Escuela de Humanidades, Lectura Mundi
En su conferencia “El espíritu humano y su cerebro. Más allá de la ideología del neurocentrismo”, el filósofo alemán que visitó la Argentina invitado por la Fundación Medifé, la Embajada de Alemania y la UNSAM habló sobre los peligros de la hiperdigitalización y sobre el rol fundamental de la universidad para el futuro de la democracia.
“El ser humano es un ser vivo que proyecta una imagen de sí mismo. Ningún otro ser vivo ni dios alguno puede ahorrarnos la tarea de responder la pregunta por la situación cósmica en la que nos encontramos. La autodeterminación del ser humano es una cuestión de la ciencia, tanto de las llamadas ciencias naturales como de las humanas”, dijo Markus Gabriel al inicio de su conferencia en el Campus de la UNSAM.
El referente del “nuevo realismo” aseguró que “la ciencia es una obra incompleta”, pero “el mejor instrumento para la autodeterminación humana” y definió la filosofía como la ciencia que se ocupa de reflexionar sobre el saber y sus límites. “Una universidad sin filosofía sería lo mismo que una física sin matemática o una matemática sin lógica, es decir, sería una mala universidad, pues no sabría lo que hace. Una universidad sin filosofía es una empresa ciega”, afirmó.
En esa línea, Gabriel presentó algunos argumentos en contra del “neurocentrismo”, que sostiene que el ser humano, su conciencia o su yo son idénticos a su cerebro. “Quien quiera investigar la conciencia desde las ciencias naturales sin considerar el aporte de las ciencias humanas, practica, en definitiva, una pseudociencia”, alertó.
No obstante, el lenguaje del neurocentrista es, para Gabriel, el lenguaje de la filosofía, “del que suele tener un dominio más bien malo que bueno”. “Enunciar que la mente es idéntica a la conciencia y que eso, a su vez, es idéntico a determinados procesos neuronales es una afirmación filosófica, incluso metafísica. Esa aseveración no proviene ni de la física ni de las neurociencias”, dijo.
En la segunda parte de su presentación, el filósofo esbozó un autorretrato del ser humano entendido como un ser vivo espiritual. “Todo lo que sabemos acerca del ser humano lo ordenamos según una imagen de sí mismo. El centro de esa imagen es la invariante del ser humano, nuestra capacidad de tener una autoimagen. Esta capacidad de tener una autoimagen es la mente. El cerebro, en efecto, y todo nuestro organismo en un determinado momento, son, por lo tanto, parte del espíritu. El organismo está en el espíritu, pero el espíritu no está en el organismo”.
Hacia el final de su conferencia, Gabriel desarrolló los rasgos fundamentales de su concepción de la universidad como cooperación para la investigación del sí mismo. “La universidad tiene ese nombre porque trabaja con una visión unitaria del ser humano. Es una manifestación del espíritu humano en un determinado momento histórico. Pero esa tarea no solo pertenece a las ciencias naturales y tecnológicas, sino también —y sobre todo— a las ciencias humanas y sociales”, sostuvo. “Quien hoy afirme, como lo hace el presidente brasileño Jair Bolsonaro, que se puede aprender a leer y a escribir sin el acompañamiento de las ciencias humanas, promueve también la eliminación del progreso tecnológico y de las ciencias naturales”.
A la inversa, el autor de Por qué no existe el mundo señaló que “las ciencias humanas tampoco pueden investigar el ser humano como un ser históricamente situado si no tienen en cuenta el estado del saber alcanzado por las ciencias naturales y médicas”. En esa línea, Gabriel advirtió que quien ataca las universidades también ataca el progreso moral. “La universidad está al servicio del bienestar de los seres humanos, investiga las condiciones para una vida digna. Y esto tiene consecuencias políticas”, dijo, y amplió: “Durante la modernidad se lograron muchos progresos morales, y esto fue así porque el saber universitario se mantuvo unido bajo la estrella-guía de la filosofía, que fue el proyecto de la Ilustración. Quien abandona el proyecto de la Ilustración ataca, por lo tanto, la idea de que los seres humanos tenemos derechos que podemos conocer y defender”.
Para Gabriel, el rol de la filosofía consiste entonces en recordarnos que es posible conocer la realidad y conocernos a nosotros mismos. “Hoy vivimos en una sociedad del saber globalmente interconectada. Esto genera nuevas patologías sociales que en Occidente las experimentamos como crisis del Estado de derecho democrático”, apuntó.
Sobre el final, el director de Lectura Mundi, Mario Greco, le preguntó al filósofo por la posibilidad de un programa político capaz de enfrentar el discurso de las redes sociales, “que tiene un costado seductor de la más absoluta democracia y con cada vez más autonomía de lo humano”. Sobre este punto, el director del Centro Internacional de Filosofía de Alemania dijo: “La democracia radical es el reconocimiento de que el disenso es corporal. El disenso alude a dos sentidos y un mismo objeto; la democracia es una política para una comunidad de disenso, no hay unidad de opiniones. Lo que hay en internet, en cambio, es un disenso sin objeto. Wikipedia no se puede referir a hechos sino a artículos que ya están en internet. Por eso contiene poco conocimiento. Es una simulación del saber porque hay referencia, pero a fuentes digitales. En este sentido, internet es un medio antidemocrático. Esa es la diferencia entre la prensa clásica de la ilustración e internet, que casi no es corporal. Es pura intensidad social sin la extensión. La decisión es entre una ciberdictadura o un nuevo proyecto de Ilustración”, concluyó.
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