Emilia Val, becaria doctoral del Instituto de Altos Estudios Sociales de la UNSAM, dice que tomar la negociación anterior como modelo sería un error y asegura: “El universo de acreedores hoy tiene una estructura diferente”.
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En esta primera edición, conversamos con Emilia Val, socióloga y becaria doctoral del Instituto, sobre la nueva reestructuración de la deuda argentina.
“En el proceso que se llevó a cabo durante el gobierno de Néstor Kirchner, la mayoría de los tenedores de deuda eran minoristas. Los jubilados japoneses e italianos que habían comprado bonos —originalmente pensados para acreedores institucionales— fueron asesorados por los bancos de sus países”, dice Val, que desarrolla sus investigaciones en el Centro de Estudios Sociales de la Economía (CESE) del IDAES.
“Los pequeños ahorristas suelen tener poca capacidad de organización colectiva. Algo muy diferente a lo que sucede con las grandes fondos de inversión, que hoy tienen en su poder gran parte de los bonos argentinos. Eso actores tienen expertise en cómo operar y negociar con los gobiernos. Cuentan con todo tipo de recursos económicos y legales, contactos con el mundo político y mayor capacidad de lobby”, señala Val.
Un claro ejemplo de cómo actúan ese tipo de operadores financieros se dio en febrero en la Provincia de Buenos Aires, que intentó postergar el pago de un vencimiento en dólares, pero no logró cerrar la negociación. “El fondo Fidelity, uno de los grandes actores norteamericanos en mercados emergentes, compró un gran número de bonos, lo que le permitió bloquear posibles acuerdos y lograr mejores condiciones de repago” explica la socióloga.
Las emisiones de deuda cuentan con cláusulas de acción colectiva. “Esas cláusulas establecen cuál es el porcentaje mínimo de acreedores que debe aceptar una propuesta para que puedan cambiarse las condiciones de pago. En el bono que intentó renegociar el gobierno de Axel Kicillof, el umbral a alcanzar era del 75 %, pero Fidelity tiene una cuarta parte de la deuda, lo que le permitió trabar el proceso”, amplía Val.
Los esquemas de reestructuración procuran, en conjunto con los acreedores, encontrar un mejor perfil de deuda y vencimientos que permita la sostenibilidad en el tiempo. Esto resulta vital en casos como el argentino donde, según la investigadora, “existe un gran volumen de obligaciones y con características bastante complicadas: casi todas en moneda extranjera, bajo ley extranjera y, principalmente, de corto y mediano plazo”. Cuando se produce una crisis de deuda, uno de los principales riesgos es que “ciertos fondos aprovechen la baja en los precios de los bonos y se hagan de una porción mayor, lo que les permite tener poder de veto de cara a las negociaciones”.
En este contexto, Val advierte que las renegociaciones son cada vez más complejas porque, a diferencia de lo que sucedió hasta los ’80, cuando los préstamos se solicitaban a bancos u organismos de crédito, “hoy se emiten bonos que son transables en los mercados, cualquiera puede comprarlos y venderlos, y es imposible tener control sobre quiénes son los tenedores”.
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