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Una plaza en la cárcel que brilla hasta en los lugares más oscuros

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La nueva plaza de la Unidad Penitenciaria N.º 46 de José León Suárez es el resultado de un trabajo conjunto entre mujeres privadas de su libertad, la asociación civil Ingeniería Sin Fronteras Argentina, la Municipalidad de San Martín, el Servicio Penitenciario Bonaerense y el CUSAM. La iniciativa logró transformar el contexto carcelario y mejorar la experiencia de los niños, niñas y adolescentes que transitan ese espacio. “Ahora nuestros chicos vienen y no se quieren ir porque no sienten que están en una cárcel”.

Por Nadia Luna. Fotos: Ariel García Giménez / ISF

Lo primero que atrapa la vista es el mural: rodeados por un sol enorme, un parque verde repleto de flores, mariposas, un pájaro y la frase “Brilla hasta en los lugares más oscuros”, tres personas se funden en un abrazo profundo. Junto al mural, un nene juega a la pelota con su mamá, que trata de atajar el penal —sin éxito— desde un arco pintado en la pared. Más allá, adultas y menores charlan paradxs entre plantas y juegos, mientras otrxs ocupan las mesas compartiendo unos mates. El suelo tampoco pasa desapercibido, con sus colores y el circuito con forma de ocho pintado de amarillo que invita a caminar. En el centro, varias mujeres observan la escena con satisfacción y una emoción que desborda los ojos: por un rato, todxs lxs presentes, chicxs y grandes, logran olvidar que están dentro de una cárcel.

Luego de tres años de planificación, diseño y construcción colectiva, el martes 19 de marzo se inauguró un espacio para las infancias que visitan a las mujeres privadas de su libertad en la Unidad Penitenciaria N.º 46 de José León Suárez. El proyecto, del que participaron las propias internas junto con la asociación civil Ingeniería Sin Fronteras Argentina (ISF), el Centro Universitario San Martín (CUSAM), el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) y la Municipalidad de San Martín (MSM), buscó transformar el contexto carcelario con el objetivo de mejorar la experiencia de niños, niñas y adolescentes que transitan estos espacios.

“Estábamos muy ansiosas por este día. Me da un poco de nostalgia porque se termina. Si bien el objetivo está cumplido, que es para nuestras familias, también es para nosotras, porque nos saca mucho del contexto de encierro, nos hace bien venir acá”, contó Alejandra, una de las mujeres de la Unidad 46 que trabajó en el proyecto. “Yo estoy muy emocionada, realmente me siento muy mimada por todos los que pudieron hacer posible esto. Y me quedo con un mensaje de mi hijo, que me dijo ‘fua, ¿cómo lograron tanto?’”.

Se estima que en Argentina hoy existen alrededor de 217 mil niños, niñas y adolescentes que tienen algún familiar privado de su libertad y que, sobre ese total, el 70 % se encuentra por debajo de la línea de pobreza. El tránsito que realizan por los penales para visitar a sus madres, tías o abuelas incluye largas esperas entre paredes grises y la ausencia de ambientes que promuevan el juego y el bienestar. En la Unidad 46, la cárcel de mujeres más grandes del país, se calcula que los niños y niñas que llegan de visita son más de 200.

“Hicimos este proyecto movidos por la convicción de que lo más importante son los derechos de los pibes. Esto que ven acá es el resultado de la perseverancia que pusimos todos los actores institucionales, pero, sobre todo, de la perseverancia que pusieron las chicas, que construyeron y pintaron a sol y sombra”, dijo durante la inauguración Natalia Zlachevsky, coordinadora general de ISF. “Muchas lo hicieron por los hijos y familias de otras compañeras. Trabajaron mujeres de cuatro pabellones que no habían trabajado nunca juntas y pudieron ponerse de acuerdo y tomar decisiones. El efecto que tiene eso a la hora de renovar la solidaridad y el compromiso por el otro es muy grande”.

El proceso se realizó a través de talleres de diseño participativo, encuestas a las mujeres detenidas y aportes de un equipo interdisciplinario. Para poder concretar el objetivo, las mujeres fueron capacitadas en diversas habilidades de construcción y muralismo que, además de haberlas aplicado para este proyecto, funcionarán como herramientas de reinserción  social. “Este lugar fue pensado por quienes cuidan a las infancias, que son las mamás. Es un entorno que invita a compartir, a vincularse, a divertirse”, celebró por su parte Marcela Ferri, secretaria de Mujeres, Géneros e Infancias del Municipio de San Martín.

