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Notas de tapa, Secretaría de Innovación y Transferencia

La UNSAM, líder en proyectos de cooperación entre sector público y privado

Cinco proyectos activos financiados por el Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC) –en nanotecnologías, ciencias biomédicas y energías sustentables– ubican a la UNSAM como la universidad más activa en la creación y transferencia tecnológica en conjunto con el sector privado.

Por Marcelo Rodríguez.

El Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC) es un instrumento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MinCyT) para incentivar la cooperación entre los sectores público y privado en la investigación científica y la transferencia de tecnología. Implementado a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica desde 2009, el FONARSEC financia proyectos integrados bajo la forma de consorcios mixtos compuestos por dos instituciones públicas de investigación y desarrollo (I+D) y dos o más empresas privadas.

Actualmente, con cinco otorgamientos por un total de 60 millones de pesos, la UNSAM es la universidad donde más proyectos del FONARSEC están funcionando, lo que reafirma su perfil en materia de investigación para la innovación del sistema productivo. Así se lo notificó recientemente la directora del FONARSEC, Isabel Macdonald, al secretario de Innovación y Transferencia de la UNSAM, Diego Hurtado, quien aseguró que este hecho “posiciona a la Universidad como la número uno en términos de políticas públicas”, y es “un muy buen signo de que la UNSAM está produciendo y articulando capacidades heterogéneas para responder a la necesidad de desarrollar tecnologías vinculadas a la demanda social”.

Laboratorios en cajas de zapatos

Con un total de $21.556.387 entre el subsidio de la Agencia Nacional y el aporte privado, el proyecto NanoPOC (“Nano Point-Of-Care”) está llevado adelante por un consorcio formado por la UNSAM –a través del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB-INTECH)–, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y las empresas Agropharma (diagnósticos veterinarios), AADE (dispositivos electrónicos) y Biochemiq (bioseguridad). Lo dirige el ingeniero Calos Moina (INTI) y funciona desde el año 2011.

“El objetivo es diseñar una plataforma basada en nanotecnología y microelectrónica, que aplica biotecnología para el diagnóstico de enfermedades tanto de interés veterinario como humano”, explica el doctor Juan Ugalde, biólogo molecular del IIB-INTECH que trabaja en los aspectos biotecnológicos del proyecto, junto con sus colegas Diego Comerci y Andrés Ciocchini.

Funciona con nanopartículas que, al ser recubiertas con un antígeno específico, se magnetizan inmediatamente al encontrarse con los anticuerpos presentes en la muestra a analizar. Así, posibilita resultados muy rápidos y confiables para diagnosticar, por ejemplo, brucelosis, Chagas, aftosa o síndrome urémico hemolítico. Ya se han logrado dispositivos portátiles muy pequeños, capaces de ser trasladados a zonas rurales u otro sitio sin infraestructura y realizar in situ y rápidamente diagnósticos de hasta 8 enfermedades simultáneas, cuando hasta ahora para eso era necesario enviar las muestras a diferentes centros de referencia con procesos que pueden demandar semanas. Su entrada en el sistema sanitario, sin embargo, requiere aún toda una serie de costosos ensayos de validación.

Contra un pequeño gran enemigo

Una de las claves para que funcione un sistema como el NanoPOC es la identificación exacta de los antígenos que es necesario usar para lograr diagnósticos más confiables y sin “falsos positivos”, un defecto común en los tests de uso corriente. Justamente, el desarrollo de antígenos para detección rápida y precisa de Escherichia coli, la bacteria causante del síndrome urémico hemolítico –enfermedad en que la Argentina ostenta el triste récord de ser el país con más casos por habitante– es otro de los proyectos enmarcados en el FONARSEC y cuenta con un fondo conjunto de $11.578.380.

“Cuando aparece en un servicio de guardia un chico con diarreas, no es posible saber en el acto si la causa es o no una bacteria enteropatogénica –explica Ugalde–. Nosotros podríamos en 20 minutos saber si esa diarrea está causada por una bacteria capaz de provocar el síndrome urémico hemolítico”. El nuevo antígeno, desarrollado mediante técnicas de ingeniería genética, permitirá incluso hallar el patógeno contaminante incluso en muestras de alimentos. Dirige el proyecto la doctora Marta Rivas, del ANLIS (Instituto Malbrán), y participan por el sector privado las empresas Inmunova y Britania. Tras pocos meses de trabajo llevan identificados antígenos de tres serotipos de la bacteria, que causan en total el 95% de los casos que se producen en el país.

