Científicxs de la Escuela de Arte y Patrimonio estudian la casa de adobe y paja que el caudillo de Buenos Aires habitó hacia 1820 en San Miguel del Monte. ¿El objetivo del proyecto? Analizar su estado de conservación y conocer las prácticas constructivas de la época colonial en territorio bonaerense.
Ubicado a 110 km de la UNSAM, San Miguel del Monte es uno de los pueblos más antiguos de la provincia de Buenos Aires. Además de su laguna de aguas claras, el sitio cuenta con un atractivo turístico para los aficionados a la historia argentina: el rancho de Juan Manuel de Rosas. Se trata de una construcción de adobe y techos de paja tipo chorizo de cinco habitaciones que El Restaurador de las Leyes habitaba y administraba como centro agrícola y ganadero.
Carola Herr, investigadora del Centro de Estudios sobre Patrimonio y Ambiente (CEPyA) de la Escuela de Arte y Patrimonio (EAyP) de la UNSAM, estudia las condiciones edilicias, las restauraciones modernas y el estado de conservación de algunas construcciones de adobe que aún se conservan en distintas regiones de la Argentina. “Nos centramos en las restauraciones que tuvieron lugar en el patrimonio arquitectónico de tierra colonial y poscolonial de las provincias de Catamarca y Buenos Aires”, explica, y comparte detalles del trabajo que lleva adelante en San Miguel del Monte: “La elección del rancho de Rosas tiene que ver con que es uno de los pocos edificios construidos con adobe que se mantienen en pie y que tiene una protección a nivel provincial”.
El rancho es la típica construcción rural del siglo XIX. Ubicado originalmente en la estancia Los Cerrillos, se trata de una construcción con paredes de adobe y barro de 45 centímetros de espesor y techos de madera y paja atados con tientos de cuero de potro. Si bien la construcción original sigue en pie, varias partes fueron reconstruidas con mampostería de ladrillos. “Partimos de la hipótesis de que, cuando se creó, el rancho no tenía las dimensiones actuales: eran dos salas que luego fueron ampliándose y llegaron a ser cinco”, cuenta Herr, que detalla: “No todo el rancho es de adobe: aunque estén ocultas, detectamos modificaciones modernas”.
Entre sus objetivos principales, el proyecto “Restauración del Patrimonio de Tierra. Intervenciones implementadas en la arquitectura modesta bonaerense” busca inferir, en el caso del rancho de Rosas, cuáles son las partes de adobe que aún se conservan y cuáles fueron intervenidas con arquitectura moderna —tarea difícil, dado que hoy el rancho se encuentra completamente revocado—; reconocer la procedencia de los materiales originales y las técnicas constructivas empleadas a la largo de su historia; caracterizar los procesos biológicos y climáticos que afectan su estado de conservación; e identificar la vigencia del patrimonio inmaterial transmitido por tradición oral.
“Estas son construcciones de carácter modesto cuyas técnicas constructivas se conocen por tradición oral, pero hay poco investigado en cuanto a la caracterización material”, indica Herr. “Que hoy en la región pampeana haya un rancho con adobe y cubierta vegetal es importante para entender cómo se vivía en ese momento, cómo se conservan esas culturas constructivas que hoy en nuestra región están discontinuadas. La idea es poder preservar todo ese patrimonio inmaterial, esas prácticas constructivas que se fueron perdiendo”.
En 1820 Juan Manuel de Rosas adquirió la estancia Los Cerrillos, ubicada a 30 km de lo que hoy es el pueblo de San Miguel del Monte. Allí el caudillo levantó su emblemático rancho convirtiéndolo en su hogar y en un importante centro agrícola y ganadero donde dio origen a la milicia conocida como Los Colorados del Monte.
Los vaivenes de la historia hicieron que, en el año 1900, la estancia fuera comprada por Otto Bemberg, el entonces dueño y creador de la cervecería Quilmes, quien construyó su casa justo al lado del rancho de Rosas. Sus descendientes nunca imaginaron que en 1987 el rancho sería declarado Reliquia Histórica y empezaría a ser visitado por decenas de personas, restando privacidad a sus vidas. Ese mismo año, la familia Bemberg donó el rancho a la Municipalidad de San Miguel del Monte y pagó el traslado del inmueble al casco urbano.
En su sitio web, la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico, Cultural y Natural Montense cuenta que, una vez que los ingenieros y trabajadores definieron la modalidad del traslado, el primer paso fue excavar por debajo del rancho para poder deslizar tres vigas de hormigón y colocar críquets hidráulicos que permitieran elevarlo. Además, para evitar que las paredes se rajaran, hubo que apuntalar el rancho con tacos, nivelándolo a ojo. Una vez elevado a un metro y medio del suelo, por debajo del rancho se colocó un carretón especialmente construido para desplazar la construcción —de 140 toneladas—, que debió recorrer 30 km por camino de tierra y otros 30 por asfalto. Cuando el rancho por fin arribó a la esquina donde hoy se encuentra, las vigas de hormigón quedaron enterradas y se convirtieron en cimientos.
“Esta hazaña que parecía imposible se convirtió en el primer traslado en Latinoamérica de una construcción de estas características”, cuenta orgullosa Gloria Leiva, informante local y guía turística de San Miguel del Monte. “Poder transmitir la rica historia que tenemos en Monte para mí es maravilloso. El rancho es mi segundo hogar. Soy oriunda de Monte y tengo sangre aborigen, por eso la historia de Monte es la historia de mi vida”, concluye.
El patrimonio de adobe de Catamarca
Otro de las líneas de investigación liderada por Carola Herr está centrada en el análisis de la arquitectura modesta de Catamarca en la Ruta del Adobe, un atractivo turístico que se extiende por 50 kilómetros y exhibe diversas construcciones del siglo XIX aún en pie.
“El Rancho de Rosas es uno de los casos de estudio que, junto con otros ejemplos de arquitectura modesta de tierra situados en la Ruta del Adobe en Catamarca, investigamos para incrementar el conocimiento técnico-conservativo y, en base a ello, proponer estrategias de conservación preventiva que minimicen los deterioros edilicios y contribuyan a la conservación del patrimonio local”, detalla Herr.