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La parálisis de la actividad económica mundial está generando una crisis del comercio internacional sin precedentes. Dos investigadorxs de la Escuela de Economía y Negocios de la UNSAM analizan el impacto de la situación en las exportaciones e importaciones argentinas, que según datos oficiales muestran caídas a niveles históricos.
Uno de los problemas más recurrentes de la historia económica argentina está ligado a la necesidad de dólares para impulsar el desarrollo productivo. Escenarios de restricción externa, endeudamiento, balanzas comerciales, divisas y comodities forman parte del vocabulario cotidiano de muchxs argentinxs y son fuentes de sesudos -y también disparatados- análisis televisivos por parte de economistas y periodistas a toda hora. En medio de todo ese ruido de números, metáforas climáticas y licuadoras, se distingue una cuestión principal: el rol central de las exportaciones y las importaciones.
Para entender la situación del comercio internacional argentino es necesario conocer el contexto mundial marcado por el COVID-19. Según estimaciones del Banco Mundial, el Producto Bruto Interno del planeta caerá un 5,2 % a finales de 2020, lo que constituye la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. En ese escenario, América Latina sufrirá un desplome de un 7,2% de su actividad económica.
“Se perderá más de una década de avances: hacia finales de 2020, el PBI per cápita de la región habrá perdido más de 10 años de crecimiento y los niveles de pobreza verán un retroceso de 14 años. Será la peor crisis en un siglo para América Latina y el Caribe: el desempleo regional llegará al 13,5%, 231 millones de personas más quedarán en situación de pobreza y 98 millones en pobreza extrema”, dijo Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en un comunicado oficial.
En este contexto, ¿cuál es la situación del comercio internacional argentino? En julio de 2020 las exportaciones alcanzaron un total de 4.903 millones de dólares, y las importaciones 3.427 millones de dólares, según datos del último informe de comercio exterior del INDEC. Con respecto al mismo mes de 2019, el intercambio comercial cayó un 22,6%, alcanzando un valor de 8.330 millones de dólares.
“Las importaciones cayeron porque cayó mucho el nivel de actividad. Y las exportaciones cayeron por el mismo motivo pero del lado de nuestros compradores -principalmente China, Brasil, Estados Unidos y Vietnam-, porque buena parte de nuestras exportaciones van dirigidas a economías que están sufriendo mucho, lo cual es una situación generalizada”, explica Cristian Folgar, docente e investigador de la Escuela de Economía y Negocios (EEyN).
Los datos del INDEC muestran que en julio de 2020 las exportaciones cayeron un 16,3% interanual: La retracción, que afectó a todos los rubros a niveles históricos, corresponde principalmente a manufacturas de origen industrial, con una caída del 32,3%, seguido por combustibles y energías, productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, que disminuyeron 20,3%, 10% y 9% respectivamente. Al mismo tiempo, las importaciones disminuyeron en un 30,1%.
“Las exportaciones de manufacturas de origen industrial cayeron muchísimo en todo el mundo. En Argentina era esperable que ese comercio caiga porque también cae el comercio de uno de nuestros socios comerciales más importantes que es Brasil, sobretodo en el sector automotriz”, especifica Florencia Fares, economista y miembro del Centro de Investigaciones Macroeconómicas para el Desarrollo de la EEyN.
La diferencia entre el nivel de exportaciones e importaciones en julio muestra una balanza comercial positiva, con un superávit de 1476 millones de dólares. Cristian Folgar señala que “se podría considerar un dato positivo porque ese dinero permite compensar el resto de las salidas de dólares para pagos de deudas”, pero aclara: “Ese positivo en la balanza no es porque aumentaron las exportaciones, es porque se desplomaron las importaciones al caer la actividad económica, y no hay plata para comprar cosas importadas. El dato de la balanza muestra que importamos menos porque consumimos y producimos menos”.
Al 26 de agosto de 2020, el Covid-19 en la Argentina lleva más de 360 mil contagios y 7563 muertes. En materia económica, la pandemia evidenció la crisis del país y las desigualdades estructurales que la población viene padeciendo en los últimos años. Esos problemas económicos y sociales también son visibles en el comercio exterior: la balanza comercial de 2017 cerró con un déficit comercial de 8471 millones de dólares, en 2018 registró un déficit de 3.823 millones y el 2019 un superávit de 1.484 millones.
Florencia Fares explica la tendencia: “Tuvimos 3 años de caída y un 2019 con alza de la balanza comercial. Esto no es porque las exportaciones crecieron, sino porque hubo una contracción muy importante de las importaciones porque cayó la actividad económica local. Las importaciones son muy volátiles y el comportamiento de la balanza comercial demuestra una contracción de la economía doméstica”.
La investigadora explica los riesgos de “concentrar” el ingreso de divisas principalmente en la exportación de comodities como la soja y propone “diversificar la economía para evitar la volatilidad”: “Las comodities son mucho más volátiles que los precios de bienes con mayor valor agregado. ¿Cuál es el poder que tiene la Argentina para influir en el precio de la soja? Ese es el problema. El valor exportado queda muy atado a las fluctuaciones del precio y a los grandes demandantes de esas materias primas, lo cual es una gran desventaja”.
En los últimos años se vienen desarrollando algunas industrias con potencial exportador que podrían poner primera en el viaje hacia la tan ansiada diversificación económica. La llamada economía del conocimiento logró exportaciones por 6000 millones de dólares en 2018 y hoy representa el 8% del total de las exportaciones nacionales, según Argencor (entidad que aglutina a las empresas prestadoras de servicios de software y economía del conocimiento). Al mismo tiempo, la producción de maquinaria agrícola, que en 2019 había registrado una caída del 30%, en lo que va de 2020 aumentaron las ventas en un 5%, según la Cámara de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (CAFMA). Por su parte, la empresa estatal INVAP avanza en la producción de gas natural licuado, producto que podría abrir una nueva oportunidad para acceder a mercados internacionales, según informó la Agencia TSS de la UNSAM.
Cristian Folgar señala la importancia de diversificar la economía nacional y lograr un aumento de las exportaciones de productos manufacturados, pero advierte sobre las dificultades en el contexto de crisis global: “Las manufacturas industriales tienen un altísimo componente PyME (Pequeñas y Medianas Empresa). La pregunta es cómo haremos que los productos de nuestras PyMEs sean más competitivos en el mercado internacional que los de otros países que también van a querer exportar lo mismo. Como en todo el mundo cayó el nivel de actividad y hay una gran capacidad ociosa, todos están buscando nuevos negocios”.
Finalmente, ambos investigadores destacan la importancia del acuerdo con los acreedores privados logrado por el Ministerio de Economía para la reestructuración de la deuda soberana y señalaron la necesidad de exportar más y mejor como única salida de la crisis pospandemia. “Ahora tenemos superávit comercial y habría que ver los caminos para poder mantenerse en ese sendero sin descuidar la cuestión de la inflación, el cual es un tema que hay que solucionar”, dice Fares. “Argentina tiene que apuntar todos los cañones a exportar todo lo que pueda, en el sector que sea. Que eso nos permita empezar a mover la rueda y a partir de ahí empezar a generar las condiciones”, concluye Folgar.