En el mismo sentido, Lalo Paret, director del Programa de Desarrollo y Articulación Territorial de la UNSAM, observó: “En general, estos espacios los piensa alguien que no está acá, que cree que sabe lo que el otro necesita. En cambio, lugares como este o como el CUSAM fueron planteados por quienes habitan el espacio”. Al respecto, Paret llamó a reflexionar sobre cómo construir otro concepto de seguridad. “El desafío está acá, pero el objetivo final es el barrio, de donde provienen tanto quienes están acá adentro como los trabajadores del Servicio”, remarcó.

A su turno, el director de la Unidad Penal 46, Martín Barcena, expresó: “Hoy es un día alegre, festivo, porque no todos los días se inauguran este tipo de espacios para los niños, para las infancias. Es algo inédito que debería replicarse en todas las unidades penitenciarias”.

 

Durante la inauguración, de la que participaron integrantes de organizaciones sociales de los barrios aledaños, funcionarios y autoridades provinciales y municipales, se entregaron diplomas a las mujeres de la Unidad 46 por el trabajo realizado en el proyecto. Una de ellas, Tatiana, contó que para el mural eligieron el motivo del abrazo por lo que significa para ellas. “Es lo primero y lo último que hace la familia cuando viene a visitarte”, explicó. También relató cómo cambió la experiencia de los chicos que van a visitar a sus madres: “Antes yo veía a los nenes que se iban llorando cuando había corte de visita. No teníamos cómo entretener a la criatura mientras la mamá se iba y todas quedábamos muy mal. Pero ahora le podemos decir, ‘vení, vamos a jugar afuera’. Entonces se va la mamá, el nene no lo nota y después se va pensando ‘bueno mañana vengo de nuevo a jugar con mamá’”.

Por las que están y por las que vendrán

El patio donde floreció la plaza del Penal 46 era un rectángulo rodeado de muros grises, con dos paredes en el medio que separaban dos espacios vacíos. La inquietud de transformar ese patio surgió de quienes lo habitaban y veían la tristeza con la que sus niñxs llegaban y se iban: las mujeres detenidas y las trabajadoras del Servicio Penitenciario. Así fue que, a fines de 2019, el CUSAM convocó a Ingeniería Sin Fronteras Argentina para elaborar un proyecto de transformación del espacio.

“Desde ISF aplicamos una metodología de trabajo que tiene que ver con direccionar el proyecto, capacitar y facilitar el desarrollo de procesos participativos. Tuvimos mucho apoyo de algunas personas del servicio que se pusieron al hombro el proyecto y aportaron mano de obra, algo que hay que destacar porque no pasa en cualquier penal. El municipio aportó su conocimiento en el diseño de los juegos y también contamos con el trabajo de arquitectos y diseñadores”, contó Zlachevsky. El financiamiento para concretar esta primera etapa provino de la Municipalidad de San Martín y de ISF.

Para comenzar el proceso de diseño participativo, lxs integrantes de ISF llevaron cajas de zapatos (que pusieron juntas para imitar la estructura del patio) témperas y calcomanías para que, entre todas, pudieran armar una maqueta del espacio que querían construir. Lo primero que hicieron las mujeres fue tirar abajo las “paredes” de las cajas para crear un espacio más amplio. Después, escribieron en papelitos lo que querían ver en ese espacio. Algunas de las palabras que más se repitieron fueron “juegos”, “colores” y “espacio verde”. También hubo frases con expresiones de deseo como “Que tenga mucho verde y que tenga juegos así los chicos que vienen no se encuentran tan presos como nosotras”.

“Pensaron un espacio lo más parecido posible a cualquier plaza de barrio”, cuenta la coordinadora de ISF. “La primera versión que salió fue una especie de parque de diversiones lleno de juegos y colores, pero nos parecía que no iba por ahí. Seguimos indagando y vimos que algo importante para ellas era recuperar el momento de privacidad con los chicos. Los lugares de visita suelen estar llenos de gente, entonces pasa mucho que cuando vienen sus familiares caminan para charlar y tratar de tener un poco de privacidad. De ahí surgió la idea de aprovechar más las paredes para poner los juegos, no llenar tanto el espacio de cosas y hacer un recorrido en el piso que invitara a caminar”, relata.

