Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental, Notas de tapa
La investigadora de la UNSAM y la Comisión Nacional de Energía Atómica habla de la dimensión del problema de la contaminación en nuestro país: “Argentina es el primer país en cuanto a superficie de América Latina afectado por el problema del arsénico. Esto quiere decir que cuatro millones de personas pueden estar en riesgo”.
Por Jorge Forno – Fotos: Pablo Carrera Oser / Equipo de Comunicación UNSAM
El arsénico supo ganarse momentos de rutilante fama en la historia de la humanidad. En la Francia del siglo XVII fue el componente principal del llamado “polvo de la sucesión”, una cruel herramienta que a veces era utilizada para envenenar y sacar del medio a competidores molestos en pos de algún legado esquivo. Más tarde, su estrellato se agigantó al ser reconocido como protagonista en ficciones de misterio y también en muy reales intrigas políticas –que costaron la vida de papas y generales– o en menos elegantes casos policiales. Ya en el siglo XXI, mientras se discute la vinculación del arsénico con posibles formas de vida extraterrestre, una cuestión más urgente es la relacionada con su papel como contaminante del agua. Un rol menos difundido que los anteriores pero que amenaza a millones de personas en todo el mundo y, en particular, en nuestro país.
Marta Litter es una referente arsenical del agua. Doctora en Química, obtuvo un postdoctorado en Química de Polímeros en Arizona y se desempeña como fefa de la División de Tecnologías de Remediación de la CNEA. Además, coordina proyectos sobre tratamiento de aguas, principalmente en Tecnologías Avanzadas de Oxidación, y sus trabajos le valieron en 2006 y 2011 el Premio Mercosur en Ciencia y Tecnología. También es profesora titular de la UNSAM.
Junto con su equipo de investigación, la doctora Litter lleva adelante el proyecto “Remoción de arsénico, plomo y uranio mediante procesos de oxidación avanzada”. Para su desarrollo se vale de tecnologías poco costosas que aprovechan elementos naturales como la luz solar, o abundantes como el hierro cerovalente –que se encuentra en objetos como clavos, tachuelas, tornillos, alambre y limadura de acero –. También recurre al versátil dióxido de titanio –presente en productos regionales como los cosméticos– y a las modernas nanopartículas de hierro, de un tamaño equivalente a la mil millonésima parte de un metro. Con estos elementos, Litter idea exitosos métodos para descontaminar muestras de agua que, luego de pasar las cruciales pruebas de laboratorio, están listos para ser implementados en pruebas de campo.
¿Cómo nació el proyecto Remoción de arsénico, plomo y uranio mediante procesos de oxidación avanzada?
Es un proyecto aprobado por la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, orientado a la remoción de contaminantes del agua por medio de tecnologías de poco costo basadas en reacciones fotoquímicas, es decir que usen fundamentalmente luz. Se trata de usar materiales económicos. En uno de los procesos, la fotocatálisis heterogénea, se usa como reactivo el dióxido de titanio. Este producto tiene la capacidad de remover todo tipo de contaminantes como compuestos orgánicos, inorgánicos y también microorganismos. También trabajamos con el hierro cerovalente, un reductor que permite remover contaminantes especiales como pesticidas organoclorados y metales y metaloides como el arsénico. Si el agua tiene plomo en estado de oxidación 2 lo reduce a plomo elemental, y así lo separa del agua. Últimamente también estamos trabajando con hierro cerovalente nanoparticulado.
Se puede decir que la investigación que hacen es un aporte al conocimiento y también a la resolución práctica de problemas.
La investigación es muy relevante científicamente. En principio nuestra idea es hacer investigación básica al mejor nivel y tratar de estudiar los mecanismos en el laboratorio a partir de muestras de agua que contengan los contaminantes. Esto nos permite afrontar la segunda etapa, que consiste en una investigación más aplicada con vías a un proceso que puede ser desarrollado tecnológicamente, para eliminar o al menos reducir la contaminación de aguas reales, afuera del laboratorio.
¿Cómo llegan estos contaminantes al agua?
El uranio, el plomo y el arsénico son contaminantes que por su toxicidad tienen límites de concentración en agua potable que están fijados por la Organización Mundial de la Salud y el Código Alimentario Argentino. Tanto el plomo como el uranio pueden venir de procesos antropogénicos, mientras que el arsénico, si bien también puede venir de la acción del hombre, en su mayor parte proviene de la naturaleza.
¿Cómo es eso?
El arsénico llega a los suelos través de procesos geológicos, por ejemplo erosión de rocas, o procesos volcánicos, por lo que las aguas subterráneas que están en contacto con esos suelos van captando el arsénico. Hay alrededor de doscientos minerales que tienen arsénico.
