LICH - Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas
En la tesis doctoral “La problematización ambiental en su razón pública. Cruces entre epistemología y política”, Martín Prieto examina cómo funciona el ambiente cuando se disputa, investiga y constituye como “problema” público. Además analiza la forma en que la acción colectiva se reconfigura bajo estos procesos.
Mi tesis de doctorado se llama “La problematización ambiental en su razón pública. Cruces entre epistemología y política”. En términos generales, es un examen filosófico y sociológico acerca de cómo funciona el ambiente cuando se disputa, investiga, constituye y transforma en tanto “problema” público, y de cómo la acción colectiva se reconfigura bajo estos procesos.
La idea principal de la tesis es que las lógicas de problematización pública dicen mucho sobre el sentido que toman los trances ambientales actuales. Estas lógicas regulan las formas en que representamos los entornos ecológicos según los modos de vincularnos activamente con ellos: cómo los demarcamos, cómo realizamos diagnósticos, selección y justificación de acciones sobre ellos, y cómo nos experimentamos y organizamos institucionalmente a nosotros mismos alrededor de este vínculo.
Esta propuesta teórica viene a dar respuesta a dos preocupaciones más amplias y prácticas. En primer lugar, la necesidad vivencial de orientar el pensamiento en una época marcada por una crisis ambiental planetaria y multidimensional, donde crecen las reivindicaciones de problemas y donde cada perspectiva contundente encuentra siempre su opuesto razonable. De mención marginal hace medio siglo, hoy la idea de que la sociedad humana está forzando umbrales críticos en la relación con algo externo definido como “naturaleza” se usa habitualmente para señalar las maneras en que los distintos pueblos y seres del planeta se encuentran fatalmente comprimidos dentro de esta situación, y para insistir en la necesidad de actuar a niveles profundos para la reconstitución de un mundo común más sostenible.
Avanzar sobre cada problemática de base ecológica (calentamiento global, agotamiento de recursos, contaminación, extinciones), exige establecer su relación con otros problemas sociales (desigualdad, territorialidad, vulnerabilidad, desarrollo) y con problemas filosóficos (interculturalidad, interespecie). Toda estructuración de un problema ambiental que impulse la acción colectiva depende de cómo se enlacen estas cuestiones, lo cual abre una multitud de perspectivas en conflicto sobre cómo conectar lo que es verdadero con lo que es justo.
En relación a esto, en segundo lugar, la investigación busca hacer un aporte al abanico de teorías críticas que guían los movimientos políticos anti-sistémicos, aquellos con la capacidad de avanzar sobre los puntos ciegos del imaginario técnico y antropocéntrico dominante. Como la suerte de toda acción anti-sistémica depende de cuán adecuadamente se defina lo sistémico, la indagación de los circuitos distribuidos y los presupuestos tácitos a través de los cuales opera este imaginario es necesaria y constante. Mi enfoque asume que la búsqueda en este nivel no puede ser de nuevas verdades finales, sino de nuevas formas de cartografiado que puedan ayudar a liberar el potencial práctico y cognitivo que tiene la crisis para el logro político de transformaciones auténticas.
Para eso busqué invertir el análisis. En vez de analizar por separado la racionalidad de distintas perspectivas en disputa por la estructura de las problemáticas ambientales, analizo modalidades generales de estructuración racional de problemas bajo las cuales distintas perspectivas se ubican en relaciones antagónicas, y a partir del conflicto entre ellas, generan un mismo movimiento dialéctico o lógica de conjunto. Mi idea es que ésta es una de las maneras en que muchas fuerzas anti-sistémicas se fugan hacia racionalidades de acción “normales”, alimentando eventualmente la crisis.
Resumo tres momentos principales en el desarrollo de este análisis.