El problema fue que, a comienzos del 2020, llegó la pandemia y no se pudo continuar con los talleres. Sin embargo, aprovecharon para hacer encuestas para seguir dándole forma a la plaza. Cuando se pudieron retomar los encuentros, ISF capacitó a las mujeres en técnicas de preparación de paredes, pintura y muralismo. Finalmente, en octubre de 2023 comenzaron con la ejecución de la obra. Las mujeres que trabajaron en cada etapa fueron cambiando debido a que, en el proceso, algunas fueron trasladas a otros penales o salieron en libertad. En total, participaron más de cien mujeres.

“Yo estoy desde que empezamos a lijar y nos íbamos todas blancas. Queremos seguir haciendo estas cosas porque nos encantó. Yo estoy muy agradecida porque sin conocernos, ellas pensaron en mis hijos y eso no tiene precio”, cuenta Alejandra, que tiene dos hijos de 12 y 8 años. “Les encanta. Yo he visto chicos que no quieren venir y una como mamá se siente mal, pero entiende y respeta. Ahora vienen y quizás no se quieren ir porque no sienten que están en una cárcel. A nosotras mismas nos pasaba eso cuando veníamos a trabajar acá”, señala.

Otra de las mujeres que participó del proceso es Natalia, que no ve la hora de que sus hijos, en especial su nena de dos años, puedan ir a visitarla a ese lugar colorido. Desde que está en el penal, hace un año y cinco meses, solo pudo verlos una vez, porque prefirió que se criaran con un familiar antes que en la cárcel. Pese a extrañar a sus hijos, Natalia cuenta que está motivada por todo lo que está aprendiendo. “Yo estoy en un pabellón literario, hacemos cursos, voy a la escuela, hice un taller de costura. Estoy orgullosa de mi cambio porque cosas que no hice en la calle las hago hoy en día acá”, dice. A su lado, su compañera Soledad asiente: “Para mí es un gran orgullo lo que logramos. Pensamos que no iba a ser posible, pero mirá qué hermoso quedó todo esto. Yo tengo cuatro hijos, ellos no vienen mucho porque no les gusta pero yo me propuse hacerlo por mis compañeras y sus familias”.

 

Cambia, todo cambia

La plaza es la primera etapa del proyecto de transformación del espacio carcelario en el que continuarán trabajando el equipo de ISF y las mujeres de la Unidad 46. La segunda etapa consistirá en refaccionar el salón de uso común que está junto al patio, donde también se recibe a las visitas. Trabajarán en mejorar las instalaciones y los baños, así como en construir nuevas mesas y sillas para lograr una mayor comodidad. Luego, seguirán con una tercera etapa que se abocará a transformar el espacio en el que se requisa a los familiares cuando llegan al penal.

“Este proyecto aborda una problemática que es necesario seguir atendiendo en todas las cárceles”, afirma Zlachevsky. “Lo que hicimos acá está siendo una experiencia modelo: se acercaron a conocerlo actores del gobierno nacional, provincial y municipal, y de redes e instituciones que trabajan temas de niñez y cárceles. Nosotros impulsamos este tipo de proyectos y procesos porque sabemos que es dejar un precedente. Es mostrar que es posible”.

El proyecto tuvo un plus que trasciende el objetivo de modificar un espacio: logró transformar también los vínculos y conformar una unión entre mujeres de los cuatro pabellones que antes no existía. “Estuvo bueno unirnos con las chicas de otros pabellones. Te vas conociendo con otras personas y se crean vínculos que hacen que, aunque el proyecto se termine, eso nos queda. Yo aprendí a poder contar con otras personas. La tristeza siempre está porque uno extraña, pero el compañerismo es fundamental”, comenta Alejandra.

Por su parte, Tatiana, que tiene un hijo de 17, recuerda que años atrás, cuando los chicos iban a visitarlas, había un ambiente más hostil. “Antes la visita era sentar al nene al lado. No podías estar tranquila si tu hijo se levantaba a jugar a la pelota porque no sabías si los de al lado tenían bronca. Creo que hoy estamos marcando una diferencia en la unión, el compañerismo, para que las familias se vayan tranquilas a sus casas y digan ‘mi hija se equivocó, pero está cambiando’”. Su compañera Natalia coincide y reconoce que “en muchas compañeras hubo cambios”. Para ella, el sentido de cambiar su conducta y de trabajar con ganas en este tipo de proyectos tiene un motor claro y fuerte: “Yo tengo cuatro hijos hermosos y mi motivación son mis hijos. Para que ellos vean que mamá pudo cambiar”.

Nota actualizada el 3 de abril de 2024

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