Escuela de Política y Gobierno, Instituto de Investigaciones Políticas, politica2
El profesor y miembro del área de Medios y Política de la EPyG-UNSAM se encuentra realizando una estancia académica de investigación en la Universidad de Pantheón-Assas. Desde París, Iván vio de primera mano las recientes manifestaciones populares en contra de la reforma jubilatoria del presidente Macron.
Iván Schuliaquer es profesor de la EPyG, investigador del CONICET y especialista en la relación entre medios y política en América del Sur. Fue seleccionado como profesor visitante por la Universidad Panthéon-Assas (París 2) –a través de la invitación de Tristan Mattelart, para dar distintas clases y conferencias en el Instituto Francés de Prensa, que es el instituto más antiguo de formación de comunicación e información en Francia. También dio una conferencia en el Instituto de Investigación de Medios y Culturas Digitales de la Universidad Sorbonne Nouvelle (París 3).
En el contexto de tu estancia, se produjeron violentas manifestaciones en París y otras grandes y medianas ciudades de Francia a partir de la decisión del presidente Macron de retrasar por decreto la edad jubilatoria. ¿Cuáles son las principales claves para entender este fenómeno?
Las manifestaciones en Francia se explican por distintos motivos. Por un lado, la reforma que moviliza el gobierno actual, conducido en la presidencia por Emmanuel Macron y por Elisabeth Borne como primera ministra, resulta muy impopular. Es una reforma de la seguridad social que incluye un retraso de 2 años en la edad de jubilación, que generó mucha dificultad y cuyo reclamo más importante era que se cambian los mejores 2 años de la jubilación por los dos peores del trabajo.
Esto se inscribe, también, en una lógica histórica de Francia y de repertorios de acción de los distintos movimientos políticos y sociales de movilizarse en la calle: hacer huelgas, manifestaciones, bloqueos. Se mostró la fortaleza que tiene la jubilación en Francia y lo buena que puede ser para quienes tienen la jubilación completa, junto con el malestar en el trabajo, que está expandido.
Y creo que otra cosa que muestra fuertemente es una crisis de representación político institucional muy fuerte, aún más pronunciada desde la emergencia de Emmanuel Macron hace 6 años, cuando gana las elecciones sin partido, armando un partido a último momento y recolectando, de alguna forma, los votos que históricamente habían ido al bipartidismo que se había instalado entre izquierda y derecha. Por el centro más cercano a la centro derecha, Macron termina recolectando esos votos y ganando la elección y luego religiéndose.
¿Cómo se conecta esta escena en las calles con la política institucional? ¿El malestar en la representación puede adoptar una forma de veto ciudadano a través de la movilización callejera?
La movilización, por un lado, da cuenta de una fortaleza enorme de la calle y, a la vez, también muestra que hay distintas instancias de mediación política más articulados a la izquierda y la centro izquierda, que ahora tiene como liderazgo a Jean-Luc Mélenchon, pero que incluye también al Partido Ecologista, a lo que era el Partido Socialista y, por supuesto a la France Insoumise. También en torno al Rassemblement National de Marine Le Pen, que ha sido una de las principales opositoras a esta política de Macron. Pero junto con eso, sin dudas hay una presencia muy fuerte de distintos movimientos sindicales, sobre todo la CGT como una de las principales, en un país con una tasa de sindicalización baja, alrededor del 10%, pero la apelación o el llamado a la movilización y la organización de los sindicatos movilizan las calles y genera bloqueos, falta de gasolina, problemas en el transporte, que no se recolecte la basura.
Esto no llega, sin embargo, a transformarse en un veto. Claramente no. Macron pudo avanzar con su política institucional, lo cual también generó en el movimiento sindical o en el movimiento contra la reforma cierto desgaste a medida que el plan de lucha no se puede sostener. Pero, sin dudas, el mayor desgaste en este caso lo va a tener Emmanuel Macron, que solo lleva un año de gobierno.
¿Qué identidades sociales y políticas tradicionales están presentes en las marchas? ¿Emergieron o pueden llegar a emerger nuevos sujetos políticos a partir de esta experiencia?
Es muy interesante pensarlo porque se mezclan distintas identidades y lo que vemos es un solapamiento y un ensimismamiento entre identidades más pequeñas y que a veces no llegan a abarcar más allá de las identidades más cercanas: la de los trabajadores, las de los estudiantes. Y esas articulaciones, que en este caso se unen por la negativa ante una política que genera mucha reacción y mucho descontento de diferentes formas, tocan un valor importante en Francia que es el lugar que ocupa la jubilación y el vínculo que existe con el trabajo y el rol que tendría que cumplir el Estado, pero eso después implica distintas respuestas y, sin dudas, ahí hay cuestiones diferenciadas de manera muy clara entre qué tipo de representatividad e identidad colectiva se está generando.
