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Sandra Hoyos, integrante del colectivo Identidad Marrón, presentó en la UNSAM el libro “Marrones escriben. Perspectivas antirracistas desde el Sur Global”. La obra grupal fue publicada en el marco de un proyecto que involucra a investigadorxs y artistas del Cono Sur. En esta entrevista, habla sobre lo que implica ser marrón, el racismo imperante y la militancia antirracista.
Desde hace un lustro, al menos, se escucha cada vez con más fuerza, en ámbitos de la militancia pero también de la Academia, un concepto que apunta tanto a nombrar como a desmantelar las instituciones de la blanquitud patriarcal. Se trata de lo “marrón”, que refiere a una amplia tonalidad de piel pero también a su contraparte, que es una estructura social racista. Diferente de la idea de lo “mestizo”, lo “marrón” remite sin dudas al conflicto que oculta la imagen cordial del “crisol de razas”. “Lo primer que se ve es nuestro rostro, no nuestras capacidades, nuestros aprendizajes, las cosas que sabemos hacer”, señala Sandra Hoyos, licenciada en Política Social e integrante del colectivo Identidad Marrón (IM), quien recientemente presentó en la UNSAM el libro Marrones Escriben. Perspectivas antirracistas desde el Sur Global. La obra grupal fue publicada en el marco de “Culturas del Antirracismo en América Latina”(CARLA), un proyecto que dirige el antropólogo británico Peter Wade, de la Universidad de Manchester, con investigadorxs y artistas de Argentina, Brasil y Colombia.
IM es un grupo de militancia antirracista de Argentina que se conformó hace aproximadamente tres años a partir del encuentro de personas con algún tipo de ascendencia indígena y muchas inquietudes en cuanto a lo que su aspecto podía depararles. Profesoras universitarias, dramaturgos, artistas visuales, diseñadores de moda, bailarinas, abogados, poetas, trabajadoras sexuales. Había algo en común entre ellxs, una piel que no es “blanca” ni “negra”, pero sobre todo algunas experiencias ligadas a su apariencia, a cómo se ven y a cómo lxs ven, y a los lugares que a partir de esas imágenes propias y ajenas se habilitan o no para ellxs.
La actividad de IM ha sido muy intensa. A partir de la reflexión y el intercambio grupal surgieron obras colectivas como las diversas intervenciones realizadas en museos, una serie televisiva con temática propia (para canal Encuentro) y el libro de reciente publicación. En esta entrevista Sandra Hoyos explica cómo conciben la identidad, cómo muchxs del colectivo ingresan a espacios que no hace mucho consideraban inimaginables para personas no-blancas, las representaciones imperantes de los cuerpos marrones y la autorrepresentación como una de las formas de la lucha antirracista.
¿Qué es para el colectivo Identidad Marrón la identidad marrón?
Esta identidad la entendemos como una categoría que hemos construido desde nuestras propias trayectorias de vida, que la empezamos a pensar en función de cómo accedemos a esos lugares que habitamos. Lo que estamos acostumbrades a oír es que el racismo se ejerce contra las personas negras, y se invisibiliza a aquellas otras personas que no son blancas, pero que tampoco tienen ascendencia afro, que también están presentes en nuestro territorio. Hablamos de otras identidades que tienen que ver con las poblaciones originarias de nuestro territorio, pero también pensando en que somos personas que habitamos espacios desde la urbanidad. La identidad marrón está presente en la migración interna que se ubica en diferentes ciudades de nuestro país, y que a su vez construye identitariamente los lugares de la periferia. Porque esas identidades que empiezan a consolidarse desde diferentes espacios construyen lo que llamamos, por ejemplo, el conurbano. Y eso es lo que tomamos como identitario para poder poner en tensión y también irrumpir en el discurso racista existente, pero también en los discursos antirracistas. Entendemos que hay otra construcción acerca de aquello que no es ni blanco ni negro, que es la idea del mestizaje, donde ahí lo que aparece es también una noción que homogeiniza y que no permite tampoco ver cuáles son las características propias. En particular, cuando hablamos de esta identidad marrón la ubicamos en el contexto argentino porque es uno de los países de Latinoamérica que sale al mundo como la Argentina blanca.
¿Qué es lo específico de lo marrón, por ejemplo en relación a lo negro o lo indígena?
No es una cuestión de ver quién es la mayor víctima, o quiénes están más expuestos a las desventajas, sino que tiene que ver con esta sociedad que idealiza un modelo blanco y además heterosexual. Es necesario poder hablar de estas características particulares porque es desde ahí también donde se construye identitariamente a las personas. Por ejemplo, cuando hablamos de los “negros villeros” o los “negritos cabeza” no se habla solamente de las personas afro descendientes, sino que se habla de esas identidades que provienen o descienden de indígenas. Nosotros nos mencionamos como hijas, hijos, hijes, nietes de indígenas, campesinos, migrantes. Es una identidad que está presente en todo nuestro territorio, es necesario visibilizarla y nombrarla, porque de allí se desprenden también otras experiencias, otras trayectorias de vida que dan una impronta a las prácticas en los lugares donde terminan construyendo su vida cotidiana. Entendemos que es necesario nombrarlo y también construirlo como una identidad política.
