plantea L-Gante. Por un lado, hay una reivindicación de imágenes y de cuerpos políticamente incorrectos. Por otro lado, es una continuidad con lo que pasa en la escena del reggaeton, del trap y de la cumbia más pop, no solamente la villera, desde hace unos años”, afirma la socióloga. Y remarca que hay un cambio en la forma en que la mirada se posa sobre estos fenómenos: “Se muestra un barrio, una estética, unos cuerpos y unas feminidades mucho más reales que las que se muestran en el reggaeton”.
¿Esa escena va a cambiar la estructura de clases, la sumisión de género o las lógicas del patriarcado? “De ninguna manera” —dice Silba—, pero sí nos va a permitir poner de relieve cuestiones muchas veces invisibilizadas y tensionar nuestra ilusión de cambio social con la Argentina realmente existente”.
El desafío es “poder señalar el potencial de un artista como L-Gante también como modelo moral”. Cuando al cantante se le preguntó en reportajes qué opinaba sobre lxs que pensaban que con su música hacía apología de las drogas o del delito, él contestó: “Yo no lo estoy diciendo a nadie que haga lo que yo hago, yo cuento cosas que veo, y esta es la música con la que me crie”. Ahí, explica Silba, hay un proceso que deja expuesta una mirada clasista a la hora de juzgar al producto cultura. “Es nuestro etnocentrismo el que le está haciendo esa pregunta a L-Gante”.
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