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El profesor francés, especialista en historia del libro y en ediciones literarias, visitó la Universidad invitado por UNSAM Edita y el Programa Lectura Mundi para encabezar actividades con estudiantes y editores. En esta entrevista, analiza la evolución de la lectura y asegura: “No es imposible que el libro en papel desaparezca”.
El libro no siempre fue un conjunto de páginas cosidas. Antes, fue también un folletín, una serie de publicaciones por entrega, un códex, un folio, un rollo. Y ahora también es un archivo en pdf, una pantalla. A lo largo del tiempo, a través de la historia, fue mutando, acomodándose un poco a los avances tecnológicos y otro a las necesidades de los lectores, que ya no tienen las mismas condiciones, ni preocupaciones, ni disponibilidades ni tampoco urgencias.
Roger Chartier es especialista en historia del libro y en ediciones literarias. Es decir, que entre las muchas cosas que estudia están la evolución de las formas de lectura, de escritura, de publicación. Además, es profesor en el Collège de France desde 2007, en la cátedra “Escritos y cultura en la Europa Moderna” y vino a la UNSAM para dictar el ciclo “Viajes e irradiaciones de textos en los comienzos de la Europa moderna”, organizado por el Programa Lectura Mundi y el Observatorio de Educación Superior y Políticas Universitarias (OESPU); y la charla “Editar en el siglo XXI. Incertidumbres y desafíos”, organizada por UNSAM Edita, la Red de editores universitarios (REUN) y el Collège de France.
-¿Cuáles son los aspectos que analiza la historia de libro?
-La historia del libro nació con un libro famoso La aparición del libro (1958), de Lucien Febvre y Henri-Jean Martin, considerado fundador de la historia de los que publican, de los editores, de los libreros, impresores, de los talleres tipográficos, del libro como mercancía, de la circulación, de las ferias, de las librerías, de las bibliotecas. Hoy en día se puede hablar de historia del libro, pero no como disciplina homogénea porque también están los libros manuscritos anteriores a Johannes Gutenberg, inventor de la imprenta. La historia del libro se ha abierto a considerar la pluralidad de lo que podemos llamar un libro. La historia de libro es también la historia de la gente de libro: de los que leen, de los que lo hacen, de los que lo escriben. Sin embargo, hoy la definición se puede adecuar y llamarse historia de la cultura escrita.
-¿Esta historia es también la historia del hombre?
-Los libros transforman a la sociedad, sí. Las obras de masiva difusión pueden modificar y plasmar las experiencias y las representaciones del hombre. En el teatro, por ejemplo. Hay libros que transforman el mundo porque tienen fuerza ideológica, filosófica y estética, que modifican las maneras de pensar, de creer, de actuar. Pero el impacto también se da al revés. La sociedad transforma a los libros. La sociedad demanda, es un mercado, tiene elecciones y así modifica al libro.
Pero a través del tiempo también se modifica el sentido. El Quijote en el siglo XVII era divertido; después, en el momento romántico, se convirtió en el libro del sueño fracasado, del héroe que busca con un mundo mejor y que fracasa en cada momento. En el mundo anarquista español de la guerra civil, El Quijote era un libro de la emancipación, de un ideal que se debía concretizar. Es un libro que a través de sus interpretaciones acompaña voluntades, acciones del hombre.
-¿Cuál es el rol del lector en esta historia?
-Es capital, porque un texto sin lector es imposible. La presencia de un lector posible está siempre en la escritura de cualquier texto. Aunque no se piense en la circulación del texto, siempre hay un lector, puede ser el propio escritor. Hay libros que tienen en cuenta lo que se imagina del público lector para conformar una producción textual con sus expectativas, como es el best-seller. Pero también hay textos que se escriben en contra de las categorías del tiempo.
-¿El libro en papel va a desaparecer?
-Hay varios problemas girando alrededor de esta cuestión. Por un lado está lo deseado y por otro, lo deseable. Lo deseado sería el libro digital para la gente anclada en el mundo digital, lo deseable sería la coexistencia. Porque si las forman afectan el sentido, el mismo texto no es el mismo. En un libro de papel la forma material impone una percepción de la obra que permite no leerlo todo. Una forma digital no lo permite de manera cómoda. La relación fragmento-totalidad está transformada. La obra y la materialidad son indisociables. Pero es imposible establecer un diagnóstico. Aunque no creo que sea imposible que desaparezca si colectivamente no hay una toma de consciencia de la multiplicidad de los usos. Hay que acompañar la digitalización con discursos que muestren que no hay equivalencias entre ambos formatos.
-¿Cuál es en la actualidad el rol de las editoriales universitarias?
-Hay una tensión entre editoriales comerciales y universitarias. La editorial universitaria no se puede transformar en una editorial separada del mercado más amplio. Hay mucha voluntad de salir de este ámbito y proponer textos distintos, pero al mismo tiempo no se pueden definir como una editorial privada. Es una tarea difícil publicar libros con público no definido estrictamente como universitario para entrar en el mercado del libro sin abandonar su exigencia propia, la que define a las editoriales universitarias: la producción de saber. Estas editoriales tienen que seguir publicando esos libros que las demás no pueden o no quieren, pero lo deben acompañar con un esfuerzo para ocupar un lugar más visible en el mercado del libro.