La directora de la Licenciatura en Estudios de Comunicación e investigadora de la Escuela de Humanidades de la UNSAM analiza las principales controversias de la ciencia y la tecnología en la Argentina y los movimientos sociales opositores durante la pandemia.
Pandemia, transgénicos, vacunas, producción porcina, incendios…¿Qué pasa cuando las innovaciones científico-tecnológicas generan rechazo social? ¿Cómo se configuran los grupos antagónicos frente temas que cruzan ciencia, desarrollo y ambiente? Ana María Vara, directora de la Licenciatura en Estudios de Comunicación e investigadora de la Escuela de Humanidades (EH), analiza las controversias desde los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. “Las controversias están atravesadas por aspectos científicos, tecnológicos, sociales, de salud, ambientales, políticos y económicos”, dice.
¿Cuándo nos encontramos frente a una controversia?
Tenemos una controversia en situaciones en las que hay un proyecto que tiene como promotores a distintos actores sociales y que se encuentra con actores resistentes. Cualquier resistencia no genera una controversia, pero hay controversia cuando los planes de los promotores se ven afectados por los resistentes. Ejemplo: adopción de transgénicos en la Argentina. Entre los promotores de los transgénicos están las transnacionales como Monsanto, sectores del ambiente agroexportador, empresas semilleras locales que se veían favorecidas, empresas de agroquímicos, una parte del poder ejecutivo nacional desde la Secretaría de Agricultura. Había todo un frente de promotores de esas tecnologías y surgieron actores resistentes, como Greenpeace. Pero esa resistencia al principio no tuvo una magnitud como para que los planes de los promotores se vieran afectados. Entonces, hubo una adopción rapidísima de transgénicos, sobre todo de la soja tolerante al glifosato. Con la soja no hubo una controversia hasta por lo menos 2005-2006, donde los resistentes se organizaron suficientemente como para modificar los planes de los promotores.
¿Qué pasa luego de una controversia, o cuando una controversia se cierra?
Uno puede ver resultados y consecuencias. Los resultados son más o menos inmediatos y directamente atribuibles a la controversia. Por ejemplo, te cambia de lugar una pastera, como pasó en la controversia de Fray Bentos (Uruguay), o se pone un límite a las zonas donde se puede fumigar.
Después tenés consecuencias que son más difusas y que pueden verse a lo largo de una temporalidad mucho más amplia. Como en Argentina, Brasil y Chile hubo mucha resistencia a la instalación de pasteras, la industria de producción de pasta de celulosa mundial dejó de mirar hacia el Cono Sur y empezó a mirar a Europa del Este y el Sudeste Asiático. Otro ejemplo es cuando un movimiento social organizado en un lugar en relación a la resistencia a alguna cuestión, es imitado por otros. Hay cuestiones en las que una rebelión a principios del siglo XX da origen a un discurso que atraviesa todo el siglo XX y sigue teniendo vigencia en el siglo XXI.
¿Qué pasa cuando se renuevan los discursos de odio tradicionalmente hegemónicos? ¿Esos discursos también son consecuencias de controversias?
En parte sí. Pero habría que ver si son discursos estructurados. En Argentina los discursos hegemónicos tienen que ver con la noción de desarrollo en base a la explotación de recursos naturales, la noción de la unidad de la nación hecha sobre el sometimiento y la negación de una parte de la población, como los indígenas y afrodescendientes. Ese discurso hegemónico de la nación argentina blanca-europea podés ampliarlo para hacerlo más inclusivo, o podés restringirlo.
Hay actores que catalizan determinados discursos, y para mi los discursos de odio responden a discursos hegemónicos que canalizan la frustración de ciertos sectores señalando culpables. Desde esos sectores hay actores que catalizan esas situaciones. Actores que creen verse afectados por Gobiernos con ampliación de derechos.
Las marchas “anticuarentena” contaron con actores que catalizaron los discursos. Esos movimientos tan heterogéneos y no necesariamente muy organizados, ¿pueden ser pensados dentro de una controversia?
Una controversia es cuando los planes de los que proponen un proyecto se ven afectados por la resistencia. En este caso tendríamos que ver si la cuarentena y las medidas que propuso el Gobierno para responder a la pandemia se vieron sustancialmente afectadas por las manifestaciones anticuarentena. Me parece que quienes se movilizaron en contra de la cuarentena no tienen el alcance de la base social de los que votaron a Juntos por el Cambio. Esa oposición sacó el 40% de los votos, y no hubo un 40% de la población en la calle. Yo creo que los movimientos anticuarentena son relativamente pequeños y representan una de las variantes que tiene el partido opositor y sus intereses económicos y políticos que busca atacar al Gobierno nacional. Entonces, esas marchas fueron un intento de atacar al Gobierno, pero yo no veo que haya sido eficaz en términos de desgastarlo.
Pero con el discurso anticuarentena u opositor también están aflorando discursos peligrosos, como el “antivacuna”, ¿esos discursos que no se veían tanto antes, no son consecuencia directa de estos grupos heterogéneos?
Los estudios más sistemáticos sobre los movimientos antivacunas en Argentina muestran que el problema con las vacunas sigue siendo más de acceso que de oposición a las vacunas. No hay registros de un movimiento antivacunas fuerte en nuestro país, pero sí hay indicios de que es creciente. Algo característico de los movimientos sociales es tener bases heterogéneas e incorporar elementos de distintos aspectos. El anticuarentena es un movimiento antigobierno nacional, pero incorpora el discurso anticientífico. En ese punto resuena con los movimientos antivacuna. Pero yo estoy casi segura que la gran base social de la oposición en el país se va a dar la vacuna igual.
