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“Cada vez menos gente acepta responder encuestas”

Conversamos con María Laura Tagina, coordinadora del área de Comportamiento Político e Instituciones de la EPyG y especialista en estudio y análisis de la opinión pública. La investigadora nos ayuda a entender el rol de las encuestas en una democracia, cómo saber si están bien realizadas, sus problemas ante el fenómeno de la caída en la tasa de respuesta, los desafíos que enfrentan de cara al actual ciclo electoral en Argentina y de qué formas se utilizan en otras partes del mundo.

La distancia entre los resultados de las elecciones y los pronósticos de las encuestas de intención de voto es un fenómeno que data ya de varios ciclos electorales, tanto en Argentina, como en otros países del continente y de Europa. Al alto costo de las encuestas tradicionales y el surgimiento de nuevas formas “virtuales” de medir la opinión, se suma el problema de que son cada vez menos quienes quieren responder a una encuesta.

Todos estos desafíos llevan a volver a revisar cuestiones básicas de la encuesta como instrumento de medición de la opinión, al calor de las transformaciones tecnológicas y del comportamiento político ciudadano: ¿cuándo está bien realizada una muestra? ¿Qué método de relevamiento es más fidedigno? Para abordar todos estos interrogantes, entrevistamos a la coordinadora del área de Comportamiento Político e Instituciones, María Laura Tagina.

 

¿Para qué sirven las encuestas? ¿Cuál es su función en un régimen democrático?

En una democracia, las encuestas sirven de espejo retrovisor para los gobernantes, ya que permiten sondear el apoyo o rechazo a las decisiones de gobierno. Para la opinión pública son un canal de expresión de sus preferencias políticas.

Al comienzo de una campaña electoral, las encuestas permiten captar el humor social, las preocupaciones de la gente y el grado de conocimiento de las y los dirigentes políticos que aspiran a una candidatura, así como sus puntos débiles y fuertes ante la opinión pública. Estos insumos son útiles para que las fuerzas políticas puedan definir el tono de la campaña, la agenda de temas y las estrategias de posicionamiento de las y los candidatos.

Durante el desarrollo de la campaña, las encuestas permiten monitorear el grado de aceptación que logran las propuestas y las candidaturas.

Pese a que muchas veces son criticadas a la luz de los resultados electorales, los sondeos de opinión despiertan un gran interés en la sociedad en general y en los políticos en particular, sobre todo en momentos electorales. ¿A qué se debe este fenómeno?

Creo que el interés crece cuando se trata de elecciones presidenciales, en las que la competencia política se centra en torno de las candidaturas antes que de los partidos. Estas elecciones son cubiertas por los medios de comunicación como una carrera de caballos, en las que se mide la distancia que se sacan las y los candidatos entre sí; esto tiene mucho de espectáculo y creo que por eso resulta atractivo para el público.

El interés entre las y los políticos está dado también, porque las encuestas son visualizadas como un instrumento para influir en el electorado; si los resultados son favorables se busca difundirlos, sea porque se presume el efecto del “carro vencedor” (la gente vota al ganador), sea porque sirven para mantener alto el ánimo de la militancia, o, sencillamente, porque buenas encuestas hacen buenas finanzas (los donantes prefieren apoyar a quienes tienen chances de ganar). Todo esto se suma a las razones con respecto a la utilidad de las encuestas, expresadas en la respuesta anterior.

¿Cómo advertir cuando una encuesta es fidedigna? ¿A qué tenemos que prestar atención?

Si bien el diseño de la muestra de la población a la que se entrevista resulta central para la calidad de un sondeo, el tema tiene una complejidad técnica que lo hace difícil de monitorear para el público en general. Sin embargo hay otros aspectos más sencillos que podemos atender, como el número de casos, el modo de recolección de los datos, la fecha en que fueron recolectados y la población sobre la que se trajo la muestra.

  • Preferimos muestras grandes a muestras pequeñas porque el margen de error es menor (mejor una encuesta de 1600 casos, cuyo margen de error es 2,5% a un nivel de confianza del 95,5%, que una de 600 casos, cuyo margen de error es del 4%). Sin embargo, si una muestra con muchos casos no fue diseñada con métodos aleatorios, el sesgo no controlado en la selección de los casos puede comprometer los resultados de ese sondeo.
  • Cada método de relevamiento tiene sus ventajas y desventajas, y esto los vuelve más útiles para algunos objetivos que para otros. Tratándose de los estudios sobre voto, en nuestro país, las encuestas presenciales tienen más chance de haber sido diseñadas siguiendo un procedimiento aleatorio que garantiza que sean representativas de la población, comparadas con las encuestas telefónicas y las encuestas online. Además, las presenciales tienen una mejor tasa de respuesta que las telefónicas. Dadas estas características y a falta de información fidedigna sobre cómo se diseñan realmente las muestras, fijarnos en qué método se utiliza para hacer las entrevistas es uno de los criterios que podemos utilizar para decidir si confiamos o no en los resultados que se publican.
  • La fecha en que fueron realizadas las entrevistas resulta central; entre otras razones porque durante la campaña electoral el número de indecisos se va reduciendo a medida que se acercan las elecciones, y esto puede modificar la distribución de apoyos que logran las y los candidatos.
  • Es importante saber si se trata de una encuesta de alcance nacional, o si sólo fue hecha en una provincia /municipio.
  • También, si la distribución de apoyos entre candidatos que se publica incluye la proyección de los indecisos, es decir, si la consultora distribuyó el apoyo de los indecisos entre los candidatos siguiendo algún criterio.

