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Cultura andina, idioma quechua, Walsh y Mugica: La vida intensa de Carmelo Sardinas Ullpu

A sus 79 años falleció el profesor de quechua del Programa de Lenguas de la UNSAM. Originario de la nación Wisijsa del Estado Plurinacional de Bolivia fue un militante incansable por los derechos de los pueblos indígenas, miembro del Movimiento Villero Peronista en la Argentina y compañero de históricxs dirigentes sociales y políticos. ¡Hasta siempre, Carmelo!

Por Gaspar Grieco. Fotos: Leandro Martínez

En una casilla de la Villa 31, el joven dirigente peronista Carmelo Sardinas Ullpu toma mate con sus compañeros de militancia, los dirigentes Julio Lades y José Valenzuela. “Ahí viene Rodolfo”, dice Carmelo cuando ve llegar el Citroën 3cv. “Hola compañeros, ¿qué van a hacer?”, pregunta el recién llegado, mientras se acomoda los anteojos de marco grueso. “Nos vamos a quedar en el país, Nosotros somos dirigentes del pueblo y no los vamos a dejar en este momento”, dice Carmelo. “Siento orgullo por la organización ¡Hasta la victoria siempre, compañeros!”, saluda el visitante y se retira despacio, pensando cada movimiento como en un partido de ajedrez. Fue la última vez que Carmelo vio a su compañero y amigo Rodolfo Walsh.

Cuarenta y tantos años después, Carmelo, con 79 años en sus espaldas, es profesor de Quechua en el Programa de Lenguas de Lectura Mundi de la UNSAM y militante por los derechos de los pueblos originarios del Abya Yala (América Latina) y el Tahuantinsuyo. 

—A través del idioma se da la recuperación de nuestra identidad cultural. Trabajamos para que la gente pueda adquirir el conocimiento de la cultura andina porque es nuestra, de nuestro país, de nuestro continente.

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Carmelo es originario de la comunidad Jatun Ayllu T’urupalqa de la antigua nación Wisijsa. Ubicada en la provincia boliviana de Nor Chichas del departamento de Potosí, la comunidad hoy se conecta con el resto de la provincia por la ruta 55. Pero hace 70 años, el camino era casi intransitable, un pedregal río arriba lleno de barro al que solo podían llegar los baqueanos a mula o caminando. Casas de adobe y barro, cultivos de múltiples variedades, árboles frutales y corrales de cabras y ovejas componían el paisaje rural en el que vivían lugareños hablantes del idioma quechua sin conocimiento de la lengua castellana.

—Fue una infancia muy sufrida pero estábamos contentos y felices porque nos reconocíamos todos como de una misma comunidad. Existía ese afecto, ese cariño, esa hermandad, esa reciprocidad, esa forma de vida cotidiana en armonía. Donde los mayores nos cuidaban a los niños y a los ancianos. Aprendimos lo que es la convivencia en una comunidad que se resistió durante 500 años a la colonia y al estado colonial.

Cuando tenía 16 años, el padre de Carmelo fue incorporado por el Estado boliviano para combatir en la Guerra del Chaco (1932-1935). Allí conoció la escritura. Al volver, junto con otros excombatientes, fue a Potosí a plantear a las autoridades la necesidad de crear escuelas en las comunidades indígenas. En el año 1948, la Iglesia Católica ordenó levantar las primeras cuatro escuelas de adobe, barro y paja en torno al río. Carmelo conoció el idioma español a los siete años en una de esas escuelas.

—La Iglesia planteó esas escuelas con fines evangelizadores. Vino un maestro que se llamaba René Spinoza, de la ciudad de Potosí, que hablaba Quechuañol… Nosotros no entendíamos ni una palabra de castellano, y para mi fue un choque de culturas que me costó muchísimo. Nos enseñaron a rezar el Padre Nuestro, el Ave María y la persignación.

Unos años después, las autoridades escolares llevaron a los estudiantes de las cuatro escuelas a la región de Cara Cara (Potosí). Allí un sacerdote franciscano y tres monjas bautizaron y dieron la comunión y confirmación a todos los niños. “Desde ese momento, en los libros de actas figura que yo soy católico y boliviano”, dice Carmelo. 

Cuando tenía 11 años, llevaba los cultivos de choclo, zapallo y maíz a los centros mineros que estaban cerca de la ciudad de Potosí para intercambiar productos. Ahí conoció la harina blanca, el aceite y el jabón. 