¿Y cómo se puede abordar el preocupante crecimiento del discurso antivacuna (aunque aún incipiente) desde el periodismo o desde los medios de comunicación?
Yo veo que hay un problema en la Argentina, en general con la pandemia, porque se la ha cubierto mucho desde cualquier periodismo y poco desde el periodismo científico especializado. Ahí tenemos un problema serio. Si opina sobre la vacuna una persona que no se informó, que no sabe cómo manejar la información científica, que no sabe qué es fase 3 y que no conoce los tiempos de la ciencia, estamos frente a un problema grave. Y no solo se ve este problema en medios opositores, también en medios cercanos al Gobierno. Falta que se contraten a periodistas científicos en los medios. Un periodista generalista puede acercarse y hacer una buena nota sobre ciencia, pero tiene que ponerle mucho esfuerzo y atención al tema. Hubo poco periodismo científico en las coberturas, lo cual fue un recurso desaprovechado porque en la Argentina tenemos muy buenos periodistas científicos.
Tenemos que reconocer también que hay un nivel de incertidumbre más alto porque se trata de vacunas que se aprueban en un tiempo acortado y con muchas menos evidencia que vacunas que se aprobaron previamente en circunstancias no críticas. Esto hay que reconocerlo y en ese sentido no es irracional que haya gente que desconfíe de las nuevas vacunas. Hay que escuchar los argumentos de los distintos sectores sociales frente a la innovación-tecnológica de la que estemos hablando.
Desde ese punto de vista, el periodista y el analista tienen que escuchar todos los discursos. No alcanza con “vender” toda innovación científica por beneficiosa que sea.
Exacto. Porque si vos pensás que el reclamo social es perjudicial para la sociedad en general y querés intervenir, tenés que entender de dónde sale ese reclamo social. Con decir “sos un estúpido y no entendés los beneficios de esta innovación” no vas a convencer a nadie. Tenés que ir y escuchar su reclamo, entenderlo, y a partir de ahí generar una intervención en pos de modificar esa conducta y hacerle entender que si no vacuna a sus hijos los pone en riesgo a ellos y a toda la sociedad.
El reclamo por la soja transgénica, que tomó fuerza después de la investigación de Andrés Carrasco, ¿se hizo masiva a partir de la llegada al lugar hegemónico de producción de conocimiento?
Yo creo que sí, porque hay que pensar que para que el frente resistente tenga cierta magnitud tiene que tener muchos actores, y si el tema es científico-tecnológico que haya ciencia que se produzca en el polo opositor contribuye a eso. En realidad, Carrasco fue movilizado por los movimientos antifumigación. No es meramente la evidencia científica lo que dio fuerza al reclamo, porque Carrasco hizo un trabajo chiquito y muy bien hecho que si lo hubiera publicado y listo, iba a quedar como una gotita de agua en una catarata de papers. Y lo que sucede es que el que tiene más dinero puede financiar más investigación y cuando hacés una revisión sistemática de la bibliografía te encontrás con que históricamente el glifosato es poco tóxico porque la industria se preocupó por financiar mucha investigación que demostrara que era poco tóxico.
Entonces, en la producción científica entran en juego relaciones de poder
Está desbalanceado quien tiene la capacidad de producir ciencia, porque para producir ciencia tenés que tener medios económicos. Hay una categoría que es la noción de “ciencia no hecha” que dice que la producción de ciencia, por requerir de dinero y de mucha tecnología, está sesgada hacia los intereses de las elites políticas, económicas y culturales. Entonces, los grupos socialmente desfavorecidos se encuentran con que no disponen de la ciencia para demostrar que sus preocupaciones y sus intereses tienen razón de ser.
Otra de las cuestiones que se discutieron este año fue sobre la posibilidad de establecer criaderos chinos de producción de carne porcina. En esa discusión se vio una división entre productivistas versus ambientalistas ¿Por qué no se puede analizar el tema en forma integral?
Autores como Martin Bauer dicen que “las controversias son un dolor organizacional” y tienen una mirada funcionalista al considerar que está bueno que haya controversias porque se revisan aspectos de los proyectos que no se habían considerado y entonces la situación después de la controversia termina siendo mejor. Eso fue lo que pasó en el caso de las pasteras: una de ellas se terminó relocalizando en un sitio más al sur generando menos impacto ambiental.
Paro hay casos en donde eso no pasa. Hoy, el estado del arte en la ciencia muestra que la manera más segura donde depositar residuos nucleares es en repositorios geológicos ¿Donde está el nuestro? No lo podemos hacer porque hubo un plan para instalar un repositorio de residuos nucleares en Gastre (Chubut) que no prosperó por los reclamos de los movimientos antinucleares en la Patagonia. La consecuencia es que hoy los residuos nucleares en la Argentina se almacenan en piletones al lado de las centrales. Es decir, están en instalaciones que son menos seguras que un repositorio geológico.
¿Qué va a pasar con los cerdos? No se, veremos. Pero lo bueno es que como ya tenemos discusiones sobre temas ambientales muy a la mano, en cuanto se hizo el anuncio se empezó a discutir. Y a mi me parece mejor que lo discutamos, porque hay una probabilidad de que el resultante de esa controversia sea mejor que el proyecto original.