Escuela de Humanidades, home, ICRM
Un estudio internacional del que participa la UNSAM muestra cómo afecta la pandemia y la precarización laboral a la salud mental y psicológica del personal de salud de instituciones públicas y privadas de la Argentina. Cansancio, estrés e insomnio dentro y fuera del hospital.
Patricia Álvarez es enfermera en el Hospital Interzonal General de Agudos “Eva Perón” de San Martín. Especialista en salud mental, vio morir a pacientes y a seis de sus colegas de Covid-19. Hace meses padece insomnio y dificultad para concentrarse. También trabaja como docente e investigadora de la Unidad Interdisciplinaria de Salud de la UNSAM. Está muy cansada.
Como ella, el 53.8% de las personas encuestadas que integran el personal de salud del país presentan diferentes grados de estrés, depresión y morbilidad psicológica producto de la pandemia y la precarización laboral. Los datos se desprenden del estudio mundial El impacto de la pandemia de COVID-19 en la salud mental de las personas trabajadoras en los servicios de salud. Estudio internacional multicéntrico, coordinado en el país por la Red Argentina de Salud Integral y Cuidados, de la que participa la UNSAM.
“Al principio lo vivíamos con mucha angustia porque no teníamos buenos equipos de protección personal. Entonces, mis compañeras no podían ingresar mucho a las habitaciones a ver a los pacientes y ellos se sentían un poco abandonados. Además, en el Hospital Eva Perón había paciente jóvenes con Covid-19 con problemas de adicciones que se querían fugar porque estaban con síndrome de abstinencia y no tenían una atención continua. Fue muy complejo y al principio y nos desgastó mucho”, cuenta Patricia.
El estudio se inició en Chile y en poco tiempo fue replicado por investigadores de más 20 países de los cinco continentes. En la Argentina, se encuestaron a 979 personas entre médicxs, enfermerxs y personal de administración y servicios en hospitales públicos y clínicas privadas de Mendoza, Chubut, Río Negro, Tandil y el partido de San Martín. Los resultados muestran que el 53.8% de las personas presentan diferentes grados de estrés y morbilidad psicológica. De ese total. 68% indicó dificultades para dormir, 56.8% manifestaron dificultades para concentrarse y 38.4% dijeron sentir un enlentecimiento del habla o de sus movimientos.
Hugo Mercer, coordinador del proyecto en el partido de San Martín -del que participan investigadores del Instituto de Ciencias de la Rehabilitación y el Movimiento (ICRM) y la Escuela de Humanidades (EH)- aclara: “Se usaron dos cuestionarios estandarizados y validados internacionalmente para tener una caracterización temprana sobre el estado anímico de los trabajadores de salud. Si las autoridades sanitarias quieren proteger mejor a sus trabajadores, este estudio aporta datos acerca de qué cosas pueden hacer para fortalecerlos y ayudarlos a soportar la situación traumática que están viviendo de manera inmediata”.
En la encuesta se evaluó también el miedo a contagiarse y contagiar a sus seres queridos. El 54% manifestó un temor “mucho o muchísimo” a contagiarse; mientras que el temor a contagiar a seres queridos “mucho o muchísimo” ascendió al 87%. “Fue muy fuerte para nosotros encontrarnos con esta preocupación de contagiar a sus seres queridos. Eso se ve en un nivel altísimo y más teniendo en cuenta que son casi mil personas de diferentes puntos del país. Coincidir en este aspecto es llamativo en una encuesta”, señala Mariela Nabergoi, docente e investigadora del ICRM.
Otros datos muestran que el compañerismo entre colegas, la familia y los amigos son indispensables cuando se necesita contención. El 81.8% de las personas encuestadas siente que cuenta con una red fiable de compañeros y compañeras de trabajo, y el 94% siente que tiene seres queridos que las apoyan cuando lo necesitan.