El primero está relacionado a un examen de los conflictos públicos en el conocimiento científico, las llamadas controversias epistemológicas o socio-técnicas. Estos conflictos me resultaron interesantes por dos cuestiones. Por un lado, porque para el imaginario público constituyen el mecanismo de mayor peso a la hora de reducir la conflictividad política propia de la crisis ambiental con información objetiva y orientar la problematización. Este mecanismo depende de la convicción de que los grupos científicos alcanzan autoridad experta en tanto utilizan metodologías que aseguran una perspectiva esencialmente no política (objetiva) sobre aspectos empíricos de la relación social con la naturaleza. Por otro lado, porque en la práctica la dinámica en las ciencias no resulta muy distinta de la política. Esto se puede ver fácilmente en todos los conflictos ambientales resonantes en la escena argentina de los últimos años, como el de las papeleras sobre el río Uruguay, el de los pueblos fumigados con glifosato, la instalación de granjas porcinas, los proyectos megamineros o de exploración petrolera offshore. La complejidad de escalas y dimensiones de riesgo que caracteriza a la mirada ambiental tiende a desatar una multiplicación de expertos y contra-expertos con diferentes metodologías y maneras de circunscribir el problema cognitivo. En este proceso de búsqueda marcado por ese horizonte de objetividad final se despliega todo un saldo de alternativas (que va de lo socializado a lo naturalizado, lo construido a lo real, lo relativo a lo objetivo), sobre el cual los adversarios se van pasando la carga de la prueba en una dinámica que no parece tener lógica de finalización, y donde cada movimiento para estructurar la complejidad aumenta la confusión al reforzar un esquema de certezas contradictorias. El resultado es una lógica circular de cientifización radical de la política y politización radical de la ciencia, una situación que facilita la desconexión entre la teoría y la acción colectiva, el bloqueo de las potencias críticas que participan de la discusión, y la justificación del uso de la fuerza unilateral como forma de imponer una visión del problema y actuar.
A partir de esto, el segundo momento del análisis es un argumento acerca de que el proceso en donde se produce crisis no está en los vínculos materiales degradados entre la sociedad y la naturaleza externa, ni tampoco en el uso deficiente de una teoría epistemológica que nos diría cómo lograr la verdad despolitizada. La crisis más bien se encuentra en el vínculo entre la organización epistemológica y la organización política de la práctica colectiva.
Por eso sugiero que el intento de traducir el esquema de las “relaciones sociales con la naturaleza” a formas de comprensión y acción ambiental no está abriendo dos problemas de distinta estructura, uno epistemológico-científico y uno ético-político. Más bien lo que abre es un problema cuya estructura trata simultáneamente acerca de cómo conocer mejor el mundo para gobernarlo y de cuál es la mejor manera de gobernar el mundo tal como lo conocemos. En esta línea argumento que necesitamos epistemologías políticas: formas de entender cómo se interdefinen, en nuestros imaginarios dominantes, las perspectivas sobre cómo debe organizarse la producción de verdad con las perspectivas sobre cómo debe organizarse la producción de la vida justa. Y además, que es fundamental comprender cómo estas epistemologías políticas codifican a su vez formas de regulación ecológica que permiten la reproducción de modos históricos de vida en común.
Finalmente, en la última parte de la tesis avanzo una propuesta de este tipo. El objetivo es poder caracterizar la razón pública dominante en Occidente de modo de mapear su incidencia ambiental, seguir sus trayectorias específicas de crisis, y poder diferenciarla y compararla con otras. Al investigar acerca de las constantes racionales del conflicto por la problematización ambiental (los lenguajes de las relaciones sociales con la naturaleza y la objetividad), intento mostrar asociaciones históricas y sistemáticas entre esta epistemología política y los procesos de acumulación y expansión capitalista, la formación de la institucionalidad liberal-democrática, la burocratización de la decisión pública y la territorialización de entornos basada en el marco de los estados-nación.
Con estas herramientas espero contribuir a la visibilización de interrelaciones más profundas entre la dimensión epistemológica de la crisis ambiental y la dimensión ambiental de la crisis epistemológica.
*Martín Prieto es doctor en Filosofía por UNSAM y y becario posdoctoral del LICH (UNSAM/CONICET). Es docente de la Escuela de Humanidades de UNSAM e integra el Programa “Conflictos socioambientales, conocimientos, y políticas en el mapa extractivista argentino”.
ambiente y política, conflictos socioambientales, construcción conocimiento, Epistemología Política, Razón pública