#TalentoUNSAM, Instituto de Investigaciones Biotecnológicas, Notas de tapa
El Grupo de Virología Molecular del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM descubrió que el virus que transmite el mosquito Aedes aegypti es capaz de modificar su genoma para adaptarse y completar su ciclo de transmisión.
Años atrás los argentinos nos enteramos de una nueva enfermedad: la fiebre chikungunya, que en lengua africana makote significa “doblarse de dolor”. En 2016 la enfermedad tuvo un brote explosivo en el país, registrándose casi 3 mil casos sospechosos. El virus que se transmite por la picadura del mosquito Aedes aegypti —mismo vector del dengue— ya infectó alrededor de 2 millones de personas en África —continente del que proviene— y 1,5 millones en América Latina.
¿Cómo logra adaptarse el virus para continuar su expansión en regiones tan disímiles? ¿Cómo hace para replicarse en organismos tan diferentes como mosquitos y personas? Los científicos del Grupo de Virología Molecular del Instituto de Investigaciones Biotecnología (IIB) de la UNSAM descubrieron que este virus es capaz de modificar una parte de su genoma para lograrlo.
Diego Álvarez, director del equipo de investigación, explica que “el virus tiene que pasar de mosquito a mamífero (humano) todo el tiempo para poder ser infectivo” y “tiene que ser lo suficientemente flexible como para poder adaptarse a cada hospedador”.
Claudia Filomatori, la investigadora que lideró el proyecto, cuenta cómo funciona este mecanismo camaleónico: “El virus adaptado al mosquito no es el mismo que está adaptado al humano. Su material genético es distinto, se modifica todo el tiempo. Utiliza un mecanismo denominado recombinación, que implica la generación de una nueva molécula o “quimera” a partir de la mezcla de dos moléculas distintas de un mismo material genético”.
Esto explica cómo el virus pudo propagarse en África, Asia y, más recientemente, en Europa y América Latina. “La parte del genoma que se modifica también cambia entre los distintos virus que hoy infectan en diversas partes del mundo. Nosotros pudimos entender por qué el virus necesita ganar o perder esta parte del genoma y cuál es el mecanismo que le permite hacerlo”, completa Filomatori. Los resultados de la investigación permiten comprender la dinámica de distribución mundial del virus y fueron publicados en la revista PLoS Pathogens.
El primer caso autóctono de chikungunya en la Argentina se registró en 2014. Dos años después se registró un brote explosivo en el que hubo cerca de 3 mil personas infectadas. Si bien la fiebre alta y los dolores de cabeza y articulares son los síntomas más comunes, los científicos coinciden en que la enfermedad es de difícil diagnóstico porque estos síntomas son similares a los del dengue y zika, que se transmiten por la picadura del mismo mosquito.
“Puede ser que tengamos otro brote. Hay que mantener un estado de alerta para poder responder rápido. Los brotes sueles ser muy explosivos, el virus se transmite muy rápido. Por eso es importante poder detectarlo a tiempo”, dice Eugenia Bardossy, becaria doctoral del equipo de investigación.
Más allá de estos descubrimientos, Álvarez comenta las dificultades económicas que sufre la ciencia en el país. “En valores reales, el presupuesto total en ciencia y técnica se redujo un 35 % desde 2015. Del presupuesto que teníamos el año pasado para comprar reactivos e insumos, que era todo en pesos, recibimos la mitad de la plata y a eso hay que sumarle la devaluación del dólar. Es como si en un año hubiésemos recibido el 40 % de la plata que teníamos para trabajar”, dice.
Acerca de la situación de los becarios en el CONICET, Bardossy agrega: “Es difícil. Las contribuciones que hace la actividad científica a la vida cotidiana son muy palpables, pero los montos de las becas quedaron desactualizados. A pesar de esto, estamos apasionados con nuestro trabajo y nos esforzamos para hacer ciencia competitiva desde la Argentina”.
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Te felicito Euge. Gran profesional. BRAVO BRAVO BRAVO!