En una época en la que el debate público se trasladó en gran medida a las redes sociales, ¿siguen siendo efectivos los sondeos tradicionales?

Un problema que enfrentan los sondeos tradicionales en todo el mundo es la caída en la tasa de respuesta; cada vez menos gente acepta responder encuestas. Y quienes efectivamente responden, son las y los más interesados en política, o bien, personas que disponen de tiempo porque están desempleadas o jubiladas. Es decir, responde las encuestas una parte de la población con determinadas características. Por lo tanto, las muestras dejan de ser representativas aunque se respeten los procedimientos estadísticos recomendados para la selección de casos. De allí que sea necesario “post estratificar” es decir, ajustar las muestras a los parámetros poblacionales (a las características del total de la población) para volverlas más representativas.

La “no respuesta” conspira contra la posibilidad de hacer buenos pronósticos electorales, y, en la medida en que esas predicciones fallan, se genera un círculo vicioso de descrédito que desalienta a la gente a seguir respondiendo encuestas.

En cuando a las redes sociales, nos ponen frente al mundo el Big Data, un mundo que, sin embargo, no está exento de problemas. Cuando se trata de pronosticar comportamientos políticos, el primer punto a preguntarse es si las redes sociales son representativas de la toda la población. Por ejemplo, ¿todos los votantes interactúan en twitter? La otra cuestión es que, ante la dificultad que representa procesar el universo completo de datos disponibles -ejemplo todas las conversaciones de twitter sobre las elecciones- se debería recurrir a un diseño aleatorio para evitar el sesgo de selección de casos, y  garantizar así que la muestra sea representativa de la población, tal como sucede con las encuestas tradicionales; pero los estudios basados en redes sociales no necesariamente lo hacen.

¿Existen diferencias en torno a cómo se mide la opinión pública en Argentina respecto de otros países? ¿Cuáles?

En países de Europa y Estados Unidos es habitual, por ejemplo, que las muestras de población para las encuestas por celular, se realicen en base a la generación aleatoria de números telefónicos, lo que garantiza una mayor representatividad de la población. Esta no es una práctica generalizada en Argentina, donde la mayoría de las muestras se generan a partir de listados incompletos de números telefónicos, cubriendo cuotas de población definidas a partir de variables censales, sin utilizar un procedimiento aleatorio en la selección de esos números. Algo similar ocurre con las encuestas online. Mientras que en otros países estas muestras se suelen diseñar a partir de procedimientos trabajosos que buscan garantizar lo mejor posible la selección aleatoria de los encuestados, en nuestro país (y también en otros) es habitual reclutar respondientes a partir de las redes sociales -lo que implica un auto selección que contradice cualquier principio de aleatoriedad.  Esto no quita, sin embargo, que las encuestas telefónicas y online así diseñadas, sean útiles para captar el humor social, o comprender el estado opinión pública sobre temáticas concretas.

Cada vez más se están probando formas mixtas de encuestar, que buscan neutralizar las desventajas que presenta cada método. En cualquier caso, las encuestas tal como las conocíamos enfrentan hoy importantes desafíos que requieren ser abordados para que puedan seguir siendo instrumentos útiles para la democracia.

Las próximas elecciones en Argentina se presentan particularmente desafiantes para las encuestas. ¿Por qué?

Creo que la caída de la participación electoral que se viene observando en las elecciones provinciales suma un nuevo problema. El segmento más propenso a abstenerse es el de los votantes indiferentes con la política, que son, a la vez, quienes no acceden a responder las encuestas. Esto se conjuga con el hecho de que hay en la actualidad candidaturas que cuentan con más apoyo en el electorado más politizado (y que responde encuestas), en tanto que otras candidaturas captan mejor el apoyo de los menos interesados. El resultado final dependerá entonces, en gran medida de qué decida hacer este último segmento.

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Nota actualizada el 8 de agosto de 2023

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