—Éramos muy discriminados. Ni siquiera podíamos vender nuestros productos en la ciudad porque nos corrían. No podíamos pisar la plaza. Realmente fue un sufrimiento pero al mismo tiempo ese fortalecimiento espiritual y coraje de cada uno fue macerando nuestra conciencia e identidad. 

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Cuando tenía 14 años, Carmelo migró a la Argentina para trabajar junto a su tío en la temporada de la zafra (recolección de caña de azúcar). Una tarde caminó cinco cuadras hasta la estación de tren de Fraile Pintado (Jujuy) para comprar carne en el almacén del pueblo. Dos militares a caballo se acercaron a todo galope. Asustado, se escondió tras un árbol y observó la situación. “Enlazaron el busto de Evita con 2 caballos y lo arrancaron. Sacaba chispas el busto de bronce cuando lo arrastraban por el asfalto”, recuerda. Era el 16 de septiembre de 1955. Un nuevo Golpe de Estado había derrocado al presidente constitucional Juan Domingo Perón. Unos días después, Carmelo volvió a su comunidad y no regresó a la Argentina hasta 1966. 

Con 25 años, algo de ropa en una mochila, poca plata y la cabeza llena de ideas, Carmelo llegó en micro a la terminal de Retiro y se mudó a la Villa 31. Ese año se involucró de lleno en las luchas y reivindicaciones de los barrios populares. Su militancia por el derecho a la vivienda y la urbanización lo volvieron dirigente del barrio Martín Güemes de la Villa 31. 

Una tarde, Carmelo miraba un partido de fútbol en el barrio Comunicaciones de la Villa 31 y se le acercó un cura alto y rubio que había dado una misa en la cancha antes del inicio del encuentro. El padre Carlos Mugica lo invitó a militar con los vecinos en la Parroquia Cristo Obrero, que él mismo había fundado. “Esta es la casa de Dios. Podés venir a trabajar vos que sos joven y meterte en la Juventud Peronista”, le propuso. “Yo no puedo trabajar con la Iglesia, porque la iglesia es culpable del asesinato y la masacre de muchos de mis hermanos y antepasados”, respondió Carmelo. Mugica sonrío, le apoyó una mano sobre el hombre y le dijo: “Hermano mío. Todos somos hijos de esta madre prostituta”. 

Los años de militancia en los barrios populares lo llevaron a integrar el Movimiento Villero Peronista. El 20 y el 21 de octubre 1973 se organizó el I Congreso Villero Nacional en la Universidad del Litoral (Santa Fe). Al año siguiente, en enero, se hizo el segundo en el ex Colegio Sagrado Corazón de la Ciudad de Córdoba. Participaron representantes de 365 villas de todo el país. 

—Después de estos encuentros decidimos que los villeros estábamos en condiciones de encarar nosotros mismos la urbanización de nuestras villas y con la participación plena desde el presupuesto y las licitaciones. Queríamos formar parte de todo.

El 24 de enero de 1974, Perón citó a Carmelo y a otros cinco dirigentes de los barrios de la Villa 31 a una reunión en la Quinta de Olivos. Con el asesoramiento de arquitectos e ingenieros, los dirigentes de la Villa 31 elaboraron un proyecto de urbanización y vivienda. Entregaron dos copias al Presidente, quien les propuso erradicar el barrio y mudar a los vecinos a las nuevas 10 mil viviendas que iban a construir en Ciudad Evita y Soldati. Además, les dijo que en lo sucesivo iban a tener reuniones periódicas con su ministro de Bienestar Social, José López Rega.

—Nos mandó a la boca del lobo… Nosotros cada semana teníamos reuniones con López Rega en Bienestar Social. Pero, lamentablemente, él rechazó nuestras cláusulas y nuestra propuesta de urbanizar el barrio. Nosotros no nos queríamos ir, queríamos urbanizar. Rompimos la relación con López Rega y continuamos el movimiento.

El 25 marzo del ‘74, el movimiento villero se movilizó en una gran marcha de Retiro a Plaza de Mayo. Cuando la columna llegó a la calle Cangallo (hoy Perón) y Paseo Colón, fueron reprimidos. Allí mismo murió Alberto Chejolán, el primer villero asesinado en un marcha dentro de un gobierno democrático.

La persecución fue in crescendo. El 11 de mayo fue asesinado Carlos Mugica. 

—La Triple A nos fichó a cada uno. Después, en la dictadura, los dirigentes nos desparramamos para no morir.