A mí me parece que ahí está la clave de lo que está pasando hoy en Francia. Si los partidos articularon durante varias décadas de la Quinta República la competencia política entre una centro-izquierda y una centro derecha, o entre una izquierda de una derecha, hoy lo que vemos son sobre todo liderazgos. En la izquierda en torno de Jean-Luc Mélenchon, que de todas maneras tiene un liderazgo un poco más disputado. En lo que llamamos la extrema derecha, en torno a Marine Le Pen, que claramente es la figura central de ese espacio. Y en un espacio de centro derecha, la figura de Emmanuel Macron, que recolectó parte del voto histórico de esa izquierda y de esa derecha tradicional.
Entonces lo que no se ve hoy claramente es quién va a recolectar ese descontento, que ya viene de largo, de los fracasos de los gobiernos de Nicolás Sarkozy entre 2007 y 2012, y de François Hollande entre 2012 y 2017: una izquierda y una derecha que no lograron cumplir con sus programas y que terminaron abriendo la puerta a la emergencia de Emmanuel Macron, que era un outsider en cierto sentido de la política: venía más del mundo financiero, pero también de ser funcionario en el Estado. Macron apareció como una figura que explica gran parte de la política contemporánea francesa del último tiempo y su triunfo fue el síntoma del fin de los partidos orgánicos de masas en Francia.
¿Cómo reflejaron los medios de comunicación este conflicto? ¿Qué uso hicieron los colectivos de manifestantes de las redes sociales y otros canales menos convencionales para organizarse y convocar a las moviizaciones?
En lo que refiere a los medios y las redes sociales, sin dudas, las redes fueron un espacio de encuentro entre una manifestación que tuvo instancias de mediación importantes que ya nombré: los partidos, los sindicatos, y articulaciones colectivas muy fuertes. Pero también articulaciones mucho más capilares que permitieron también manifestaciones muy espontáneas. De golpe, a la noche, en cierto lugar, en cierto sector, había una manifestación, se quemaba alguna cosa, se generaba represión. Hay una idea central que marca a Macron, que es la idea de sostener el Estado social francés. Pero haciendo varias reformas más en tono de liberalización de la economía. Si bien es la impronta, también otra impronta es de muchísima más represión en el espacio callejero que es algo que también está pasando y ha pasado en este último tiempo. Esa articulación vía redes funcionó bastante, sobre todo en términos de estudiantes o de actores menos organizados. En los otros casos, las articulaciones se dieron mucho más a través de instituciones más tradicionales como los sindicatos.
Pero también los medios de comunicación jugaron distintos roles. Acá en Francia hay medios públicos que generan una agenda donde el valor de la información es mucho más importante. Generan también, a nivel de sistema, un equilibrio y una tendencia a menor polarización y a mucha más pluralidad de voces. Todo eso está presente en Francia y estuvo presente en este tiempo. Junto con eso, también hay canales privados, algunos más balanceados y otros que no. Hay uno, que es una emergente del último tiempo, que tiene que ver con los medios de Vincent Bolloré, el magnate más importante de Francia, y que ha comprado distintos canales y sin dudas extrema el debate público hacia la extrema derecha. Tiene una línea muy anti manifestación. En este caso también anti Macron, y de hecho el efecto que tiene sobre parte del debate público es el de generar un extrañamiento fuerte respecto de reclamos que podrían ser legítimos y hasta democráticos o plurales.
Cierta parte del debate público francés empieza a minarse a través de un periodismo que tiene a la información en segundo plano y a la editorialización en el primer plano, junto con programas basados en panelistas cuyo saber no es importante, sino que lo importante es que piensan más o menos en la línea que tiene el dueño. Esto, que lo conocemos mucho en Argentina, es algo nuevo para Francia e incide sobre el debate público.
¿Eso cambia todo? No. ¿Los medios hacen ganar elecciones? No, tampoco. De hecho, este canal intentó promocionar en las últimas elecciones de hace un año a uno de sus panelistas y no le fue tan bien. Eso tiene efectos sobre las ideas que circulan en la sociedad y también sobre la forma en que se representan movilizaciones como estas.
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Impecable la visión de Iván. Un analista de primera