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Teodolina Sanabria, flamante técnica en Diagnóstico por Imágenes, migró del campo paraguayo siendo una niña y casi sin hablar en español. A inicios del 2021 la Escuela de Ciencia y Tecnología le propuso concluir la carrera que había abandonado hace 9 años y logró recibirse. Una historia de tenacidad y agradecimiento.
Teodolina Sanabria tenía 16 años cuando empezó a trabajar como empleada doméstica con cama adentro. La primera vez que entró a la casa en Vicente López, quedó impactada por la biblioteca del living. Sus patronxs, un matrimonio de médicxs jubiladxs, se iban a dormir temprano en la habitación del piso de arriba. Cuando terminaba las tareas domésticas, ella aprovechaba para leer fragmentos de varios de sus libros. Una noche, Roberto Aníbal Deferrari la sorprendió:
—Nena, ¿vos siempre te quedás leyendo los libros de la biblioteca?
—Discúlpeme, señor. Es que me gusta leer y solo a la noche tengo tiempo. No lo hago más.
—No, al contrario. Nos gusta verte leyendo y que te interese el estudio ¿Te gustaría estudiar acá en la Argentina?
—Sí, pero ¿qué voy a hacer yo en un colegio en Argentina si casi no hablo español?
20 años después de ese día, Teodolina Sanabria terminó sus estudios superiores y tiene un título universitario emitido por la UNSAM.
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Teodolina se crió en los campos tranquilos del departamento de Encarnación del Paraguay, ubicado en la frontera con Posadas. Con tan solo 6 años trabajaba junto a sus seis hermanos en las chacras de los chacareros en la cosecha del tung (un fruto del que se extrae aceite para aplicaciones industriales). En ocasiones, cuando su madre y sus hermanos más grandes iban a trabajar a los campos, ella debía quedarse en su casa para cuidar a sus dos hermanos más chicos y encargarse de cocinar y sacarle las arrugas a la ropa con plancha a carbón.
—Era vida dura. Había noches que no había para comer y no se comía. Y a veces hacíamos una comida que era como sopa paraguaya, con maíz, cebolla y aceite. Te da una acidez eso… Mi mamá iba al pueblo de Encarnación una vez al año y compraba cosas, como la harina que venía en bolsa grande. A veces le alcanzaba la plata y compraba una manzana y cuando llegaba a casa la dividíamos en ocho partes para que todos podamos comer ¿Sabés lo que es eso? No era fácil, pero siempre fuimos muy unidos y compartimos todo.
En 1998, con 16 años, Teodolina migró a la Argentina y se fue a vivir a San Justo, La Matanza, con su padre. Enseguida consiguió trabajo como empleada doméstica con cama adentro en la casa de un matrimonio de médicos jubilados en Munro. Cuando el pediatra y neurólogo infantil Roberto Aníbal Deferrari y la ginecóloga Ana Selzer notaron que Teodolina todas las noches leía los libros de su biblioteca le ofrecieron iniciar sus estudios en el país. Teodolina hablaba guaraní y había cursado hasta sexto grado de la escuela primaria en Paraguay. “Era un nivel de educación mucho más bajo que el que había en Argentina en ese momento y el sexto grado de allá implicaría el tercero de acá. En la escuela en Paraguay hablábamos guaraní pero escribíamos en español. Cuando llegué acá casi no sabía hablar en castellano”, cuenta.
Teodolina empezó a cursar en una escuela nocturna para adultos de Munro y en dos años terminó la primaria. Después cursó la secundaria en una escuela para adultos de lunes a viernes de 14:00 a 19:00 y en tres años logró terminar.
—Hice el secundario en tres años y quedé con un promedio de 8.90, el mejor de todos. Este matrimonio me decía siempre “Teo, si vos querés estudiar nosotros te vamos a apoyar”. Yo ya estaba juntada con mi marido y a él al principio mucho no le gustaba que yo estudiara, pero después cuando me vio cómo yo estaba empeñada y que iba a seguir estudiando, entendió lo importante que era para mí y me empezó a apoyar. Él nunca dejó de apoyarme y me ayudaba a comprar los libros y las fotocopias. Y bueno, en tres años terminé.
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—Bueno, ¡Ahora que terminé la secundaria voy a estudiar cocina!
—No, nena. Vos sos muy inteligente. La cabeza te da para más que eso.
—Bueno, entonces voy a estudiar abogacía, que me quedó un 10 de promedio.
—No, pero esa es muy larga, ¿Por qué no probás con algo vinculado a la medicina?
Teodolina siempre seguía los consejos de Roberto Aníbal Deferrari y Ana Selzer, sus “ángeles del cielo”, como ella misma los define. Así fue como se inscribió en la UNSAM para la tecnicatura en Diagnóstico por Imágenes de la Escuela de Ciencia y Tecnología (ECyT). Cuando comenzó se encontró con un mundo nuevo y tuvo que estudiar cosas que jamás se imaginó. “¿Trigonometría?, ¿qué es eso?”. Le costó mucho, pero nunca estuvo sola.
—Cuando vine a la Argentina nunca pensé que iba a ir a la universidad y mucho menos a recibirme. Pensaba en estudiar algo como peluquería o algo corto. Pero nunca me imaginé que iba a ir a la Universidad. Todos me ayudaron un montón. Tengo amigas, compañeras de la Universidad que me ayudaron y también la hija y la nieta de este matrimonio me ayudaban con matemáticas y física.