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Los años de la última dictadura cívico-militar, Carmelo los vivió recluido en su nueva casa del partido de Morón. Casi sin salir a la calle y alejado de la villa y de sus compañeros de militancia. “Fueron años muy difíciles. Tengo 18 compañeros desaparecidos de las villas de Retiro, Colegiales, Lugano y otros barrios”, lamenta.

Ya en democracia, Carmelo volvió a viajar a Bolivia. Retomó sus estudios de quechua y se involucró de lleno en la lucha por las reivindicaciones de la cultura de los pueblos originarios. Fueron años de idas y vueltas entre ambos países. Al “volver a las raíces”, como él mismo define a esa etapa, la militancia y la investigación histórica del Incario, cambiaron su vida. 

—El conocimiento del tiempo y espacio, del calendario con la chacana en el centro, de la traslación de los planetas y los astros, el recuperar nuestras raíces, nuestra medicina y alimentación, la importancia de la Pacha Mama… Es un conocimiento que en la práctica nosotros hemos tenido desde niños, pero cuando uno empieza a investigar, comprometerse y compenetrarse, el idioma quechua te abre la mente. La cultura andina ha sido una cultura brillante, donde había científicos, médicos, arquitectos, cocineros y agricultores de alimentación saludable. Nuestras fiestas, nuestras tradiciones, cosmovisión y costumbre, los solsticios, los equinoccios….

Ya como profesor de quechua y reconocido con el apodo de Tayta (padre), Carmelo empezó a participar en los encuentros de lenguas nativas y extranjeras. Una tarde, dio una clase abierta en la Universidad Nacional de La Matanza y conoció a dos profesores de guaraní. Juntos elaboraron un proyecto de ley para declarar de Interés Municipal a las lenguas nativas en el partido de La Matanza. “El argumento era, ‘cómo es posible que en el país donde hay lenguas originarias sólo se enseñan lenguas extranjeras’”, recuerda. Luego de reunirse con concejales de todos los bloques, el proyecto fue aprobado por unanimidad. Esa fue la llave que le abrió las puertas de las universidades argentinas.

El quechua es un idioma originario hablado por aproximadamente 19 millones de personas en Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador.

—Cuando empezamos a enseñar todo fue una lucha, porque a las lenguas originarias no la conocía nadie y nadie entendía para qué las enseñábamos. Pero de a poco empezaron a sumarse. Es importante dar a conocer nuestros saberes, porque la educación sigue siendo colonizadora. Entonces, si nosotros no enseñamos nuestro idioma, el idioma va a desaparecer y un pueblo que desaparece culturalmente se convierte en nada.

Hoy, Carmelo da cursos de idioma quechua en la UNSAM, a través del Programa de Lenguas de Lectura Mundi; en las universidades nacionales de La Matanza, La Plata, de las Artes y el Centro Universitario de Idiomas. Además, participa en los congresos internacionales del idioma Quechua, donde fue reconocido como presidente honorario. “En la Argentina ya hay seis academias de quechua. Creo que la enseñanza del idioma ya ha tomado su cauce”, dice.

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El 18 de octubre de 2020, Bolivia eligió un nuevo presidente. Luis Arce, candidato del Movimiento Al Socialismo (MAS), fue electo con el 54% de los votos, dando fin al gobierno de facto de Jeanine Áñez. Carmelo no tiene dudas de que el golpe de Estado contra el gobierno de Morales vino “de parte de Estados Unidos” y tuvo como protagonistas “a los hijos de los croatas neonazis de la ultraderecha de Santa Cruz de la Sierra”. “Esa minoría hoy se cree dueña del Estado y no reconoce a los pueblos originarios. Cuando tomaron el poder lo hicieron con La Biblia en la mano y quemaron la Whipala, nuestro símbolo sagrado, y discriminaron a nuestras hermanas con pollera”.

—En los 14 años de Evo Morales los pueblos originarios hemos recuperado nuestra dignidad, hemos formado parte de la sociedad que antes nos excluyó, fuimos reconocidos. Antes de Evo, en las dictaduras, a los originarios nos tocó emigrar a la Argentina y yo agradezco mucho la generosidad de los hermanos argentinos. Hoy podemos decir gracias a los hermanos Luis Arce Catacora y David Choquehuanca porque nuevamente vuelve a salir el padre Sol. Aquí está justamente la ayuda de la Pacha Mama, que nunca jamás va a permitir que sus símbolos sagrados sean pisoteados, quemados y que su gente sea humillada. Nosotros lucharemos hasta el último día de nuestra vida y ojalá los hermanos argentinos puedan entender la filosofía del pueblo boliviano que los quiere y los ama tanto.

Nota actualizada el 17 de octubre de 2022

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