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Dos profesores del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM, Carlos Ballaré y Amy Austin, publicaron un artículo en la prestigiosa revista internacional Nature Climate Change, en el que resumen los avances de la erosión de la capa de ozono y los efectos de la radiación.
Por Dolores Caviglia.
En 1985, un grupo de investigadores de Gran Bretaña documentó por primera vez erosión marcada en la capa de ozono sobre la Antártida y generó preocupación mundial: ¿qué pasaría con ese agujero en el escudo protector que tiene la Tierra para mantenerse aislada de las radiaciones nocivas? ¿Se agrandaría cada vez más? ¿Cómo impactaría en la biosfera y en el ser humano?
Cinco años después, los países de todo el mundo decidieron tomar cartas en el asunto y firmar el Protocolo de Montreal, un tratado diseñado para proteger la capa de ozono a través de la reducción de los gases industriales responsables de su agotamiento. Y luego, el Programa Ambiental de Naciones Unidas creó un panel internacional de treinta científicos para evaluar el progreso de los cambios de la radiación, sus efectos biológicos y sus impactos en los distintos organismos, como en los seres humanos, que aumenta los casos de cáncer de piel y cataratas; o en las plantas, que afecta la fotosíntesis.
Carlos Ballaré es ingeniero agrónomo e investigador del CONICET, tiene un master y un doctorado en Producción Vegetal, hizo un posdoctorado en temas que incluyeron radiación ultravioleta, trabaja en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) y es el único argentino que en la actualidad integra este consejo. Junto a Amy Austin, una ecóloga estadounidense que también trabaja en el IIB, y otros investigadores publicó un trabajo en la revista Nature Climate Change que describe el estado del campo de esta cuestión e informa cómo ha cambiado la percepción de la comunidad científica sobre los problemas vinculados a la radiación en los últimos 30 años: “Es un resumen condensado en el que contamos todo lo que sabemos de la radiación y cómo nuestra percepción ha cambiado desde que descubrimos este agujero hasta ahora”.
Al principio se pensó que los rayos ultravioletas sólo tenían consecuencias negativas, pero con el tiempo se descubrió que eso no es así: por ejemplo, en los hombres son esenciales para la síntesis de vitamina D, que previene muchos tipos de cáncer internos; y en las plantas mejora el sistema inmune. Y todas estas son cosas que también se explicitan en el trabajo publicado en la revista internacional.
“Los modelos actuales predicen que de acá al 2050 la capa de ozono se va a recomponer hacia los niveles que tenía a fines de los años 70 gracias al éxito del tratado de Montreal. Los cambios de a poco ya se perciben y el pronóstico es alentador”, asegura Ballaré.
El artículo completo en inglés aquí.