Dirección de Género y Diversidad Sexual, Notas de tapa
El Día Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries hoy se afianza en su 5.ª edición. En contexto de pandemia, la vida es parte fundamental del reclamo. Afirmamos que el cuidado de la vida debe ser colectivo: la corresponsabilidad implica la acción del Estado, el mercado, las organizaciones de la sociedad civil y los hogares con independencia de los cuerpos, el género y sus estereotipos.
Hoy una multitud volverá a movilizarse en todo el país. La consigna principal es “Basta de femicidios” y el reclamo fundamental está dirigido al poder judicial.
El confinamiento en los hogares como medida precautoria para reducir la circulación del virus creó mayores condiciones de exposición de las mujeres a la violencia doméstica y redujo los servicios de acompañamiento externo. En la Argentina se registró un aumento significativo de la cantidad de femicidios así como en la cantidad de llamados a la Línea 144 para atención a personas que sufren violencia de género.
¿Cómo se previene y salvaguarda la vida de las mujeres y diversidades cuando son deportadas a la esfera privada? ¿Cómo funcionaron los dispositivos institucionales de género en un contexto en el que el aislamiento social fue obligatorio?
En un contexto de pandemia en el que la configuración del hogar se revalorizó, abordar las relaciones de poder y las violencias nos enfrenta al desafío de trabajar con mayor atención a los procesos intrahogares, pero también a la modalidad de trabajo virtual adaptando las estructuras funcionales. Se nos desafió a construir comunidad en pleno aislamiento social y aprendimos que la distancia no es igual a ausencia de redes de apoyo y acompañamiento.
La violencia de género y sus manifestaciones más extremas —femicidios, travesticidios y transfemicidios— son evitables. Pero para prevenir, sancionar y erradicar la violencia de género deben existir políticas de Estado con herramientas y mecanismos fortalecidos y articulados en los distintos niveles y poderes.
La pandemia puso los trabajos de cuidado en el centro de los escenarios político, social y de la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS), así como los países que adhirieron a sus recomendaciones, ubicaron al hogar como trinchera principal de salvaguarda y establecieron como esenciales los trabajo de cuidado. Las consignas sobre cuidados en el hogar proliferaron en pautas oficiales y en hashtags como #YoMeQuedoEnCasa, #QuedateEnCasa, #CuidarteEsCuidarnos.
Cuando hablamos de cuidados y del hogar, indefectiblemente los asociamos a las mujeres. Y esto es así porque la división sexual del trabajo sigue vigente bajo la prevalencia de roles y estereotipos de género. Cuidar la vida en nuestra sociedad es trabajo feminizado.
Las experiencias femeninas en el mundo del trabajo se desarrollan fundamentalmente en actividades vinculadas con el sostenimiento de la vida, es decir, tareas que implican cuidar y asistir a personas con dependencia —niñxs, personas mayores, con enfermedades y/o discapacidad— a lo largo de todo el ciclo vital. Recordemos que las mujeres tenemos un alto índice de participación en el servicio doméstico, la enseñanza, la salud y los servicios sociales (INDEC, 2019).
La división sexual del trabajo se sostiene con estereotipos que afirman que la “mujer”, por emocional, altruista, sensible y cuidadora, tiene condiciones más aptas para desarrollarse en la esfera privada del hogar.
Esta desigualdad de género es estructural y se evidencia en los principales indicadores estadísticos sobre uso del tiempo, el empleo, los ingresos, las condiciones de trabajo y el acceso a puestos jerárquicos. Por ejemplo, en condiciones sociales ordinarias, son las mujeres quienes realizan el 76 % de las tareas domésticas no remuneradas —el 88,9 % de ellas dedica 6,4 horas promedio semanales (EAHU-INDEC, 2013)—. La famosa doble jornada laboral que habitualmente desarrollamos las mujeres, en contexto de pandemia fue ampliamente superada.
Cuidar en pandemia no solo implica un fuerte trabajo de las mujeres en los hogares, sino también en el desarrollo de sus trabajos remunerados asociados principalmente al cuidado. Según un informe de la OMS, el 70 % del personal de atención médica y de servicios sociales está compuesto por mujeres, lo que aumentó la exposición a riesgos durante la crisis sanitaria.
Podemos mencionar también a las mujeres de organizaciones sociales a cargo de los comedores y merenderos de los barrios más humildes del país, que han cumplido un rol fundamental en la reconstrucción de las redes de cuidado que cayeron durante la pandemia. También podemos hablar de las mujeres al frente de los espacios colectivos de acompañamiento y contención ante la crisis económica. Una experiencia sumamente valiosa es la de Teje San Martín, una red solidaria que brinda ayuda y acompañamiento a las comunidades travesti, trans y no binarie.
Se construyó comunidad en pleno aislamiento social. Aprendimos que la distancia social no es igual a ausencia de redes de apoyo y acompañamiento. Pero afirmamos también que la responsabilidad sobre la vida debe ser colectiva. La corresponsabilidad implica la acción del Estado, mercado, organizaciones de la sociedad civil y los hogares. Y allí las personas cumpliendo roles de cuidado con independencia de los cuerpos, el género y sus estereotipos.
Para este 8M nos propusimos visibilizar estos ejes de análisis a través de testimonios de mujeres en toda su diversidad. Mujeres que, ante las dificultades, forjaron redes y afectos para atravesar la pandemia.
¡Te invitamos a conocer las historias durante toda la semana!
Ludmila Fredes es licenciada en Relaciones del Trabajo de (FSOC-UBA), diplomada en Formación en Educación Sexual Integral (UNSAM), maestranda en Relaciones y Estudios del Trabajo (FLACSO), docente titular de la materia Trabajo, Género y Economía del Cuidado (FSOC-UBA) y coordinadora académica de la Diplomatura en Perspectiva de Género y Diversidad Sexual en las Relaciones del Trabajo (FSOC-UBA).