Estos números se hacen carne en el relato de Patricia: “Nosotros tuvimos 6 compañeros que murieron. Sentimos muchísima angustia, pero nos unimos muchísimos en ese dolor. Hicimos cadenas de oración y nos sentimos muy vulnerables porque pensábamos que en cualquier momento le podía tocar a cualquiera de nosotras. El día a día era rogar que no nos pase, cuidarnos, asistirnos. Nos unimos y nos volvimos más solidarias en el cuidado colectivo”.
De las 979 personas encuestadas el 81% son mujeres, el 19% varones y el 0,13% personas con género no binario. “El hecho de que la gran mayoría de las trabajadoras de salud sean mujeres explica los altos niveles de estrés, porque son personas que suman responsabilidades familiares y domésticas. Las tareas de cuidado caen en hombros de mujeres y esto es una evidencia muy fuerte”, critica Mariela Nabergoi.
Al estrés y la depresión asociadas a la pandemia se suma un aspecto previo a la aparición del Covid-19: la precarización laboral del sector Salud. En los hospitales públicos de la Provincia de Buenos Aires, un médico jefe de residencia cobra 51.345 pesos, un médico residente de primer año 37.972 y un médico residente de tercer año 49.859 según datos del Departamento de Haberes del Ministerio de Salud bonaerense.
“La pandemia encuentra a los trabajadores de la salud en una situación de sueldos bajos, pluriempleo, condiciones lamentables de contratación en el Estado y el sector privado y de falta de reconocimiento a su calificación profesional, lo que sucede mucho en la Ciudad de Buenos Aires con los enfermeros. Hay una cantidad de ausencias y carencias que se agudizan en la pandemia”, argumenta Mercer.
En esa línea, Patricia cuenta que “hay realmente muy pocos enfermeros y los que están más capacitación tienen muchos trabajos porque se dedican a la asistencia, docencia, administración e investigación”, y remarca: “Eso lleva mucho trabajo, mucho cansancio y cuando te das cuanta estás dedicando muchas horas a tu rol social ganando muy poco”.
Otra de las cuestiones que evidenció la encuesta es “la actitud ambigua” de la sociedad con el personal de salud. “Los primeros meses nos aplaudían, pero después nos repudiaron. Compañeras me contaron que no les paraban los colectivos en frente del Hospital y las que vivían en edificios tenían que subir por escalera porque los vecinos no las dejaban usar el ascensor”, se lamenta Patricia y denuncia: “En la Provincia de Buenos Aires algunas cosas comenzaron a replantearse, pero no así en CABA. De hecho a los compañeros enfermeros que se manifestaron los reprimieron. Siempre nos encontramos con esa doble vara: por un lado, reconocimiento desde el discurso, pero a la hora de pensar políticas públicas hay una gran falta de apoyo”.
Ante la consulta sobre si los equipos de protección personal con los que cuentan les parecen suficientes, un 47.8% de lxs encuestadxs respondieron que sí, un 32.4% indicaron que son algo insuficientes, un 5.6% que son muy insuficientes y un 8.2% que son completamente insuficientes. Otro aspecto consultado fue respecto a la formación y entrenamiento recibido para evitar el contagio por Covid-19. El 73% respondió que recibió formación en su lugar de trabajo, el 24% fuera del lugar de trabajo y el 15.9% manifestó no haber recibido entrenamiento o formación específica.
“Es importante que la Universidad cumpla este papel en una situación de emergencia. De tener la agilidad de ir a buscar el dato mientras el problema está ocurriendo. Esa celeridad ya trae consecuencias políticas porque permite que las organizaciones sindicales, autoridades hospitalarias, y los trabajadores desplieguen medidas adecuadas para afrontar el agobio y la incertidumbre que generan la pandemia. Hay cosas que el país va a tener que aprender respeto a como trata al personal de salud. Todo el modelo de atención debería salir de las paredes hospitalarias y acercarse más a las viviendas de las personas”, concluye Mercer.
El próximo paso será la conformación de otro informe que contemple perspectivas de género y propuestas de políticas públicas para el cuidado del personal de salud.