#TalentoUNSAM, Instituto de Investigaciones Biotecnológicas, Notas de tapa
Desde su espacio en los laboratorios del IIB-INTECH, Luciano Melli recuerda sus primeros años en la UNSAM, a la que define como su “casa”. Próximo a finalizar el doctorado en Ciencias Químicas y Biotecnología, este docente e investigador de 30 años recibió en noviembre el premio al Mejor Trabajo en Biotecnología 2015 que otorga la Sociedad Argentina de Investigación en Bioquímica y Biología Molecular (SAIB).
Por Gaspar Grieco / Fotos: Pablo Carrera Oser
Gracias al aporte de Luciano Melli (IIB-INTECH), el NANOPOC –un equipo portátil creado por investigadores de la UNSAM y el INTI que permite diagnosticar en tiempo récord enfermedades como el Síndrome Urémico Hemolítico (SHU), dengue, Chagas, VIH, brucelosis y aftosa-, recibió este año el mayor reconocimiento que otorga la SAIB, sumándose al prestigioso premio INNOVAR que obtuvo en 2014.
Esta plataforma multifuncional para detección inmediata de enfermedades infecciosas es fruto del trabajo de talentosos investigadores como Melli, que en 2009 se incorporó al proyecto como parte de su tesis de licenciatura.
Desde el laboratorio del IIB, cuenta cómo fueron sus inicios en la Universidad en la que se formó y habla de los logros y avances que observa desde que pisó por primera vez el Campus Miguelete, hace 12 años.
¿Qué lugar ocupa la UNSAM en tu formación?
Yo siempre digo que soy UNSAM desde chiquito, fui criado acá y me quiero quedar. Esta Universidad siempre estuvo abierta a la innovación tecnológica, a nuevas ideas, al contacto con otras instituciones. En este sentido, es un lugar cómodo para trabajar, las relaciones siempre fueron muy fluidas, algo que habla muy bien de una institución joven. La UNSAM tiene además una mirada interdisciplinaria muy interesante. Algo que, desde el punto de vista de la innovación tecnológica, es lo más importante, porque si en el laboratorio nos quedáramos haciendo sólo biología molecular, después desarrollar algo sería muy difícil. Siempre es necesario el contacto con servicios de salud o centros de referencia. Además, siento un gran amor por la institución, porque es la que me abrió las puertas en mi etapa inicial de formación y me las sigue abriendo para continuar con el desarrollo.
Te sumaste al Proyecto Nanopoc con tu tesis de licenciatura y continuaste todos estos años ¿Cómo fue ese proceso?
Este proyecto arrancó en 2006 y yo me incorporé en 2009, con el estudio de la enfermedad de Chagas, la evaluación de distintos antígenos y la variación de la plataforma. El INTI me contrató para trabajar en comisión externa en el IIB y me puse a trabajar sin descanso. De hecho, más de una vez me retaron por quedarme trabajando horas de más, o por no tomarme vacaciones. Yo venía de la carrera de biotecnología y el INTI me formó en electroquímica, entonces pude conectar los dos mundos. Los primeros años del doctorado, desarrollamos un test serológico para el diagnóstico del SUH; pero, como en esta enfermedad lo que causa el daño renal es la toxina Shiga –que no se detecta en la sangre-, optamos por desarrollar un kit para detectarla en la materia fecal.
Es un proyecto que tiene un fuerte impacto social…
Hoy en el mercado se consiguen tests sencillos y rápidos, pero no baratos. El Nanopoc, en cambio, es un kit de muy bajo costo. Está pensado para ser utilizado en centros de salud, con resultados inmediatos. Ahora lo estamos probando en la detección de la Shiga toxina en materia fecal, aunque también es importante poder detectarla en alimentos, con lo cual, la idea es adaptar el kit para que también pueda cubrir esta función.
¿Por qué pensás que tu trabajo fue elegido por la SAIB como el mejor en biotecnología?
