Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental, Notas de tapa
El profesor del 3iA y flamante miembro de la Academia Nacional de la Historia Miguel de Asúa acaba de publicar el libro “Ciencia en la arcadia desvanecida”, en el que analiza la historia de la ciencia en las misiones jesuíticas del Siglo XVIII. En esta entrevista, cuenta cómo fue encarar este proyecto y cuáles fueron las conclusiones a las que llegó.
Por Dolores Caviglia. Fotos: Pablo Carrera Oser.
Cuando en el Siglo XVII los jesuitas llegaron al continente americano para evangelizar a los nativos, todo era nuevo para ellos: la flora, la fauna, las personas. Y como entonces no tenían -porque no existían- ni remedios, ni mapas, ni rutas, ni relojes ni telescopios, utilizaban las hojas de las plantas para curar dolencias y enfermedades, y observaban los satélites de Júpiter para calcular la diferencia horaria y las longitudes y así localizar las coordenadas de todas las misiones.
Impulsado por su pasión, pero también con la intención de terminar con el discurso canónico, hace veinte años Miguel de Asúa empezó a estudiar esta parte en la historia de la ciencia. Es médico, licenciado en Teología, historiador de la Ciencia y de la Medicina, y profesor del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la UNSAM; ganó varias becas, como la Guggenheim, con las que financió este proyecto; estudió en la Universidad de Cambridge, viajó por todo el mundo y consiguió varios manuscritos sobre lo que ocurrió en las misiones desde principios del siglo XVII hasta 1776 en bibliotecas europeas; estudió esa enorme cantidad de documentos y segregó la información que precisaba para demostrar en su libro Ciencia en la arcadia desvanecida, entre otras cosas, que mucho de lo americano fue incorporado a lo europeo hace ya tiempo.
-¿De qué trata el libro?
-Es una investigación que ya tiene más diez años sobre la ciencia en las misiones jesuíticas; es un estudio acerca del tipo de ciencia que hacían estas personas en relación a la ciencia que hacían los jesuitas en el resto del mundo para entender qué vínculo tenía esto con algunos grandes temas de la historia como la revolución científica, la gran transformación de la ciencia en el siglo XVII. La idea era entender cuál fue la mediación entre esto y lo que fue la historia de la ciencia en el Río de la Plata, porque esto es lo que fueron los jesuitas, esta transición. En nuestro país siempre estuvo separado: por un lado estaba la historia de la ciencia mundial y por otro, la nacional. Bueno, uno de los horizontes de este libro es hacer un solo discurso con lo que eran dos manuales separados.
En este trabajo, lo que hice fue estudiar los distintos tipos de ciencia: la historia natural, la botánica médica, la astronomía y la cartografía. Todo lo que acontecía en las misiones, que fue la parte más dinámica, porque en las universidades no pasaba esto: en el XVIII estos centros de estudios eran conservadores por lo que lo más novedoso ocurría sí o sí por fuera.
-¿Qué fue la historia natural de los jesuitas?
-Es un tema sobre el que se habló mucho; se las consideró ciencia, historia, literatura. Yo creo que forman parte de un género que inventaron ellos, los jesuitas; un género que tenía que ver con la novedad del nuevo mundo. Descubierta América, los jesuitas vienen a predicar acá y se encuentran que tienen que dar cuenta de todo esto, así que crean una nueva forma de discurso. La historia natural cuenta los animales, las plantas, la geografía y los pueblos. Todavía no había etnografía pero los pueblos formaban parte de la historia y fueron el escenario donde después tuvieron lugar las acciones de los hombres que son entendidas en clave religiosa, en el drama de la salvación, desde el punto de vista cristiano. Ahí fue donde los jesuitas desarrollaron su acción de cristianización. Este es el sentido. Toda la ciencia jesuita tiene un solo objetivo: estar al servicio de la misión religiosa. La ciencia tenía orientación práctica. El jesuita ante todo es un religioso.
