LICH - Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas
El juego del calamar, reciente mega éxito de Netflix, fascina tanto al público juvenil como al infantil, para el que se supone no es recomendable. En esta entrevista la doctora Silvia Grinberg, directora del LICH, reflexiona sobre la serie y las respuestas que la escuela puede ofrecer ante un producto audiovisual que pone en evidencia los rasgos crueles de la sociedad hipercompetiva en que vivimos.
Un espacio lúdico en el que no prima la diversión y el disfrute compartido sino el sálvese quien pueda. Porque quienes llegan a ese campo de juego son los perdedores expulsados por una sociedad hipercompetetiva que optan por apostar su vida, y la de quienes tienen al lado, a cambio de acceder a un gran premio monetario. Lo único importante es ganar, como sea. Esta es, en parte, la base argumental de la serie surcoreana El juego del calamar, reciente mega éxito de Netflix. La historia se ha transformado en el foco de múltiples críticas por la violencia que expone al tiempo que ha despertado la fascinación del público juvenil, pero también infantil, para el que se supone no es recomendable.
En esta entrevista la directora del LICH, la doctora Silvia Grinberg, reflexiona sobre la serie y analiza las respuestas que la escuela puede ofrecer ante un producto audiovisual que pone evidencia muchos de los rasgos crueles de las sociedades de consumo en que vivimos. La educación, dice, puede aportar a dar un debate “para pensar cómo nos relacionamos con los otros, con las otras, cómo nos relacionamos con nosotros mismos” en medio de tanta competencia.
–¿Qué es lo que fascina de la serie El juego del calamar?
Una cuestión es que lo que pone es una cosa lúdica, es un juego, y eso es un punto clave. Cualquiera ve los juegos de su infancia en la serie. Y ahí hay una cosa que nos atrapa a todos. La otra cuestión es lo competitivo, pero la competencia al punto que se juega la vida. En la serie los protagonistas aceptan que se puede morir en el juego. Es un nivel de crueldad bastante extremo, y me parece que en algún lugar esa idea de ganar o morir, es mucho de lo que somos. Es aceptar morir, jugarse la vida por dinero, aunque no es sólo por dinero, porque lo que hay ahí es esta cosa competitiva al extremo. Bueno, nosotros vivimos en una sociedad de competencia, vivir en una sociedad de competencia es aceptar que uno va a ganar y muchos van a perder, ésa es como la regla del juego. Esta serie pone en el extremo algo que aceptamos a diario, que muchos van a perder.
-¿Por qué en este momento lxs niñxs se pueden sentir atraídxs por esta serie y su lógica lúdica de ganar o morir?
Hay algo de la vida y de la muerte, pero a los pibes lo primero que los engancha es el juego, son juegos que después terminan jugando en la escuela. Más allá de ese impacto que está teniendo ya en algunos países, uno empieza a leer que la emulación de la serie no es solo jugar a “uno, dos, tres, cigarrillo cuarenta y tres”, que es lo que jugábamos cuando éramos chicos, sino que al que pierde no lo matan pero sí quizá le pegan. Y la serie está viralizada entre los chicos de primaria.
–Ante esta idea de la competencia cruel como único camino para salvarse, ¿qué otras lógicas se pueden proponer desde las escuelas?
Hay varias cosas para pensar la tarea de la escuela y la tarea nuestra como adultos. Una tiene que ver con qué hacemos con aquello que la infancia accede vía las redes, porque no se puede prohibir. La otra cuestión es cómo podemos aprovechar, y creo que es una función de la escuela, especialmente en estos tiempos, problematizar qué es lo que narra la serie, qué es lo que está enseñando, incluso qué es lo que está denunciando la serie. Porque si uno la toma literal es una cosa, pero si uno la toma como una denuncia a esa sociedad de competencia, a esa crueldad, a ese sadismo que implica vivir en estos marcos, bueno, ahí empieza a tener una densidad diferente. La función de la escuela es decir ¿de qué está hablando esta serie, es de la competencia extrema, de cómo incluso la vida del otro no nos va a importar porque lo que importa es ganar? ¿De qué esta hablando, de lo crueles que nos podemos volver con los otros y con nosotros mismos? Porque si uno acepta entrar en una competencia en la que arriesga su vida, no sólo se es cruel con el otro, sino con uno mismo, porque la propia vida no estaría valiendo. La serie nos abre a los educadores un debate súper rico para pensar el mundo en que vivimos, para problematizarlo, para pensar cómo nos relacionamos con los otros, con las otras, cómo nos relacionamos con nosotros mismos. Y ahí la riqueza de la serie ya es de otro tipo. Se trata de aprender a leer lo que vemos de otra manera. Eso no lo traen ni las las redes ni el mundo digital. Ese es el aporte que la escuela puede hacer a ese mundo, enseñar a mirar, a pensar y a problematizar lo que miramos.
#Educación Cultura y Subjetividad, Escuela, infancias