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Dengue: claves para entender la epidemia

¿Por qué hay tantos casos? ¿Cómo protegernos de esta enfermedad? ¿Qué hago si me infecto? ¿Cuáles fueron, hasta ahora, las respuestas del Estado? ¿Y la vacuna? Alejandra Rubio y Victoria Cardo, especialistas en biología de mosquitos de nuestra Escuela de Hábitat y Sostenibilidad, aportan datos y contexto para entender el fenómeno. “Para detener la epidemia no alcanza con matar al vector: es necesario implementar una estrategia integral”.

Por Vanina Lombardi y Gaspar Grieco. Fotos: Escuela de Hábitat y Sostenibilidad (EHyS)

La Argentina transita la peor epidemia de dengue de su historia: el virus se está volviendo endémico en muchas partes del país y la mortalidad ha aumentado. Según el último Boletín Epidemiológico Nacional, en lo que va del año hubo un total de 180.529 casos positivos y 129 fallecidxs. Además, en diecinueve de las veinticuatro jurisdicciones del país las personas contraen la infección cerca del lugar donde viven.

El dengue se trasmite por la picadura del mosquito Aedes aegypti, una especie de color negro muy presente en el hogar, con pinceladas blancas en sus patas y de vuelo corto y lento. Si bien la enfermedad no se trasmite de persona a persona y el mosquito no nace infectado, cuando el insecto pica a un ser humano con el virus activo se vuelve un vector de transmisión por medio de sus picaduras.

“Lo que vemos es que, con el correr de los años, la intensidad de las epidemias es cada vez más grande, tanto en número de casos como en extensión geográfica”, cuenta Victoria Cardo, investigadora del Grupo Ecología de Enfermedades Transmitidas por Vectores de la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad (EHyS) de la UNSAM. Hagamos un breve cronología de los últimos brotes de dengue en la Argentina: en 2009, el país registró 25 mil casos; luego de siete años con poca actividad, en 2016 se produjo una epidemia de 41 mil casos y en 2020, al inicio de la pandemia de COVID-19, se registró un nuevo pico que duró poco tiempo. En 2023 se produjo una explosión de casos que sumaron 130 mil y hoy, primera semana de abril de 2024, ya se contabilizan 180 mil.

¿Por qué hay tantos casos este año? Cardo explica que la explosión actual es producto de los brotes históricos registrados en las provincias del noreste argentino durante el invierno. “En Chaco hubo reporte de casos en junio, julio, agosto y septiembre, cosa que no había sucedido nunca. Como los viajes entre Chaco y Buenos Aires son habituales, lo más probable es que el virus se haya trasladado en el organismo de personas de esos sitios”, observa la investigadora.

Por su parte, Alejandra Rubio, investigadora del mismo grupo, explica que las condiciones de temperatura y humedad de la provincia de Buenos Aires no solo favorecen el desarrollo del mosquito, sino también facilitan la propagación del virus. “Dado que hoy el mosquito circula y que tenemos transmisión autóctona, no alcanza con solo matar al vector para detener la epidemia, es necesario implementar una estrategia integral”, alerta.


 

A descacharrar y descacharrar

Uno de los métodos de prevención más difundidos por médicxs, asociaciones de expertxs y especialistas es la eliminación de recipientes que acumulen agua en el interior y exterior de las viviendas. ¿El motivo? Las hembras del Aedes aegypti depositan sus huevos en las paredes y superficies de macetas, cacharros, tarritos, cubiertas y botellas.

Si bien esta estrategia resulta eficaz para detener el aumento de la población de mosquitos, las especialistas de la UNSAM señalan que, ante la magnitud de la situación actual, esto no resulta suficiente para combatir la enfermedad. “Ahora no solo hay que apuntar a interrumpir el ciclo de vida del mosquito, también hay que aumentar la capacidad de encontrar casos de dengue a tiempo para evitar formas graves de la enfermedad”, dice Rubio y fundamenta: “Es necesario monitorear a los mosquitos, pero también los casos humanos para evitar que esas personas transporten el virus e infecten a otros mosquitos que puedan picar y trasmitir la enfermedad a otras personas”.

Asimismo, las especialistas señalan que, en casos de infección, es importante tomar ciertas medidas sanitarias: aislamiento, hidratación, uso de repelentes para evitar el contagio, limpieza de cacharros a conciencia. “El aislamiento es sumamente importante, sobre todo en la etapa febril, cuando el virus está circulando en sangre. Una vez superada la etapa crítica, ya no es un problema”, afirma Rubio.

En paralelo, al descacharrar es imprescindible tirar el agua en lugares donde pueda drenar y secar, y lavar bien los recipientes para eliminar posibles larvas. “Hay que pasar un trapo o un cepillo en cada recipiente y luego enjuagarlo con agua limpia y, nuevamente, tirar esa agua porque pueden quedar huevitos adheridos a sus paredes”, explica Rubio.