En la historia natural lo que hacían era describir la geografía, la fauna, la flora y los pueblos de la región. En botánica médica, hacían escritos en los que relataban la utilización de vegetales para su aplicación a dolencias, enfermedades, etc. y también hacían manuales de medicina, aunque nada de esto tiene valor científico. Pero lo importante es ver qué cosas se hacían en estas condiciones. En astronomía estaban las observaciones de satélites de Júpiter, de eclipses, de cometas. Y en cartografía, la labor jesuita en la región fue fundamental. Muchos de sus mapas fueron rehechos por los grandes cartógrafos europeos.
-¿Cuáles son las diferencias entre lo que pasaba en las universidades y lo que ocurría por fuera?
-En las universidades se enseñaba filosofía de la naturaleza, lo que hoy llamamos ciencia, con un patrón aristotélico, escolástico, con pocos momentos de innovación. En cambio, en las afueras, había personajes como Buenaventura Suárez, que estaba empeñado en traducir un trabajo de inspiración newtoniana. Es otro tipo de ciencia, cuya matriz no es escolástica sino matemática. Esto pasaba en las misiones perdidas en la selva.
-¿Con qué particularidades se encontró a lo largo de este trabajo?
-Una de las cosas importantes fue la incorporación de la ciencia occidental, la de la modernidad temprana, la de los saberes de las etnias que había acá. Se produjo una articulación, una incorporación de lo americano a lo europeo. Este es el subtexto no explícito.
Además, estudié cómo se transmitieron las observaciones de las misiones desde la jungla a la Royal Society, la institución científica por excelencia de la época. Las misiones estaban dentro de la red de la Compañía de Jesús, por lo que estaban comunicadas alrededor del planeta, con un nodo central en Roma. Había vías de comunicación fluidas. Entonces, pude trazar todos los intermediarios, la parte detectivesca del trabajo, que fue lo que más me gustó hacer.
-¿Qué significaron estas historias para la época?
-Absolutamente nada. Lo que pasa es que España tenía una política de clausura sobre lo que pasaba en sus territorios de ultramar, por lo que lo que llegaba de acá no era bienvenido.
-¿Cómo empezó a estudiar este tema?
-Yo escribí un libro que se llama Un nuevo mundo de animales, en el que estudiaba cómo los europeos de los siglos XVI y XVII se enfrentaban con la fauna americana, para ellos algo nuevo, y escribían acerca de ello. Cómo los distintos grupos, los mercaderes, los naturalistas, los soldados, con el aparato mental que tenían, volcaban en la narrativa los animales que encontraban. Bueno, uno de estos capítulos estaba dedicado a los jesuitas.
-¿A qué conclusiones llegó?
-La ciencia jesuita fue un producto cultural muy marcado por la articulación, la incorporación de saberes locales, nativos, y esto se ve muy bien por ejemplo en la farmacopea, en cómo venía un jesuita farmaceútico y escribía sobre plantas nativas. Es interesante cómo se apropian y se transforman en categorías europeas. Pero también hubo una farmacopea escrita en guaraní, lo que confirma que el intercambio era un ida y vuelta. De los jesuitas a los guaraníes y viceversa. Esta cuestión de incorporación a la tradición europea es clave, porque marca una matriz típicamente barroca y se encuentra así una completitud de sentido con los otros objetos culturales como las iglesias barrocas en medio de la jungla.
-¿Encontró algún malentendido con el discurso histórico instalado?
-Sí. Por ejemplo, hay un historiador argentino, José Babini, que decía que no existía la ciencia en el período colonial argentino. Bueno, yo dudo de esto. Mi investigación es simplemente el elenco de las evidencias que refutan esta frase. Este estudio es un capítulo más de un movimiento dedicado a estudiar la actividad de los jesuitas en las misiones. Es una alternativa al relato canónico de la revolución científica.
buenos dias… el libro se publico en español?El tema es muy interesante