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Alberto Palacio: “La escuela no puede mirar para otro lado ante situaciones de violencia”

Este 2024, la Escuela Secundaria Técnica de la UNSAM cumple 10 años. A pocos días del inicio de clases, su nuevo director habla de las particularidades de este espacio vital para el territorio de San Martín, de la relevancia estratégica de las escuelas técnicas en el país y de los desafíos y objetivos que fijó para dar continuidad al proyecto.

Por Vanina Lombardi. Fotos: Pablo Carrera Oser

Alberto Palacio, “Pepe”, como lo conocen todxs, es abogado especializado en derechos humanos y derechos de las infancias y juventudes. Nació en San Martín y su actividad profesional también la desarrolla en ese distrito, donde preside la Comisión de Asistencia a la Víctima del Colegio de Abogados de San Martín. También participa en el organismo Defensa de los Niños Internacional (DNI) y es abogado en causas de lesa humanidad: representa a la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de San Martín en el juicio por los fusilamientos de José León Suárez, perpetrados por miembros de la policía bonaerense en 1956, y es el abogado de la familia de Diego Duarte, que desapareció en 2004 en la planta del CEAMSE de José León Suárez cuando tenía 15 años.

Palacio estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires, donde comenzó dando clases de Derecho Constitucional (materia que luego se convirtió en Derechos Humanos) en 1985. Por su trayectoria, en 2014 le propusieron hacerse cargo de la Vicerrectoría Socioeducativa de la Escuela Técnica (ETEC) de la UBA, en Villa Lugano, un proyecto institucional que recién se estaba formando en convenio con el entonces Ministerio de Educación y similar a los que luego fueron, entre otras, la Escuela Secundaria de la Universidad Nacional de General Sarmiento y la Escuela Secundaria Técnica de la UNSAM, que este año cumple una década desde su creación.

A fines del año pasado, luego de un riguroso proceso de selección, Palacio fue elegido entre 11 postulantes para asumir el cargo de director de la Escuela de la UNSAM, en la que hoy estudian más de 300 adolescentes y adultxs jóvenes del barrio Reconquista, en José León Suárez.

 

¿Qué te llevó a postularte para el cargo de director de la Secundaria UNSAM?

Era la posibilidad de venir a desarrollar a San Martín, que es mi lugar, mi espacio, la experiencia que fui recogiendo en mis años de trabajo en la UBA y de colaboración con organizaciones sociales del Área Reconquista, con las que creamos algunos dispositivos de asistencia jurídica en barrio Carcova, así como el grupo Jóvenes Esperanza, en barrio Independencia, que lo armamos junto con mi esposa, Mónica Monteira. Es decir, conozco mucho a las organizaciones barriales, así que me entusiasmé cuando vi la búsqueda, me pareció que era algo para este momento de la vida, me presenté al concurso y quedé. Y la verdad es que fue una enorme alegría.

Desde que asumiste al cargo el 28 de agosto de 2023, ¿qué desafíos encontraste en la escuela?

La escuela es un proyecto hermoso: hay un fuerte compromiso por parte del cuerpo directivo y de sus profesores, que buscan acompañar y reparar parte del daño que los chicos y chicas pudieran haber sufrido en su barrio y en su vida. La escuela no puede mirar para otro lado ante situaciones de violencia, tiene que acompañarlos en instancias reparatorias y en un marco educativo acorde, porque somos una escuela y los chicos la sienten como un espacio de pertenencia.

¿Cuáles son las particularidades de esta escuela barrial y qué la diferencia de otros colegios?

Bueno, estamos en el Área Reconquista, donde todos los índices de vulneración de derechos se profundizan, desde los distintos tipos de violencia que pueden afectar a los jóvenes hasta situaciones complejas desde el punto de vista social y económico sufridas por sus familias. Esas son características de nuestra población y tenemos que estar muy atentos a los signos y señales que indican que un chico no viene con alegría a la escuela. Es un proyecto que nos obliga a cambiar la forma de ver las cosas e implica un compromiso  de acompañamiento fuerte en la reparación del daño.

¿Cuáles son tus objetivos para los próximos años?

Creo que hay varios caminos a desarrollar. En primer lugar, tenemos que fortalecer los aspectos socioeducativos, especialmente en estos tiempos en los que hay una profundización de las situaciones de violencia. Para poder erradicar las violencias en nuestros barrios populares, la escuela tiene la obligación de ser convocante de otras instituciones y ámbitos de gestión. Es una impronta que queremos darle y creo que estamos en un momento en el que, como parte de la Universidad, tenemos que impulsar ese encuentro con otras escuelas y actores barriales vinculados con la niñez, las infancias y los jóvenes en nuestro distrito.

En segundo lugar, hay que fortalecer lo pedagógico. La escuela está cumpliendo diez años, es un buen momento para revisar los diseños curriculares, los espacios formativos y las distintas dinámicas que diariamente transcurren en las aulas, en los pasillos y en el comedor. Se ha trabajado mucho durante este tiempo y creo que hay que aprovechar la experiencia acumulada para ver qué nuevos desafíos tenemos por delante. Al ser una escuela preuniversitaria, por ejemplo, también tenemos el desafío de ofrecer calidad académica para fortalecer el recorrido pedagógico y ayudar a los chicos a que puedan continuar sus estudios en el nivel superior.

