¿A cuántos servicios puede acceder una persona que vive en el AMBA?, ¿cómo cumplir con el aislamiento si para sacar plata de un cajero tenés que caminar 20 minutos? El Mapa de Acceso a Bienes y Servicios Esenciales elaborado por el Instituto de Alto Estudios Sociales de la UNSAM y la Fundación Bunge y Born muestra las diferencias en los tiempos que se tardan en el Conurbano y la Capital Federal. Ciencias sociales, big data e historias de estudiantes.
Micaela necesita sacar plata del cajero automático. Sale de su casa y espera el colectivo 269. Llega al centro de San Miguel. Tarda 30 minutos. Hace la fila en el banco y retira el dinero. Tarda 15 minutos más. Aprovecha el viaje para ir a la farmacia a comprar medicamentos para su abuelo y su papá diabético, porque la farmacia de su barrio no atiende por su obra social. Espera una hora para ser atendida. Vuelve a su casa. Tarda 30 minutos más. Micaela vive en el barrio Los Paraísos del partido de San Miguel, a 7 cuadras del límite con Moreno. Pasaron tres horas desde que salió de su casa.
“Yo considero que es mucho tiempo media hora de viaje en colectivo para hacer trámites al centro de San Miguel siendo vecina de San Miguel. Tenés que ir sí o sí al centro para hacer determinadas gestiones o conseguir cosas”, dice Micaela, que es estudiante de la Licenciatura en Sociología de la UNSAM y trabaja en la fotocopiadora del Edificio de Ciencias Sociales del Campus Miguelete.
Como Micaela, miles de personas del Área Metropolitana de Buenos Aires —compuesta por los municipios del Gran Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires— deben desplazarse grandes trayectos en plena cuarentena para acceder a determinados servicios. Para medir estas realidades, el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) a través del laboratorio Factor Data, en colaboración con la Fundación Bunge y Born elaboró el Mapa de Acceso a Bienes y Servicios Esenciales.
El desarrollo mide el tiempo que tardan las personas que viven en cada zona del AMBA para acceder caminando a seis servicios esenciales: “Almacenes, kioscos y supermercados”; “Bancos”; “Cajeros automáticos”; “Espacios verdes públicos”; “Farmacias”; “Hospitales públicos”. Entre otros puntos, se logró determinar que para acceder a un cajero automático quienes viven en Belgrano tardan 3 minutos, en San Isidro 3 minutos, en Recoleta 4 minutos, en Villa Soldati 15 minutos, en Florencio Varela 18 minutos y en González Catán 20 minutos.
Germán Rosati, docente e investigador del IDAES a cargo del proyecto, cuenta las particularidades de las zonas más afectadas, donde para acceder a los servicios las personas tienen que caminar más de 20 minutos: “En nuestro análisis denominamos desiertos a las zonas que están a una distancia mayor al umbral de 20 minutos a pie. En líneas generales estos desiertos están ubicados en los bordes de la mancha urbana del AMBA y pueden estar compuestos por diversos niveles socioeconómicos”.
En el análisis de los datos, los científicos notaron que los tiempos de acceso a servicios presentan una distribución muy desigual. “A medida que nos alejamos del centro del Área Metropolitana de Buenos Aires, los tiempos de acceso se hacen más deficitarios; con ello, la accesibilidad de la población a los servicios básicos mencionados aquí se hace más deficiente. Esta desigualdad se observa también en relación a las condiciones de vida”, establece el estudio.
Bruno, vecino de Villa Maipú del partido de San Martín, repartidor en un local de comidas y estudiante del CPU de la carrera de Administración Pública de la UNSAM, cuenta su situación: “Para ir al cajero tengo que agarrar la moto o tomar el colectivo porque no tengo ninguno cerca. El más cercano lo tengo a 15 cuadras. La farmacia del barrio la tenemos a 5 cuadras, pero funciona en horarios muy reducidos por la pandemia. Por eso, tenemos que ir hasta el centro de San Martín, que nos queda a 30 cuadras si tenemos una urgencia, lo mismo con el hospital”.
Existen zonas aisladas de los servicios esenciales en donde la mayoría de sus habitantes gozan de una mayor tranquilidad socioeconómica. Por ejemplo, los barrios de Parque Lelior (Ituzaingó), Belgrano y Núñez (CABA). Al mismo tiempo, hay zonas con altas tasas de Necesidades Básicas Insatisfechas que no se encuentran tan aisladas. Por ejemplo, la localidad de Gregorio de Laferrere (La Matanza) y la zona céntrica de José C. Paz.
Antonella, vecina del centro de José c. Paz y estudiante de Antropología de la UNSAM cuenta que si bien tiene todos los servicios cerca, en ocasiones “se complica” acceder a ellos. “Yo tengo 3 cajeros a 10 cuadras de mi casa, pero siempre hay cola y nunca hay plata o están fuera de servicio. Siempre, mi mamá y yo, tenemos que irnos a un lugar más lejos para sacar plata y aún así muchas veces no lo logramos. A veces nos vamos hasta el centro de San Miguel, que nos queda a media hora en auto”, cuenta.
Con respecto al contexto actual, Rosati agrega que el mapa podría convertirse en una herramienta para identificar zonas de difícil cumplimiento de la cuarentena. “Si sos de una zona en la que tenés que caminar una hora para llegar al cajero más cercano, se te hace más difícil el cumplimiento estricto del aislamiento”, remarca.
Para desarrollar el Mapa de Acceso a Bienes y Servicios Esenciales, lxs investigadorxs utilizaron herramientas de big data y técnicas computacionales. Basados en los datos relevados en Censo Nacional 2010, dividieron todo el territorio del AMBA en radios censales (300 viviendas). Luego, mediante la herramienta digital Google Places y los datos del Sistema de Información Sanitaria Argentina (SISA) pudieron conocer la ubicación de cada centro de servicio (supermercados, bancos, cajeros, farmacias, espacios verdes y hospitales públicos). Finalmente, calcularon las distancias entre las viviendas y los 6 centros de servicios teniendo en cuenta la estructura de calles en cada zona y cuánto se tarda en llegar a pie mediante otra herramienta digital.
“Las ciencias sociales son las candidatas por excelencia a utilizar este tipo de herramientas y técnicas digitales. Hay un campo relativamente nuevo que se llama ciencias sociales computacionales, que se trata de la utilización de estas herramientas a problemas de la ciencias sociales clásicos. Son herramientas nuevas para problemas viejos”, explica Rosati.
El desarrollo se enmarca bajo el proyecto Factor Data del IDAES. Se trata de un laboratorio de experimentación sobre las ciencias sociales que propone explorar el uso de técnicas computacionales para el análisis de datos.