Es un proyecto que está abierto, y que implica una innovación tecnológica muy importante, sobre todo porque hace sustitución de importaciones. Además, se trata de una plataforma que puede diagnosticar Chagas, una enfermedad endémica en el país. Mi aporte tuvo que ver con el desarrollo de los glicoconjugados recombinantes, una molécula que se utiliza para detectar la toxina shiga, causante de SUH, y que nosotros usamos para el diagnóstico de la enfermedad. Esto lo desarrollé en forma conjunta con la Universidad de Alberta de Edmonton, de Canadá, durante mi estadía allá. A mi regreso, durante los primeros años del doctorado pude validar en el IIB lo que traje de Canadá, a través de un proyecto de colaboración con el Instituto Malbrán.
¿Qué significó este reconocimiento?
Fue muy gratificante. Encontrar personas que, fuera de tu ámbito, te digan que estás haciendo las cosas bien, es muy grato. Y que te premien es una manera de darte cuenta de que lo que hacés está llegando a algún lado.
¿Por qué te decidiste a estudiar biotecnología?
Yo no cortaba lagartijas, ni juntaba hormigas… (risas) Yo empecé la secundaria en 1998 y recuerdo que, en ese momento, el boom en los suplementos de ciencia y tecnología era la secuenciación de genomas. Una de mis profesoras nos hacía comentar las noticias de ciencia y yo pensaba “quiero hacer esto”. Poco después, un amigo me habló de la UNSAM –que no era lo que es hoy y tenía pocas carreras- y me acerqué. El plan de estudios de la licenciatura en Biotecnología me atrajo mucho. Las otras alternativas académicas eran las universidades de La Plata, Quilmes y Misiones, que me quedaban muy lejos. La UNSAM, en cambio, era una opción accesible para mí, que vivía en Capital. De no ser por el impacto que en su momento me causó el tema de la secuenciación de los genomas, hubiese sido ingeniero, como mi papá. Nunca me alejé de los fierros, siempre tuve proyectos de mecánica, pero como hobbie. La ciencia es mi vocación y creo que la biotecnología junta los dos mundos.
¿Cuál es tu proyección a futuro?
Quiero seguir incorporando nuevas tecnologías en el área de diagnóstico para enfermedades locales y regionales. Hay una necesidad de innovación tecnológica en ese campo y nosotros atacamos estratégicamente esas enfermedades, que necesitan innovación tecnológica. Por ejemplo, sabemos que, en las zonas en donde el Chagas es endémico, los centros de salud están alejados. Llevar innovación tecnológica desde el punto de vista del diagnóstico a estos lugares es clave. Por otro lado, si bien este tipo de innovaciones constituyen una herramienta, al mismo tiempo, plantean un problema: en algunas zonas endémicas suele no haber epidemiología. Argentina todavía tiene transmisión vectorial, esto significa que sigue habiendo niños con Chagas congénito. En este sentido, lo que nosotros pretendemos es seguir desarrollando la matriz, para que la enfermedad también pueda detectarse en neonatos. De este modo, bebés de madres chagásicas podrán ser atendidos en los primeros días de vida. Por eso, mi objetivo a largo plazo es seguir trabajando para el desarrollo, a través de la investigación, la innovación y la transferencia tecnológica en este campo. Es lo que sé hacer, lo que me gusta y me hace feliz.
Sobre el NANOPOC
El Nanopoc es una plataforma multifuncional para la detección inmediata de enfermedades infecciosas, diseñada para diagnosticar in situ y en tiempo récord enfermedades como el Síndrome Urémico Hemolítico, dengue, Chagas, VIH, brucelosis o aftosa. Se trata de un equipo de bajo costo y fácil implementación, que podrá ser utilizado en cualquier centro de salud del país y el extranjero. Fue desarrollado con el financiamiento del Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC) a partir de un trabajo interdisciplinario innovador, que incluyó la conformación de un consorcio público-privado. + INFO, clic aquí