Notas de tapa, Secretaría de Extensión
Cyril Lemieux, sociólogo de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS), dio una conferencia para los estudiantes del centro universitario de la UNSAM que funciona en el Penal de José León Suárez.
Por Paula Bistagnino/Equipo de Comunicación UNSAM
Cuando Cyril Lemieux cruzó el último de los tres portones metálicos, varios alumnos ya lo estaban esperando. “Venga profe. Pase por acá”, lo recibió uno de ellos y lo acompañó por el sendero de cemento que conduce hasta el Centro Universitario San Martín (CUSAM). “Este es el lugar en el que estudiamos”, le indicó otro que esperaba en la puerta del edificio que aloja aulas, biblioteca, sala de música y talleres. Así, uno a uno, a medida que llegaban desde el pabellón, todos se acercaron a saludar al sociólogo francés que el viernes 1 de junio los visitó en la Unidad 48 del Penal de San Martín.
En un español algo forzado pero claro, Lemieux les dio las gracias y quiso saber qué quería decir el cartel de la entrada: “Sin berretines amigo”, leyó con dificultad para pronunciar la rr. Leandro López, docente de Sociología en el CUSAM y en el Campus Miguelete, se lo explicó en francés. Pero Martín Maduri, uno de los internos y primeros alumnos de la carrera, amplió en castellano: “Berretín es la cultura carcelaria, los valores y las maneras… Y eso en la Universidad no va, porque creemos que hay que respetar las reglas y la conducta que se maneja en la institución”.
Matías tiene 35 años y está preso desde hace 16. Además de estar en cuarto año de Sociología, se recibió de teólogo en el penal de Dolores y llegó a tercer año de Derecho en una cárcel de La Plata. “Todo lo que estudié fue en la cárcel, porque la realidad es que, cuando salís, se hace muy difícil sostener el estudio. Yo fui seis meses al Campus, pero no podía… Y terminé acá otra vez. Adentro es al revés: querés estudiar, porque es el único momento en el que te podés separar del verdugueo de la policía”.
Muchas voces y un mismo relato
La historia de Matías es la de muchos de sus compañeros. Como Pablo Tolosa, el vicepresidente del Centro Universitario. El también terminó el secundario en el encierro, dejó de estudiar cuando salió en libertad y se animó a la universidad cuando volvió a la cárcel, en el Penal de San Martín. “El CUSAM es todo para nosotros, porque no es sólo la libertad y el entusiasmo, sino que es una herramienta que nos dan para cuando nos vayamos; la única herramienta. Pero además, por la autonomía que tiene, este centro es distinto a todos los demás lugares de estudio en cárceles. Acá se cumple el derecho a la educación hasta para el que está adentro del buzón (calabozo)”, contó el estudiante de 26 años antes de entrar al aula para escuchar la conferencia de Lemieux sobre La influencia de los medios de comunicación en el comportamiento social.
Otro de los que se sentó en la primera fila fue Ariel, El Patón, uno de los líderes de Rimas de Alto Calibre, la banda nacida en las aulas del CUSAM que acaba de editar su primer disco y el próximo 12 de julio se presentará en el Bauen. Además de seguir atentamente la exposición del sociólogo francés, Ariel intervino para contarle su historia: “Yo nací en una villa que se llama La Cava. Crecí oliendo marihuana y viendo a la gente matarse a tiros. Y mi familia, para sacarme de eso, me mandó a una escuela de afuera del barrio y eso fue peor. Quizá si me educaba en la villa nunca hubiese pisado una cárcel. Pero la discriminación era tanta que yo empecé a ratearme porque no quería ir. Tenía 13 años y quería ser superior a los que me discriminaban. Por eso fui a robar”, contó.
Terminada la conferencia, los alumnos hicieron preguntas. Uno de ellos quiso saber cómo abordan los medios franceses el tema de la inseguridad: “¿Se estigmatiza a los delincuentes o se habla de integración y desarrollo social?”, consultó a Lemieux. “En 2002 hice un seguimiento de la campaña electoral presidencial. Y justamente Jacques Chirac, principal candidato entonces y que finalmente resultó electo, dijo que el principal problema del país era la delincuencia. Entonces los medios pusieron el foco ahí. Y lo hicieron desde lo que vende, que es el aspecto criminal. Porque lo más fácil, y lo más rentable, siempre es lo espectacular y no la reinserción o el desarrollo social. Entonces se elimina la complejidad del problema. Esto pasa también en Francia”, concluyó el profesor francés, que llegó a la Argentina en el marco del convenio que la UNSAM tiene con la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y brindó además otras dos conferencias en el Campus Miguelete y en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES).
“Me pareció una propuesta muy interesante que una de las charlas fuera dentro de la cárcel. Además nunca antes había estado en un prisión ni había visto cómo funciona la universidad en situación de encierro”, agradeció, mientras recorría junto a los estudiantes el pabellón en el que viven. Es un edificio aislado del resto al que sólo acceden los internos que logran la condición de alumnos regulares. Hoy tiene 29 de sus 32 plazas ocupadas y es probable que en poco tiempo más se complete, porque los inscriptos en Sociología ya son casi 40, incluidos los cuatro penitenciarios que también estudian en el CUSAM. El pabellón de estudiantes fue organizado hace tres años y tiene reglas propias, más flexibles que las habituales: los internos tienen libre acceso al centro universitario hasta las 18.30 y pueden estar en el patio hasta las 20. Además las celdas permanecen abiertas toda la noche. “Estar acá es un privilegio. Estamos bien, tranquilos”, le comentó al profesor Maximiliano Cortez, alumno de primer año de Sociología, mientras le mostraba su celda y la foto de su hija. Con 28 años, Maximiliano lleva casi dos tercios de su vida “adentro”: la primera vez fueron diez años y ahora, la segunda, ya van 16 meses.
Tras la recorrida Lemieux se despidió de cada uno de los alumnos que, como cuando llegó, lo acompañaron hasta la última puerta a la que tienen permitido acceder. Desde ahí el sociólogo francés siguió en silencio. Y recién cuando estuvo afuera del penal, mientras encendía un cigarrillo, se animó a dar una impresión de la visita: “Es difícil hablarle con libertad, y desde la libertad, a quienes no la tienen. En lo personal, es muy fuerte ver tanta gente joven, llena de energía y con muchas ganas de hacer cosas, encerrada. Me llevo una experiencia enriquecedora y la admiración por el trabajo que esta Universidad está haciendo aquí”.