Tripanosomas sin escapatoria

La enfermedad de Chagas afecta en la Argentina a más de 2 millones de personas. Además de la necesidad de mejorar la confiabilidad de los tests actuales (la OPS recomienda más de una prueba para confirmar el diagnóstico), este proyecto de investigación sobre biomarcadores del parásito que la causa –Trypanosoma cruzi– surgió con objetivos puntuales, como el de poder evitar el problema de los “falsos positivos” en la detección del Chagas congénito: “No todos los hijos de madres chagásicas nacen infectados, pero si eso sucede y se lo detecta inmediatamente, es uno de los pocos casos en los que la enfermedad se cura –explica el Dr. Fernán Agüero, uno de los investigadores del IIB-INTECH que trabaja en el proyecto financiado por el FONARSEC–. El problema es que la sangre del bebé aún tiene anticuerpos de la madre, con lo cual la prueba siempre da positivo aunque no esté infectado. Por eso buscamos marcadores que den positivo sólo cuando el bebé esté realmente infectado”.

Hoy en el IIB, con la ayuda de nuevas tecnologías de screening molecular, están identificando las proteínas esenciales del parásito para poder reducir el costo de las pruebas que permitirán, finalmente, identificar los antígenos capaces de optimizar los tests para enfermedad de Chagas en confiabilidad y en practicidad, ya que les permitiría incluso ser aplicados en NanoPOCs o en tiras reactivas, por ejemplo). El proyecto, en marcha desde setiembre pasado y dirigido por el doctor Carlos Frasch, decano del IIB, cuenta con un fondo total de $7.317.006, y la producción de los formatos de aplicación estará a cargo de las empresas Agropharma y Biochemiq.

Arcillas que limpian el agua

El proyecto de nanoarcillas trabaja en la modificación de arcillas patagónicas para darles estructura nanométrica. Así se consiguen materiales con propiedades especiales para la industria plástica (ignífugos, placas impermeables, etc.), como así también organoarcillas y bioarcillas (compuestas con determinados hongos y bacterias) con propiedades especiales para tratar efluentes y limpiar grandes volúmenes de agua con apenas unos pocos gramos del producto. La idea surgió en 2009, y en 2011 se conformó el consorcio integrado por UNSAM, el Centro Tecnológico de Minerales y Cerámicas (CETMIC-CONICET) de La Plata, y las empresas Alois y Castiglioni, con un financiamiento mixto del FONARSEC de $8.914.860.

Mediante granos de estas arcillas modificadas se pueden extraer del agua residuos químicos, colorantes industriales, metales pesados y otros contaminantes. “Hay otro problema, que es saber qué hacemos con la arcilla contaminada con lo que se extrajo del agua, y entonces decidimos cerrar el proceso recuperando los metales, y degradando las sustancias químicas mediante procesos catalíticos y biológicos combinados”, explicó el doctor Gustavo Curutchet, bioquímico de la Escuela de Ciencia y Técnica de la UNSAM, a cargo de la investigación sobre los aspectos medioambientales junto con el doctor Roberto Candal.

Todos pueden dar energía

El otro de los proyectos que recibió financiamiento del FONARSEC –por un total de $11.056.671 entre los de la Agencia y los privados– es el que la UNSAM desarrolla en conjunto con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y cinco empresas privadas, entre ellas Edenor. Su objetivo: desarrollar la tecnología y la normativa técnica para que cualquiera (empresa, institución o particular) pueda convertirse en proveedor de energía para la red eléctrica, usando paneles solares instalados en su propio terreno o en la terraza. También buscan  impulsar este mercado, que tal como asegura el doctor Julio Durán, jefe del Departamento de Energía Solar de CNEA, docente de UNSAM y director del proyecto, “aún no existe en la Argentina, aunque en países de Europa ya está bastante avanzado”.

Dentro de este proyecto, puesto en marcha en abril del año pasado, el ingeniero Hernán Socolowski y Ezequiel Fernández Wortman, becario de la Universidad, trabajan en el desarrollo de nuevos inversores para la red fotovoltaica. Estos equipos, de alto costo y que actualmente sólo se fabrican en el exterior, son los que convierten la corriente eléctrica continua que producen las células solares (y que fluctúa en el día según la luz recibida del sol) en una señal alterna y estable de 220 voltios y 50Hz, lista para ser inyectada en la red eléctrica sin causar trastornos. “Además, tienen que poder sincronizarse con la fase de la señal de la red, y tener cierta inmunidad a frente a las perturbaciones que esta pueda tener”, señala Socolowski, quien estimó que en dos o tres años será posible disponer de equipos diseñados y fabricados en la Argentina.

Por otra parte, Diego Hurtado, secretario de Innovación y Transferencia de la UNSAM,  adelantó que en la Universidad existen más proyectos de este tipo en carpeta, y sostuvo que estas experiencias “fuerzan la lógica académica a jugar el juego de la resolución de problemas sociales, económicos, empresariales e industriales vinculados a una agenda de políticas públicas”.

 

 

Nota actualizada el 29 de mayo de 2013

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