La casa donde trabajaba Teodolina es muy grande. Tres pisos con pileta donde ella se encargaba de toda la limpieza, el cuidado de lxs dos adultxs mayores y la cocina. Con tanto trabajo, solo podía estudiar por las noches y tuvo que aprender a gestionar el tiempo para poder cumplir con las prácticas y los horarios de cursada.
—Dejaba todo preparado y me iba a cursar. Ellos a la noche me esperaban para cenar con la comida en la mesa. Yo cocinaba y ellos preparaban la mesa y me esperaban. Cuando salía de la universidad, siempre había un remís esperándome para llevarme a la casa y lo pagaban ellos.
Fueron pasando los años entre estudios, rayos X y trabajo. Teodolina realizó prácticas profesionales de radiología en la Corporación Médica de San Martín, tomografía en el Hospital Santojanni, medicina nuclear en Hospital de Oncología Ángel Roffo y resonancia magnética en el Centro de Diagnóstico por Imágenes IMAD. En los últimos años de cursada, Teodolina sumó la maternidad a sus múltiples tareas.
—Yo me volvía los sábados de mi trabajo y me traía todos los libros y todas las fotocopias de la universidad y estudiaba todo el fin de semana con mi marido y mi hija en San Justo. Los lunes tenía que volver a mi trabajo y de ahí me iba a la Universidad.
Cuando Deferrari y Selzer fallecieron, Teodolina dejó de trabajar en su casa y comenzó a cumplir tareas como empleada doméstica por horas para poder pasar tiempo con su hija. Por sus múltiples exigencias, optó por abandonar la universidad en 2012, cuando le faltaba muy poco, en plena redacción de su trabajo final.
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En 2021, el área de Física Médica de la Escuela de Ciencia y Tecnología y el Programa de Mejora de la Enseñanza de la UNSAM (PME) fueron tras lxs estudiantes de la Tecnicatura en Diagnóstico por Imágenes que debían el trabajo final de cursada para proponerles concluir sus estudios. Lxs docentes Rosana Viceconte y Pablo Sanbria y el personal No Docente de la ECyT se contactaron con 52 estudiantes. Teodolina fue una de ellxs.
La cursada del trabajo final se brindó de manera virtual y se trabajó en el seguimiento personalizado de cada proyecto. Gracias a esta iniciativa, hoy el país tiene 23 nuevos técnicos en Diagnóstico por Imágenes.
—Cuando me recibí sentí una gran satisfacción. No lo podía creer. Abracé a mis hijos y me puse a llorar y ahora lo pienso y quiero llorar. Si no fuera por esta posibilidad que nos dio la UNSAM no hubiera podido terminar. Además, sin la virtualidad tampoco lo hubiera logrado, porque si yo tengo una hora de clase presencial, para llegar a la UNSAM tengo que viajar 2 horas de San Justo a San Martín y dos horas más de vuelta. Me encantó la cursada virtual y fueron muy buenos los profesores que nos tocaron.
Hoy, la flamante técnica en Diagnóstico por Imágenes vive con su marido y sus dos hijxs en el barrio Almafuerte de San Justo, donde atiende su propio almacén-kiosco que abrió en 2014. Cuando habla de su vida, Teodolina nunca nombra sus logros como méritos personales, sino que no deja de agradecer por todo el apoyo recibido. “Mis hermanos, el matrimonio, mi marido, mis compañeras de cursada… todos me ayudaron un montón”, repite constantemente.
“Yo siempre le digo a mi hija ‘yo trabajando pude estudiar y terminar en la universidad’. A vos no te hace falta nada, lo único que te pido es que estudies”, dice Teodolina que sueña con poder trabajar como técnica en Diagnóstico por Imágenes -su próximo objetivo es volver a hacer las prácticas en un centro de estudios de imágenes- y no deja insistirles a los chicos de su barrio para que completen o retomen sus estudios.
—Mi vecina que trabaja en mi local y me ayuda en casa también tiene dos nenes y está terminando la secundaria porque yo le hincho todo el tiempo. Tiene 24 años y yo le digo que tiene que estudiar lo que a ella le guste. Le cuesta un poco, pero yo siempre la ayudo con la tarea porque quiero que le vaya bien. A los chicos del barrio los tengo locos. Todo el tiempo les pregunto por la escuela y les insisto para que estudien. Ahora andan en cosas raras, por eso yo quiero que estudien. Hay uno que le digo: “Lucas ponete las pilas, mirá que chico lindo que sos. Tenés que terminar la secundaria así después podés conseguir un buen trabajo”. Pero bueno, ellos también tienen que querer, porque no sirve de nada que yo insista si no quieren. Si vos vieras qué lindos chicos son”.
23 nuevos técnicos en Diagnóstico por Imágenes
A principios de 2021, el área de Física Médica de la Escuela de Ciencia y Tecnología y el Programa de Mejora de la Enseñanza de la UNSAM contactaron a estudiantes de la Tecnicatura en Diagnóstico por Imágenes que adeudaban el trabajo final y les propuso concluir sus estudios mediante una cursada virtual y el seguimiento personalizado de cada proyecto. El resultado: de las 52 personas contactadas, 23 lograron recibirse.
Federico Golmar, decano de la ECyT, subraya la importancia de la iniciativa y no descarta replicar la exitosa experiencia en otras carreras. “La graduación de nuestros estudiantes es un tema central que nos ocupa. Estamos pensado diferentes iniciativas en este sentido para las otras carreras de la ECyT. Este es un primer paso de muchos que queremos dar”.
Nota relacionada: “Les faltaba el trabajo final, habían abandonado y la Universidad los fue a buscar: 23 nuevos egresadxs UNSAM”