Hay egresados de la orientación técnica que ya están trabajando en empresas…

Sí, ese es el tercer camino a fortalecer. Hay que reivindicar a la escuela técnica, en el país en general y en nuestros barrios en particular. La escuela técnica es admirablemente ordenadora, porque no solo forma desde el punto de vista pedagógico, también introduce a los chicos en el mundo del trabajo y les permite entrar en una realidad que es ordenada frente a la realidad desordenada que posiblemente vivan en el barrio, donde la mayoría de las familias trabaja en la informalidad.

 

¿Están impulsando alguna iniciativa concreta para articular el trabajo con otros actores que mencionabas antes?

Sí, hicimos un encuentro con jueces, fiscales y responsables de distintos organismos del Estado que abordan infancias y juventudes, y armamos el espacio Jóvenes Libres de Violencia, desde el cual nos proponemos buscar dispositivos novedosos que hayan surgido a partir de la Convención de los Derechos del Niño —aprobada por la ONU en 1989 y por la Argentina en 1990—, que hoy necesitan ser actualizados para adaptarse a la nueva realidad socioeconómica.

Que los egresados y egresadas de la Escuela logren completar una carrera universitaria es una tarea pendiente. ¿Hay algún vínculo entre el conocimiento adquirido durante las prácticas profesionales y la formación universitaria?

Tenemos que buscar formas nuevas para tratar de acortar esa distancia que existe entre la Escuela y la Universidad. Para los chicos, recorrer el Campus Miguelete es una experiencia maravillosa; para algunos, incluso, ir al Campus representa conocer San Martín por primera vez. Si bien ellos visitan la Universidad desde primer año y tienen experiencias muy interesantes (laboratorios, ferias), les falta apropiarse del campus como lugar de pertenencia. Y ese es un recorrido que empezamos a transitar cuando llegué a la Escuela: vincularnos con los responsables de cada una de las escuelas de la UNSAM para ver qué proyectos podemos encarar, no solo con lxs chicos allá, sino también con las escuelas acá. Sobre todo, proyectos que tengan que ver con fortalecer trayectorias y acompañar a los estudiantes en los últimos años y durante el curso de preparación preuniversitario.

Con la Secretaría Académica, por ejemplo, estamos desarrollando un dispositivo de acompañamiento de los 15 chicos y chicas que se anotaron este año, que es un numero importante, para ver cuáles son sus necesidades y miedos. Además, propusimos algunos dispositivos para acompañar los tres caminos que comenté antes: creamos un Consejo Consultivo Técnico, tal como lo establece la Ley de Educación Técnica Nacional, integrado por empresas, por el Estado, por organizaciones comunitarias, por la Escuela y por la Universidad, para detectar nuevos desafíos empresariales a partir de los cuales nutriremos de contenidos a nuestras aulas. También creamos un Consejo de Convivencia.

 

¿Qué empresas participan del Consejo Consultivo Técnico?

Empresas en las que los chicos hacen las prácticas profesionalizantes y otras que integran la Federación Pyme de la Cámara Económica Sanmartinense, entre las cuales hay comerciantes, industrias pequeñas y medianas, gastronómicos, textiles, zapaterías y cooperativas. La escuela logró que todos los chicos que van a egresar del área técnica hagan las prácticas profesionalizantes y que incluso tengan una remuneración.

¿Y decías que también crearon un Consejo de Convivencia?

Sí, esto también es obligatorio por ley nacional, y si bien existía un acuerdo de convivencia, el Consejo no estaba creado. Con esto abrimos una instancia de participación de docentes, no docentes, estudiantes, familias y universidad que funciona a través de la Secretaría General. Y también creamos el Consejo Académico, que tiene que ver con lo pedagógico, con revisar los diseños curriculares. Para eso, convocamos al cuerpo directivo, coordinadores de ciclo inicial, básico y superior, y responsables de cada una de las áreas pedagógicas. Participan también un psicólogo que integra el equipo técnico, una psicopedagoga, el jefe de preceptores y responsables de áreas socioeducativas, e invitamos a la Secretaría Académica de la UNSAM.

¿Tienen previsto modificar el diseño curricular?

Es una posibilidad que surgió de esos debates y, por reuniones y experiencias que la escuela ya venía desarrollando, también pensamos en armar un espacio específico de escuela secundaria profesional, con una mirada fuerte en oficios, orientado a jóvenes de más edad y con dificultad para integrase a un diseño curricular de seis o siete años. Las dos propuestas que estamos manejando son en carpintería y gastronomía.

¿Algo que quieras sumar para cerrar?

No sé. Tal vez, decir que la posibilidad de volver a San Martín es un regalo para mí. Volver al barrio me hace feliz. Espero que las expectativas personales y colectivas puedan hacerse realidad. Y pensando en cada uno de los chicos y chicas que vienen a las escuelas de nuestros barrios: que puedan ser parte un proyecto realmente inclusivo, a partir del cual puedan proyectar su vida de estudio y de trabajo, y que sean felices.

Nota actualizada el 15 de marzo de 2024

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