Dirección de Género y Diversidad Sexual
El 28 de mayo se conmemora internacionalmente el “Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres” y el “Día internacional de la higiene menstrual”. La Consejería Integral en Géneros y Sexualidades de la DGyDS-SGA reflexiona acerca de la importancia de instituir un día nacional de la salud menstrual como posibilidad para romper con paradigmas higienistas y cis hetero normativos que ponderan sobre la menstruación.
Desde hace 35 años el 28 de mayo se conmemora el “Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres”. Propuesto por La Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, este día tuvo su origen el 28 de mayo de 1987 en el “V Encuentro Internacional sobre la Salud” llevado a cabo en Costa Rica. Desde su declaración, el propósito de la fecha pretende reconocer los diversos procesos de enfermedad y muerte que enfrentan las mujeres por causa de la desigualdad socioeconómica. Se busca reconocer que la salud no es un hecho meramente biológico, sino que responde a factores biopsicosociales y que depende del lugar ocupado en la sociedad y del acceso a los recursos materiales y simbólicos para llevar adelante una vida digna, con igualdad de oportunidades y sin violencia.
A partir del año 2014, por iniciativa de la organización Alemana “WASH United” el 28 de mayo también se conmemora el “Día Internacional de la Higiene Menstrual” haciendo referencia con este día y mes a los 28 días que dura en promedio el ciclo menstrual y a los 5 días promedio que dura la menstruación en cada ciclo.
Las dos efemérides que tienen su lugar en el calendario internacional llevan adelante consignas que requieren revisar cuestiones que están implícitas en ellas: la referencia al cuerpo de las mujeres como puro, omitiendo categorías sociales que permiten vislumbrar sujetos con cuerpos que no se ajustan a la cis-hetero-norma, habilita a continuar privándolos de reconocimiento. En la misma sintonía, el concepto de “higiene menstrual” apela a narrativas que continúan reconociendo a la menstruación como algo “sucio” a sabiendas de los efectos disciplinadores que ha tenido este paradigma sobre las personas menstruantes a lo largo de la historia.
Ahora bien, los lemas de las efemérides que se recuerdan año a año en el mes de mayo permiten retornar al título de esta publicación para formular las preguntas: ¿Cuál es la efeméride que todavía no existe el 28 de mayo? ¿Por qué debería existir? ¿Qué relevancia tendría para nuestra sociedad pensar en una nueva efeméride con otras perspectivas? ¿Qué implicancias sociales, culturales y económicas conlleva en nuestra región la vivencia de la menstruación?.
Sin más preámbulos, se ausenta del calendario el reconocimiento de la salud menstrual como posibilidad de visibilizar a dicho proceso contribuyendo a la necesidad de romper barreras en el acceso a la información sin estereotipos ni censuras, salir del tabú, de la vergüenza, del estigma y del silencio con el objetivo sustancial de generar e implementar políticas públicas que apuesten a mejorar la calidad de vida de las personas menstruantes.(1)
Menstruación y desigualdad
A lo largo de la historia y en distintas sociedades la menstruación ha tenido múltiples significados. No es un simple hecho natural, sino que conlleva una carga simbólica construida social y culturalmente según las diferentes épocas y comunidades: la sangre menstrual como algo sagrado asociada a la fertilidad; la menstruación como tabú, como algo a esconder o a silenciar; ; la menstruación asociada a un estado de debilidad; la relación entre la menstruación y suciedad o impureza; la asociación de la menstruación con la incapacidad física o la enfermedad, entre otros aspectos también signados por la representación de la menstruación como un proceso netamente “femenino”. .
Las representaciones en torno a la menstruación han delimitado diferencias que conducen a desigualdades estructurales que las luchas de los movimientos feministas y de la diversidad han ido develando. Una primera diferencia se reconoce desde una mirada binaria entre hombres y mujeres menstruantes y, en consecuencia, la justificación a través del ciclo menstrual de la mujer de la prohibición de acceso a determinados ámbitos. Otra diferencia se corresponde con el “ciclo evolutivo de la mujer” y por tanto la tipificación de su personalidad, emociones, sensaciones y condiciones de vida a partir de ser no menstruante, menstruante o menopáusica.
Los movimientos feministas y de la diversidad permitieron visibilizar desde una perspectiva no binaria que la menstruación no es sólo cosa de mujeres, así fue posible comenzar a pensar la menstruación desde una mirada más amplia y con nuevas denominaciones, como por ejemplo la de personas menstruantes. Profundizaron también la mirada comprendiendo la diferencia en la vivencia del ciclo menstrual por las personas que no pueden acceder a productos de gestión menstrual y/o no cuentan con condiciones dignas de higiene, agua, baño, como le ocurre a quienes se encuentran viviendo en instituciones carcelarias, hospitales, hogares o cuentan con escasos recursos habitacionales y económicos. Asimismo, pensar en términos de salud integral y de interseccionalidad conlleva la necesidad de conocer y generar conocimiento y políticas que incorporen la vivencia de las personas con discapacidad.
En síntesis, la menstruación se produce mediada por muchos aspectos que exceden lo biológico, asumiendo en cada contexto sociocultural determinadas particularidades y repercutiendo directamente en la posibilidad de gestionarla según variables particulares de las personas, cuestiones del orden de lo simbólico, situación socioeconómica, entre otras.
Desde la Consejería Integral en Géneros y Sexualidades que depende de la Dirección de Género y Diversidad Sexual de la Secretaría General Académica consideramos que es fundamental producir conocimiento situado dando respuesta a la vacancia identificada en la temática. En este sentido, una de las líneas de trabajo es la de abordaje de la salud menstrual y su gestión. Generar conocimiento científico ante las escasas producciones que circulan sobre el tema y que posibilita la legitimación de mitos y conservación de tabúes, sobre todo en el ámbito de la salud y de la educación.
Menstruación y Universidad
¿Qué saberes circulan en la Universidad sobre la menstruación? ¿Cómo transitan las personas menstruantes los espacios de la Universidad mientras viven sus ciclos? ¿De qué hablamos y de qué no hablamos cuando se trata de menstruación? ¿Conforma la menstruación un aspecto de la vivencia personal que plantea otros modos de transitar y habitar la universidad? ¿Cuáles?
La Universidad es un ámbito que no suele abordar estas temáticas en sus trayectos formativos, generalmente es un tema que queda relegado a las charlas que se brindan en la escuela secundaria que suelen ser trabajadas desde una perspectiva biologicista e higienista. Nos interesa en este marco poder abrir el juego a un tema que es importante que deje de ser tomado como una vivencia fisiológica individual (de la que se aprende, apenas un poco, cuando inician las menstruaciones y nunca se retoma) y que podamos comenzar a pensarlo como una vivencia situada que tiene dimensiones sociales, culturales, económicas y políticas y que, por lo tanto, se emplaza en las desigualdades estructurales de la construcción sexo-genérica de nuestra sociedad.
Es necesario dar lugar al reconocimiento de los saberes experienciales y el autoconocimiento para promover la salud menstrual desde una visión diversa, integral e interseccional. Desarmar lo instituido por los discursos hegemónicos de la “normalidad”, para llegar a conocer aquello que intencionalmente se busca omitir. Superar el discurso higienista, biologicista y heteronormativo que asocia la menstruación únicamente con la reproducción para así poder pensarla desde la perspectiva de los derechos humanos.