La decana del Instituto de Artes Mauricio Kagel participó como invitada de la 58.ª Bienal de Venecia “May You Live in Interesting Times” y compartió la experiencia en una charla en el Campus Miguelete.
La Bienal de Venecia está entre las más antiguas, importantes y prestigiosas exposiciones de arte contemporáneo del mundo. En su 58.º edición contó con una fuerte presencia latinoamericana, representada por artistas de la Argentina, México, Perú, Chile, Uruguay, Brasil, Guatemala, República Dominicana y Cuba.
La participación de la Argentina fue elegida por primera vez en concurso abierto, al que se presentaron más de sesenta propuestas. Laura Malosetti Costa, decana del Instituto de Arte Mauricio Kagel (IAMK), fue parte del jurado que seleccionó las obras argentinas para esta edición.
“El título de este año ‘May You Live in Interesting Times’, nos invita a pensar el mundo y el momento en el que vivimos. La expresión ‘tiempos interesantes‘ evoca más bien la idea de ‘tiempos difíciles'”, dijo Malosetti Costa en la conferencia que ofreció en el Campus Miguelete para contar la experiencia.
En un recorrido por las diferentes exposiciones y pabellones, la decana habló de las obras más impactantes y propuso paralelismos entre el arte y los problemas del poder, la pobreza, la guerra, la tecnología y el cambio climático. La Bienal y sus obras fueron para ella “un disparador de pensamiento y reflexión”.
En primer lugar, rescató la presencia y la vigencia de la pintura destacando las obras de Michael Armitage y Jill Mulleady. “En una bienal llena de nuevas tecnologías, la potencia que sigue teniendo la pintura es impresionante”. Sobre la idea del poder, Malosetti Costa mencionó la obra de los artistas chinos Sun Yuan y Peng Yu: “Hicieron un trono enorme de mármol de carrara, como el trono de Lincoln, al que de a ratos una manguera finita disparaba agua y vapor con una presión brutal y era como una serpiente que atacaba y desgastaba el trono. Además hicieron otra obra, una máquina de alta tecnología y gran tamaño, que barría sangre con una pala en su extremidad. Dos metáforas fuertes que invitan a pensar el daño y la destrucción que puede generar el mal uso del poder”.
Los trabajos más impactantes, según Malosetti Costa fueron los de Ghana. “Hasta mediados del siglo XIX, Ghana era el país de exportación de esclavos por excelencia. Su historia es impactante y el recorrido de la obra por la problemática de la pobreza, la migración y el hambre es impresionante. Fue la primera vez que participaban en Venecia y pusieron todo”, contó.
Lituania recibió el León de Oro por la obra Sun and sea, que invita a reflexionar sobre el impacto climático. “Una ópera performática montada en una playa artificial compuesta por luz, arquitectura y música. Los vacacionistas yacen uno al lado del otro en un arenal, mientras que el público los observa desde arriba, como desde el punto de vista del sol. En el calor del mediodía, los personajes comienzan a contar sus historias, microhistorias frívolas que dan lugar a temas más amplios y serios y se convierten en una sinfonía global, un coro humano universal que se ocupa del cambio climático antropogénico a escala planetaria. El escenario, una playa llena de gente en verano, pinta una imagen de pereza y ligereza. En este contexto, los temas serios se desarrollan como una canción pop en el último día en la Tierra”.
Por último, Malosetti Costa se refirió a El nombre de un país, la obra de Mariana Tellería elegida para representar a la Argentina en la Bienal. “Su obra es una metáfora muy lograda de nuestro país. Se trata de una instalación enorme con siete seres gigantescos, híbridos. Argentina es un nombre prometedor, argentum significa plata, promete plata, pero no hay. Tenemos un Río de la Plata que no tiene plata.
Argentina es también un adjetivo que significa claro, alegre, pero el país es trágico. Es también un país forjador de íconos mundiales y de una creatividad increíble: tenemos una reina, un papa, un Diego, un Che Guevara, un Messi.
Todo eso está maravillosamente representado en la obra: seres ambiguos, gigantes de más de cinco metros, oscuros y a la vez muy glamorosos, en un desfile de modas andrógino dentro de una especie de iglesia. Difícil de fotografiar porque los personajes solo tienen iluminados los ojos, ojos de faro de auto, con muchos apliques de símbolos religiosos. Una tradición católica junto con otra muy fashion: el amor por los autos, la espectacularidad, la soberbia y la oscuridad en la historia del país”.
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