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La monumental obra de Nadia Guthmann se suma al proyecto del campus escultórico de la UNSAM 25 Años, 25 Esculturas. Se trata de una versión del mítico caballo alado que simboliza, según el rector Carlos Ruta, “la potencia del talento, la capacidad de tener los pies en la tierra, pero también de soñar y desplegar lo que llevamos dentro”.
Por Camila Flynn | Fotos: Leandro Martínez
La impresionante escultura de 4 x 5 metros creada por la artista barilochense Nadia Guthmann llegó al Campus Miguelete en el marco del 25 Aniversario de la UNSAM.
Laura Malosseti Costa, una de las integrantes del comité del proyecto 25 Años, 25 Esculturas, retoma la historia de esta impactante figura y cuenta: “Pegaso, el caballo alado, viene de la mitología griega: Perseo lo hizo nacer de un tajo en la cabeza de Medusa para que llevara en su lomo a hombres y dioses. Pegaso es también una constelación de estrellas en el hemisferio Norte imaginada por Ptolomeo en el siglo II. Pero, además, Pegaso es un gran hallazgo poético: reúne la potencia del animal más fuerte y veloz domesticado por los hombres con la levedad y la libertad del vuelo. El Pegaso de Nadia Guthmann emplazado en el Campus Miguelete es una enorme bestia de extraña belleza: su piel de malla metálica de color ferroso es traslúcida y, a través de ella, advertimos que adentro lleva otro animal, cuyas alas se despliegan. La artista es también doctora en Biología. Su criatura me parece una bella metáfora de la armonía entre el arte y la ciencia”.
Pegaso (2017) viajó desde Bariloche a principios de este año y hoy timonea el Campus Miguelete a la altura del cruce de Av. 25 de Mayo y Rodríguez Peña, mientras espera la finalización del futuro edificio de TAREA-IIPC.
Según el rector Carlos Ruta, Pegaso “es el símbolo de la Universidad en estos 25 años. Refleja la potencia del talento, la capacidad de tener los pies en la tierra, pero también de soñar y desplegar lo que llevamos dentro; la voluntad de transformarnos para alcanzar lo que deseamos”.
En una ampliación del mito, el Pegaso de Guthmann propone una hermosa versión del caballo griego en la que dos mundos, uno interior y otro exterior, traspasan sus límites para dar lugar a una figura nueva. “Las alas del ave —una garza— salen a través del cuerpo del caballo y se despliegan por fuera generando una tensión entre la detención y el movimiento”, explica la artista, quien antes de dedicarse a la escultura a orillas del lago Gutiérrez fue investigadora del CONICET.
Hoy, en el taller de su jardín patagónico conviven caballos reales con ciervos, conejos, lobos y toros realizados en tejido metálico, cuyas tramas —al igual que el resto de la obra de Guthmann— remiten al tejido biológico, la evolución y el medioambiente. “A veces extraño la vida de científica”, contó Guthmann a otro medio. Sin embargo, para esta escultora multipremiada, la ciencia y el arte conviven en armonía: “Estudiar e investigar cambian tu cabeza. Todo lo que había aprendido empezó a meterse en mi obra artística y hoy es parte de mi vida”.
Foto: Santiago Sichero, para La Nación
Sobre su búsqueda personal para la construcción de esta escultura —que se suma a las otras once ya montadas en el Campus Miguelete— Guthmann explica: “Busqué una imagen sencilla y popular que convirtiera el parque en un espacio poético; algo que materializara la imaginación y la fantasía en el mundo cotidiano. Y qué mejor para eso que un caballo, un animal al que amo con mirada de infancia. No un caballo de estatua ecuestre, altivo, brioso o arrollador, sino de gesto tierno y lleno de vida. Recordé los caballos azules de los cuadros de Franz Marc y pensé que era ese el clima que querría lograr, un caballo al que den ganas de acariciar, símbolo de un anhelo humano”.
Nadia: excelente. Que sigan los éxitos.
Cómo está Malou ???
Decile que le mando un fuerte abrazo.
Diana Guthmann.-