Parece existir un enorme problema social en relación con esa contaminación.
Absolutamente, porque el problema del arsénico es mundial. Es un problema muy estudiado en el sureste asiático. Durante el siglo pasado había escasez de agua en países como Bangladesh, India, Vietnam, Taiwán, entonces las organizaciones internacionales pusieron mucho dinero para perforaciones. Cuando fueron para abajo apareció el agua con arsénico y la gente empezó a enfermarse. Entonces tuvieron que poner mucho dinero para estudiar y solucionar el problema del arsénico en esas regiones.
¿Y en América Latina?
En particular América Latina es un continente olvidado en ese sentido. Hay enormes zonas contaminadas, en catorce países de la región el problema del arsénico ha sido y continúa siendo estudiado. Argentina es el primer país en cuanto a superficie de América Latina afectado por este problema; quiere decir que hay cuatro millones de personas que pueden estar en riesgo. No significa que estén enfermas. Ocurre que si toman agua con arsénico por tiempo prolongado y son susceptibles o tienen predisposición a adquirir la enfermedad, se pueden enfermar. Los problemas de salud empiezan por afecciones en la piel, que pueden llegar a cáncer de piel y de órganos internos como hígado y riñones. Aparentemente hay una asociación entre tomar agua con arsénico y estas enfermedades.
¿Desde cuándo se conocen estas consecuencias de la contaminación del agua con arsénico?
Estamos próximos a cumplir un siglo del descubrimiento de esta enfermedad en Córdoba, más precisamente en la ciudad de Bell Ville, por eso se la llamó Enfermedad de Bell Ville. Actualmente, en nuestra región, esta enfermedad es más conocida como HACRE, Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico. Nosotros estamos organizando para 2014, cuando se cumplen 100 años del descubrimiento en Bell Ville, el 5º. Congreso Internacional de Arsénico en el Ambiente, que tendrá lugar en Buenos Aires.
¿Hay cooperación internacional para investigar sobre esta enfermedad?
Si. Nosotros dirigimos desde 2006 a 2009 una red que fue financiada por las instituciones de ciencia y tecnología de Iberoamérica dentro del Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED). Esta red, que se llamó IBEROARSEN, la coordinamos nosotros e incluyó a 17 países, 48 grupos y alrededor de 200 investigadores de las disciplinas más duras relacionadas con el arsénico como la Geología, la Química Analítica y la Química e Ingeniería para la remoción. Pero existen muy pocas iniciativas a nivel nacional, regional o internacional para ayudar a la región para enfrentar el problema.
¿Cuáles son los próximos pasos en esta línea de trabajo?
Con el proyecto de la UNSAM estamos avanzando, tenemos gran producción científica, muchos trabajos publicados al respecto y pensamos que son tecnologías que realmente se pueden aplicar. Estamos en contacto con gente de Europa, para poder presentar un proyecto a la Unión Europea y estudiar algunos de estos materiales para remediación de sitios contaminados, en donde haya sitios incluyendo agua y suelo. El nanohierro se puede aplicar por medio de una perforación y el material se inyecta con una corriente de nitrógeno e invade el subsuelo. Los contaminantes se adhieren fuertemente a este material.
¿Los contaminantes no llegarían al agua entonces?
No llegarían al agua, pero si ya están en el agua un factor importante es que se puede mejorar el proceso con luz. La luz beneficia la remoción.
¿Y en cuanto al problema social?
Es muy duro. Nosotros en la UNSAM también ganamos un proyecto que se llama Diálogo entre las Ciencias con un grupo del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) para estudiar la problemática del agua en asentamientos de Santiago del Estero. La idea es que vayan los sociólogos y hagan las encuestas en la población, vean cuál es la problemática de ellos en relación al agua, que incluye arsénico y también contaminación microbiológica, y después vayamos nosotros a probar nuestras tecnologías y ver la aceptación de la población a estas tecnologías, porque para implementarlas hay que ir al lugar. Nosotros no somos expertos en esos temas sociales.
Un trabajo multidisciplinario…
Lo que pasa es que el problema es muchas veces ignorado y nuestra idea es tratar de que el problema llegue a la gente, sin crear pánico. Ya ocurrió que en cuanto salimos en los medios empezó a sonar el teléfono de todas partes, fue muy duro ver que la gente quería saber sobre el HACRE pero carecía de información y nos trasladaba todo tipo de dudas. Nosotros somos científicos y tecnólogos y tratamos de hacer lo mejor de nuestra parte para solucionarlo, pero también nos interesa que el problema se difunda.