¿Cómo es que se empiezan a juntar para pensar sobre los efectos del racismo en sus vidas?
El colectivo IM toma más solidez hace casi tres años. Nos encontramos a partir de la inquietud que tenía que ver con que empezamos a habitar lugares en los que tradicionalmente no se ven personas marrones, en el ámbito profesional, la universidad, el periodismo, la visibilidad como artistas. Son espacios no habitados por personas marrones, donde la presencia blanca es mayoritaria y eso nos genera preguntas. Nos dimos cuenta de que eso tenía que ver con una explicación, empezamos a identificar el racismo, pero lo entendemos desde el inicio y por eso hablamos de racismo estructural, porque entendemos que está presente en todas las dimensiones de nuestra vida. El recorrido que hace que nos encontremos tiene que ver con pensarnos desde nuestras trayectorias de vida. ¿Cómo no tuvimos docentes marrones, cómo no vemos personas que protagonicen una película o una serie o una novela que sean marrones? Se trata de poder visibililizar que esto tiene que ver con el acceso desigual a recursos de todo tipo, pero a su vez que eso se traduce en la construcción histórica que impacta directamente en la construcción de nuestras subjetividades, porque no nos sentimos reconocidos cuando estamos en esos lugares, como por ejemplo ser un profesional, graduarse en la universidad, ocupar un lugar de referencia en un sindicato, ser actriz, cineasta, periodista. Ahí nos dimos cuenta de que hay que validar nuestras voces constantemente, validar también nuestras trayectorias de vida para ser escuchados y escuchadas. Pero eso, sin duda, no se logró desde lugares individuales, sino a partir de colectivizar lo que nos sucedía, que no lo podíamos poner en palabras, y que el espacio colectivo de IM lo permitió.
Uno de los ejes de reflexión de IM es acerca de las representaciones de los cuerpos marrones, frecuentemente mediadas por la perspectiva blanca. ¿Cuáles son las imágenes que ustedes encontraron como más evidentes?
Por ejemplo los cuerpos en los museos. Por un lado está el tema de quiénes construyen las imágenes y cuál es esa mirada. Y ahí está presente una mirada antropológica que curiosea sobre determinados cuerpos que ven como lo otro, esa otredad que pareciera lejana. Históricamente se han construido esa imágenes y la presencia de los cuerpos marrones e indígenas como algo a observar, como algo que ya no está presente, pero que sin embargo está. ¿Por qué no tenemos restos de personas blancas que hayan vivido hace un montón de años en observación en un museo? Por otro lado está el tema del acceso a estos espacios, que se relaciona con tener un determinado capital cultural. Creo que la presencia de otras identidades a partir de nuestra discursividad, que tiene que ver con nuestra identidad marrón, es también irrumpir a partir de contra propuestas que empezamos a incorporar, cuestionar aquello que se expone o que está en la vidriera para que otras personas lo vean, que es pensar y mirar las corporalidades marrones, no desde el objeto sino también desde el protagonismo, de la centralidad, desde poder proponer imágenes construidas a partir de toda esa historicidad.
¿La autorrepresentación puede funcionar como una alternativa antirracista?
Creo que ese es uno de los puntos fundamentales que tiene que ver con dejar de lado que otros nos representen y que también es posible la autorrepresentación y cuestionar eso que nos es dado, que tenemos la posibilidad de construir como todes. Esas voces pueden y tienen que estar presentes a partir de los cuestionamiento de eso que estaba construido previamente, puede haber otras contra propuestas, contra artísticas y contra culturales que den vuelta esa discursividad que se ha construido desde hace mucho tiempo. Creo que nuestra presencia en lugares donde antes no estábamos hace que eso pueda provocar la interpelación, que también otras personas se piensen a sí mismas. Estas cuestiones tienen que ver también con la producción teórica, desde una perspectiva decolonial o una perspectiva antirracista. ¿Quiénes son las personas que han construido o han hablado de estos temas, de estas nociones? En general lo que vemos es que no hay corporalidades racializadas que hablen, que construyan, y no porque otras personas no tengan la legitimidad para hacerlo, sino que también es necesario poder ponerse y entender que la trayectoria de vida, las experiencias de la marginación, de la discriminación, son necesarias para tener en cuenta en la producción tanto teórica como audiovisual, periodística y artística.
Antirracismo, Culturas del Antirracismo en América Latina, Identidad Marrón