Las investigadoras confían en que, hacia fines de abril, la población de mosquitos empezará a disminuir debido a las bajas temperaturas y que, hacia mediados de mayo, morirán los adultos. No obstante, en esa época debería eliminarse toda el agua acumulada que pudiera contener huevos de Aedes aegypti, dada su capacidad de soportar bajas temperaturas y sobrevivir todo el invierno para nacer en primavera y comenzar un nuevo ciclo de contagio en verano.


 

¿Y las fumigaciones?

Otra de las medidas preventivas que históricamente se han implementado en distintos municipios y provincias son las fumigaciones. Por eso, muchas personas reclaman que haya más. Sin embargo, esta medida no siempre es efectiva y suele ser dañina para la salud de las personas y el ambiente. “Puede generar resistencia en las poblaciones de mosquitos y también matar otros insectos benéficos”, señala Cardo, aunque acepta que, cuando la epidemia está en curso, la fumigación sí puede ser un elemento válido: “Hay que aplicarla bien. No sirve para nada que salgan a fumigar el cordón de la vereda o la plaza, porque no mata a los mosquitos que están dentro de las casas, y el Aedes es muy domiciliario”.

Al respecto, Rubio advierte sobre la falta de recursos municipales destinables a la fumigación en torno a casos reportados, si bien esto tampoco resultaría una medida suficiente: en muchos casos, los insecticidas no alcanzan para eliminar los criaderos de mosquitos en recipientes de agua. “La fumigación no solo es importante hacerla en el momento indicado, que es cuando hay circulación viral y se quiere hacer una combinación de bloqueo matando a los mosquitos que tienen el virus en este momento, sino que también es necesario complementarla con un montón de otras medidas, como las que venimos mencionando”.

Vacunas más, vacunas menos

Recientemente fue aprobada por la ANMAT la vacuna tetravalente TAK-003 (Qdenga) para la prevención del dengue, aplicable a partir de los 4 años de edad, con o sin antecedentes de enfermedad. Se trata de una vacuna de virus vivo atenuado que se utiliza en un esquema de dos dosis, separadas por tres meses, que también fue aprobada por la Agencia Regulatoria Europea (EMA).

El Grupo Técnico Asesor en Vacunación de la Organización Mundial de la Salud (OMS – SAGE) recomienda considerar la incorporación de la vacuna en escenarios de alta carga de enfermedad y alto índice de transmisión para maximizar el impacto en salud pública y minimizar el riesgo de enfermedad potenciada por anticuerpos en personas seronegativas.

En la Argentina, algunas provincias como Misiones y Salta están implementando la vacunación contra el dengue como estrategia de salud pública, y diversxs especialistas consideran necesario sumar la vacunación como estrategia nacional para frenar el avance de la enfermedad priorizando regiones y poblaciones.

Aníbal Carbajo, Alejandra Rubio y Victoria Cardo

“Hasta el momento hay dos vacunas aprobadas, una tiene muchas restricciones de aplicación y la persona tiene que haber tenido una infección por dengue para poder vacunarse”, apunta Alejandra y agrega que la denominada Qdenga es más reciente y que, si bien puede ser aplicada en un grupo poblacional más amplio, su uso y aplicación no es una cuestión cerrada.

“No se recomienda para personas que no hayan tenido una primera infección, porque su cobertura es bastante más baja”, advierte la especialista. “Si bien esta vacuna fue aprobada, hay cuestiones que no se pueden ver en la etapa experimental y se comenzarán a ver a medida que se vaya inmunizando a las distintas poblaciones, acorde a las condiciones previas de cada comunidad”.

La recomendación de aplicarla en personas que ya hayan cursado la enfermedad se debe a que existen cuatro serotipos del virus capaces de enfermar. Quienes se enferman por primera vez quedan protegidxs contra ese serotipo de por vida, e incluso se considera que por un tiempo también contra los otros. El problema surge cuando una persona que ya tuvo dengue vuelve a infectarse con otra sepa: en este caso hay más riesgos de sufrir complicaciones. Por eso, contar con una vacuna podría ayudar a evitarlas. “Lo bueno del desarrollo de esta vacuna es que cubriría contra los cuatro tipos de dengue, aunque se vio que tiene mejor cobertura para los tipos 1 y 2, y que es muy eficaz en prevenir los casos graves, las hospitalizaciones y los fallecimientos”, agrega Cardo.

De todos modos, a la hora de pensar en las vacunas como estrategia de prevención sanitaria, ambas investigadoras advierten que ese tipo de recomendaciones corresponden a especialistas en epidemiología y salud pública. De manera similar, a nivel individual, la recomendación es consultar al médico para que pueda recomendarle a cada persona lo más conveniente para su caso.

“Más allá de las vacunas, el mensaje del Estado frente al brote actual parece ser dejar que la situación se regule sola. No hay reactivos en las guardias, tampoco se consiguen repelentes o, si los hay, se encuentran a precios excesivamente altos y no hubo campañas de prevención sobre el descacharreo o qué hacer ante los primeros síntomas. Lo poco que hubo se hizo a nivel municipal o provincial, en algunos de los sectores más afectados”, concluye Cardo.

Nota actualizada el 5 de abril de 2024

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